En ámbitos distintos puede haber coincidencias fruto de la intersección de causa y casualidad. Una de las más reveladoras es la que empareja una observación de Groucho Marx con la exposición del médico psicoanalista Wilhelm Reich, acerca de las consecuencias de la represión sexual.
En el capítulo XI de su autobiografía*, Groucho hace pública una reflexión en la que dice que cientos de miles de jóvenes abordan el matrimonio bajo la visión deformada por un autoengaño: que lo hacen por amor. El espejismo, como después descubren con pesadumbre, es debido a que lo primordial que les induce a formar una pareja estable no es otra cosa que la natural búsqueda de la satisfacción sexual, con posteriores consecuencias lamentables. Una de ellas es la pervivencia, como el otro polo de las relaciones tradicionales, del negocio de la prostitución (podría extenderse al maltrato a los hijos, que nunca debieron nacer bajo tales parámetros).
Por su parte, Reich en su profundo estudio sobre los resultados sociales de la represión de los instintos sexuales**, señala que "queremos casarnos" significa en realidad un disfrazado "queremos el abrazo sexual", lo que desemboca en difíciles situaciones de pleitos legales para poner fin a relaciones cuyo producto final son personas casadas, enredadas en una relación encadenada por los eslabones del odio, la mezquindad y comportamientos ruines.
Ni mucho menos Reich ni Marx niegan que exista el amor entre los seres humanos, ni se oponen a la existencia de lazos permanentes entre los individuos, sino a que la falta de consciencia sobre las propias necesidades naturales de una sexualidad libre y feliz, lleve a la amargura de descubrir tardíamente que el espejismo de confundir amor con impulso sexual cause males sociales que ya deberían (más todavía en nuestro siglo que en el siglo XX) quedar en el museo de las antigüedades sociales.
Aunque hoy en día muchas de las imposiciones de una sociedad hipócrita y represora han sido barridas por la propia dinámica de las necesidades de orden económico, que bullen en el seno del actual modo de relaciones sociales, queda mucho por avanzar en la capacidad individual de autoconocimiento, de descubrir las necesidades naturales y sanas de todas las personas. La población sigue cautiva de las imágenes mentales y la inercia de costumbres que desde la niñez se imponen a los individuos de ambos sexos. En realidad, estamos lejos de terminar de limpiar las telarañas de cientos de años de opresión sexual, y lo que creemos avances incuestionables están siendo puestos en peligro constantemente por el persistente anacronismo de los privilegios sexuales de género. Así que esos avances, por escasos e insuficientes que sean, deben ser arduamente defendidos por todas y todos aquellos que creemos que hay que continuar caminando por la senda del progreso social hacia la libertad de todo el género humano.
A Groucho, por su parte, el tema le parece tan importante que llegó incluso a convertir en proverbial el título de un capítulo de su autobiografía, el famoso: "¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?"***
En su opinión, aunque todo el mundo busca locamente una cosa tan perfectamente natural como es el sexo, la misma palabra "sexo" a muchísima gente le asusta y se presenta en sociedad camuflada bajo el vocablo "amor". Es tanto el temor que inclusive se evita definir claramente qué tipo de amor es el que lleva a la gente al matrimonio.
Groucho escribe que para ser sinceros eso que llaman amor no lo es en realidad en la mayor parte de los casos: no es otra cosa que la mutua atracción disfrazada del deseo sexual de dos personas que sienten mutua atracción y tienen la esperanza de caer en un mutuo abrazo (observemos la idéntica utilización del eufemismo entre Reich y Groucho Marx).
En palabras del gran humorista y actor, es una ávida e inconsciente necesidad, alimentada bajo una forma sublimada por las novelas "baratas" y el cine, la que conducía en aquella época, no tan lejana ni tan superada, a una unión que no es sino un fracaso anunciado. La mayoría de los jóvenes, febriles de deseo, se casaban para poder experimentar con libertad la sexualidad.
Groucho toma también en consideración otra necesidad, no tan inconsciente, que conduce en nuestro modelo social de existencia a formar una pareja: combatir la "desagradable sensación" de soledad, que arruina las mejores cosas de la vida sino es compartiéndolas con una vida en común.
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*Groucho and Me. 1959.
**La revolución sexual, 1944. Capítulo VII
***Groucho Marx, idem, capítulo XXI
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