Dos hombres rudos, mi marido y yo

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Soy Alicia (45), casada con Pablo (50). Poseo un cuerpo apetecible: Rubia, alta, buena cola y grandes pechos. Nuestro matrimonio es normal con la particularidad que no tuvimos hijo por lo disfrutamos al máximo de los paseos y del sexo, plagado de fantasías, películas porno, consoladores, relatos etc. Lo que más nos excita es imaginarnos que, uno o dos hombres ayudan a mi marido a satisfacerme...pero, jamás la hicimos realidad.

En esta ocasión fuimos a disfrutar de un fin de semana a la montaña, alquilamos una casa a don Roque (hombre maduro de 65 años) que vivía en el fondo de la cabaña alquilada con uno de sus hijos de 38.  Don Roque hombre de manos grandes y rugosas nos dio la bienvenida, nos mostró la casa, la pileta y nos dijo que lo que necesitáramos, solo había que pedírselo; su hijo Daniel era el encargado del jardín, la limpieza de la pileta y otros quehaceres...se había ido a comprar tanza al centro, distante uno dos kilómetros del lugar.

Ya eran las 7 de la tarde, desarmamos las maletas (entre otras cosas el consolador gigante y un gel anal que quedaron sobre la cama) y nos dispusimos a ducharnos para sacarnos el cansancio del viaje, cuando escuchamos la camioneta de Daniel que llegaba. De chusmos, espiamos por la ventana... ahí estaba preparando la bordeadora...Era un gigante de 1.90 de estatura, vestía un mameluco celeste desgastado, sin remera... dejaba ver unos músculos exagerados, se notaba que no eran de gimnasio, sino producto de trabajo rudo del campo.

Mi esposo me apoyó de atrás, sentí su bulto ya un poco excitado y al estar desnudos porque estábamos por ducharnos, rápidamente nos encendimos. Pablo me dijo susurrando al oído, imagínate que haremos realidad nuestra fantasía... se arrodilló para comenzar a lamer mis orificios (también ponía a decirme epítetos subidos de tono -casi groseros- pero que me pone super cachonda; "Si su verga, es como su brazo (refiriéndose a Daniel) creo que te vas a ahogar" y yo me imaginaba una verga descomunal... Sabía lo que venía porque lo hacíamos siempre; mientras me acomodaba en cuatro al borde de la cama, Pablo ya tenía el dildo gigante jugando junto a su lengua..."Imagínate que es la verga de Daniel" y yo me la imaginaba más grande aún...me la imaginaba como la de un caballo; mi respiración se aceleraba, mis gemidos subían de tono y sin darme cuenta rugí como una leona diciendo "Daniel, metémela a toda por favor" y mi marido me incrustó los 30 centímetros el juguete...Comencé a tener un orgasmo espectacularmente extenso... lloraba y me reía a la vez; a tal punto que mi esposo tuvo tiempo de penetrarme analmente pues ya estaba dilatada con su lengua, el gel y sus dedos.

"¿Así te gusta, yegua?" me decía.

Así y mucho más, le respondí.

Estuvimos cogiendo por más una hora si parar y en la última acabada, mi marido ya exhausto expresó: "No pasará de mañana para cumplir nuestra fantasía" y nos quedamos dormidos.

Ya era la 10 de la noche, cuando mi marido me dijo que se iba con don Roque a buscar bebida, pues su hijo estaba preparando un asado. Me vestí con solo una camisola para despedirlos, pues luego debía tomar un baño ya que olía a sexo. Aún no perdía de vista a Pablo y Roque que estaban saliendo, cuando aparece Daniel a preguntar si necesitaba algo; "me estoy por duchar, le dije" y sin titubear respondió "Así con olor a hembra, sos más atractiva". Me sonrojé por la sorpresa, pero no me dio tiempo a realizar ningún reproche, cuando siguió hablando y me contó que nos había escuchado y visto por la ventana y que esperaba ser la persona adecuada para hacer realidad el sueño erótico. A pesar de su rudeza era muy amable e inteligente...ni siquiera me dejó pensar cuando hizo dos pasos, cerró la puerta y dejó caer su mameluco dejando expuesto un pedazo de pija casi monstruosa, con una cabeza grande y rozada. Tomó mis manos y la llevó hacia su verga, estaba tibia y algo excitada...tal como la imaginé. No tenía otra alternativa que chuparla, no era fanática de chupar pijas, pero ante eso no podía negarme. La puse al palo, realmente como un caballo. 

Lo que siguió fue lo obvio, dejé de mamar y me di vuelta ofreciendo mi coño para que con un poco de crema y algo de trabajo no quedara ni un centímetro fuera de mí.

Estaba cogiendo desaforadamente, cuando escuché que se abrió la puerta... era don Roque y mi esposo (que había planeado todo mientras dormía). Me llevaron a la cama y estuvimos toda la noche cogiendo...Don Roque era peor que su hijo por que la tenía más gruesa... los pormenores quedarán para la segunda parte.


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