EL DESTELLO LUMINOSO DE THALÍA

   EL DESTELLO LUMINOSO DE THALÍA 


Thalia de desabotonó la blusa y extrajo sus pechos enormes con un hábil gesto. Colocó al bebé ladeado en ángulo sobre su pecho izquierdo. El grueso pezón en la oscura  aréola hinchada desapareció en la boca abierta de nuestra hija, que jugaba a encontrar un asidero en la carne que la alimentaba.
Yo, apoyado en el quicio de la puerta sentí una punzada de ternura, y un intenso arrebato amoroso me llenó de felicidad cuando nuestras miradas se cruzaron y una gemela sonrisa de complicidad anticipó el beso de nuestros párpados al cerrar simultáneamente los ojos.

Mientras la habitación se llenaba de un suave murmullo, el ambiente se tornó en un remanso de paz. Thalía acariciaba suavemente la cabeza de nuestra hija mientras ella miraba con ojos expectantes, creando un vínculo que parecía trascender el tiempo. En ese instante, comprendí que cada pequeño gesto, cada mirada compartida, tejía la historia de nuestra familia. La calidez de ese momento se grabó en mi memoria, un recuerdo que desde ese momento me acompaña siempre. La vida, en su forma más pura, se manifestaba ante nosotros, y su belleza es inigualable.