Demasiado vodka (3 de 3)

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Este relato sexual comienza con mi polla en la boca de Lucía. Y es que cuando me desperté, ahí era donde se encontraba mi cipote.

La chica era delgada y rubia y llevaba puesta únicamente una ropa interior blanca y negra muy mona y un top amarillo. Un collar blanco de cuentas colgaba de su grácil cuello.

Yo estaba desnudo y, repito, Lucía me la chupaba. Entiendo que ella me había desnudado mientras yo dormía porque recuerdo haberme acostado con los boxers puestos. Mientras seguía a lo suyo con la felación, empecé a manosearle el culo. Ella dejó de mamar y pasó a masturbarme con la mano al mismo tiempo que acercaba el culo a mí para que se lo magrease a base de bien. Luego volvió a la carga con su trabajito oral.

Le retiré el tanga blanco y negro y empecé a acariciarle los labios del coño. Luego introduje mis dedos en la abertura y ella continuó chupándomela incansablemente. Sólo se detuvo para desnudarse del todo y enseñarme sus lindas tetitas y su coñito rasurado. También su culito prieto y apetecible a más no poder. Era guapa, de pechos breves y una delgadez endurecida a base de CrossFit.

De nuevo, volvió a la carga con la mamada. Entonces me vine arriba, la agarré por los pelos y la obligué a tragársela todo lo posible. Engulló tres cuartos de tranca entre las mandíbulas y lo hizo sin pestañear. Juraría que hasta ronroneó cuando mi glande le rozó la campanilla. Comió mucha más polla de lo que habían sido capaces de abordar sin asfixiarse cualquiera de las hembras que yo me había follado hasta esa noche.

Luego me ofreció su culo y le di varios cachetazos. Nos besamos y acto seguido se puso a cuatro y me la follé. Ataqué directamente su ano porque eso era lo que me apetecía, y ella no puso ninguna objeción. Más bien al contrario.

—Este culo es para ti. Métemela en el recto, guapo, que es para ti. Mi culo es todo tuyo —algo así dijo.

Trabajaba muy bien con mi polla metida en el ano. Se puso encima se arrancó con una cabalgada enloquecida con mi miembro siempre en el culo.

Su amiga María dormía a pierna suelta en la cama de al lado. Su trasero estaba girado hacia nosotros y me deleité apreciando el par de óvalos de carne bien sujeta.

En el último momento me la saqué para correrme en su boca, consciente de que Lucía era una buena zorra tragona de leche. Pero ella tenía otros planes. Señaló al trasero de la durmiente María y me espetó:

—Vacíate sobre sus nalgas. Primero una y luego otra, por favor. Llénalas de tu rica esperma. Me acerqué a María y puse una pierna en el suelo y la otra sobre el colchón para no fallar los tiros. Me agarré la picha, pero de repente la rubita flaca me apartó la mano. Fue ella la que me pajeó hasta hacerme correrme y, cuando lo hice, Lucía apuntó exclusivamente a las posaderas semi en pompa y orientadas hacia nosotros de su amiga. Me corrí sobre las dos nalgas y eyaculé un buen montón de leche teniendo en cuenta que era mi tercera lefada de la noche.

Como remate apoteósico, Luci acercó su lengua a los regueros y goterones de semen y los hizo desaparecer dentro de su boca.

Le turboencantó lamer la crema directamente de las posaderas abombadas de María, me dijo después de tragar. Asentí y le di un aplauso. Sin duda, una actitud tan buena hacia el zorrerío como la suya ella era algo digno de elogio.

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