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Lentamente, Elías desacordonó las zapatillas de Elena. Con una caricia lenta, tierna, deleitándose, bajó uno tras otro los calcetines, que ofrecieron a sus manos la piel blanca, los dedos pequeños, la uñas de Elena.
(¿Quién de los dos suspiró primero)
Al contacto de las cálidas manos de Elías, se estremeció y a continuación se relajó. Una dulce sonrisa se dibujó en los labios de ella. Los ojos de Elías navegaron en los de Elena... acariciando los deditos, los empeines, los tobillos, antes de depositar un doble beso y cartografiar cada una de las sensaciones placenteras que prolongaría unos minutos infinitos.
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