GROUCHO Y YO (cuatro)

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Aproximadamente en el centro de su libro autobiográfico*, Groucho Marx dedica dos páginas enteras a tratar un espinoso tema: la lucha por la supervivencia en el mundo del espectáculo en particular, y lo hace extensivo al mundo que nos rodea en general. 

Groucho muestra lúgubres ejemplos de alegría ante el fracaso de otras estrellas del espectáculo, incluyéndose a sí mismo, que competían con ellos en el duro mundo de las tablas artísticas. Concluye que nadie es desdichado o infeliz ante el fracaso de sus rivales.

Aunque ya en el mundo actual del cine, o las variedades no existe la violencia inaudita que se vivía en el negocio del espectáculo en los Estados Unidos de aquella época, que relata Groucho en otros capítulos de su libro (véase también la autobiografía de su hermano, Harpo**), donde a menudo se imponía el diálogo de las cachiporras, y predominaban las mafias, que controlaban los circuitos del entretenimiento, no cabe duda de que también ahora existe una feroz competitividad y una lucha descarnada por la supervivencia entre los actores y actrices, productores y directores.

Esa feroz "lucha por la supervivencia" en la sociedad actual no cesa sino con la muerte. Y la precariedad en que se vive en el mundo de los astros famosos es tan permanente y obsesiva que, hace que Groucho vuelva a ella en el penúltimo capítulo de su autobiografía, "El precio del pan moreno"***.

El primer párrafo del mismo ya nos sitúa ante la inseguridad del futuro que alguien como el propio Groucho, uno de los actores, junto a sus hermanos, mejor cotizados de la época, ante del temor acerca de su futuro, y cómo podría afrontar la vejez, ya que "los nombres famosos aparecían y desaparecían con rapidez" [igual que hoy en día, como vemos], en un segmento de la vida económica en el cual, dice, domina "el carácter fugaz de nuestra profesión". La incertidumbre se acentúa con los años: "A medida que se consolidaba mi fama, lo único que me preocupaba continuamente era el miedo de caer en la indigencia cuando llegara a viejo". (1)

Podría pensarse que las reflexiones del autor sobre este tipo de comportamientos mezquinos es algo que habita desde el nacimiento en cada ser humano, que se trata de algo intrínseco a la naturaleza humana,  y que escondemos una malignidad genética insuperable; pero si leemos con atención las palabras del genial humorista, comprobaremos que las envidias y la competitividad no son la causa real de aquellos comportamientos, sino el amargo fruto de la inseguridad sobre el futuro, el miedo a la decadencia en un entorno inhóspito y cruel: el de una sociedad mercantil que exprime a cada uno para extraer y apropiarse de cada molécula de savia, para dejar en el abandono y la orfandad del olvido a las gentes de talento.

No constituye parte del comportamiento de nuestra especie, sino que forma parte de la propia estructura social del mundo en que vivimos que, no lo olvidemos, no ha cambiado tanto como los fariseos quieren imponernos desde sus púlpitos dorados.

 

__________________________

*Groucho and Me, 1959, capítulo XII

**Harpo Speaks!, 1961

**Idem, capítulo XXVII

(1) Esto también recuerda al personaje de Los Clayhanger de Arnold Bennet, citado por Bertrand Russell en su obra La conquista de la felicidad, quien "cuanto más rico se hacía tenía más miedo de morir en el asilo".


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