Realidad subjetiva
Todo empezó con unas sandalias de tacón, unos labios suaves, la sangre excitada recorriendo sus venas hasta el corazón, ardiendo por las arterias hasta el sexo, la piel, el cerebro.... Él creó la fantasía, le puso música, la engrandeció y moldeó con intensidad.
Y ahora llega la bruma. ¡Ah, la maldita bruma! Parece que apaga el atardecer. Se abren las tinieblas del hombre. Bruma, bruma superficial, la suficiente para darse un baño en el aire espantoso que le envuelve. Absorbe toda su esencia. Le deja vacío, su mirada avejentada y acuosa se funde en ella porque el tiempo difuminó la delgada línea entre ficción y realidad.
La bruma sabe, la bruma transige aparentemente, pero elige el momento y le ahoga hasta hacer estallar todos sus recuerdos, todas las vidas, todos los deseos que afloran en las horas de insomnio. Entonces su vacío se llena de ardiente desesperación, y los pies le duelen, le duelen de soledad y de frío.
Tras el blanquecino y asfixiante manto se le hace la luz. Para ella, él nunca fue nada, ni siquiera un pequeñísimo pensamiento.
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