EL SÓTANO

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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La antigua construcción lo fascinó desde el instante en que la vio. Era espaciosa, hermosa y sorprendentemente económica, considerando su ubicación, un paraje idílico cercano a la ciudad, su amplitud y su antigüedad. Un lugar ideal para encontrar la inspiración necesaria para terminar de escribir su novela. No dudó en adquirirla y, en poco tiempo, se mudó a la vieja casa, vacía desde hacía décadas. Su estructura, con paredes cubiertas de hiedra y ventanas empolvadas, exudaba un misterio que lo atraía poderosamente.

 

No obstante, desde las primeras noches, su sueño se vio perturbado por sucesos incomprensibles y sobrecogedores. En la oscuridad, se escuchaban impactos inexplicables que retumbaban en el silencio nocturno, como si algo golpeara las paredes. Tras cada acometida, se oían gritos desgarradores que parecían surgir del sótano, llenándolo de desasosiego y temor, impidiéndole descansar.

 

Impulsado por la curiosidad y la necesidad imperiosa de una explicación racional, el nuevo dueño decidió investigar. Una noche, armado con una linterna, descendió por las deterioradas escaleras de madera hacia el sótano. En mitad de la negrura y la quietud total, el crujido de los viejos escalones carcomidos a su paso, le produjo escalofríos.

Al llegar al suelo y tras un barrido con su linterna por la extensa y penumbrosa bóveda, descubrió un tabique anómalo: un muro que separaba un espacio sellado del resto de la amplia estancia subterránea. La ausencia de aberturas solo aumentó su intriga.

 

Sin vacilar, comenzó a demoler el tabique. Con cada golpe, la argamasa se desprendía, cayendo a un suelo cada vez más cubierto de escombros. Su corazón latía desbocado y su expectación crecía. Finalmente, abrió un hueco lo suficientemente ancho para cruzarlo. Con cautela y aprehensión, se adentró en la misteriosa cámara oculta.

 

La luz de su linterna iluminó un espacio vacío, donde solo las telarañas y el polvo acumulado ocupaban los rincones.

Hasta que el haz recayó sobre un bulto sospechoso. Lo que vio lo dejó helado: en el suelo, semi reclinado en una esquina, yacía un esqueleto en postura fetal. Su forma encogida se aferraba con manos huesudas al muro lateral cubierto de humedad, como si en sus últimos momentos hubiera buscado un apoyo tangible. Aunque ese  apoyo fuera tan inhumano y frio como el ser que lo había dejado morir, desamparado y olvidado en aquel lugar claustrofóbico. Sus pálidos huesos estaban cubiertos por los harapos de un vestido del siglo XVIII. Eran los restos óseos de una mujer, que, a juzgar por los indicios, parecía haber sido emparedada en vida. Una historia de sufrimiento que aún impregnaba las gélidas paredes y que, tras tantos años, regresaba de la muerte para clamar justicia.

El hombre sintió un escalofrío al imaginar la agonía de aquella mujer atrapada en las tinieblas, sola, enterrada, olvidada por todos.

 

Mientras retrocedía, estremecido por la visión y sus implicaciones, los desesperados golpes y gritos pidiendo ayuda reaparecieron, más cercanos, procedentes de todos los rincones de la casona, como si el alma de la mujer suplicara angustiosamente su liberación.

Aterrado, huyó de la casa en mitad de la noche.

El edificio, con su historia oculta, ya no era un hogar acogedor, sino un recordatorio escalofriante de secretos innombrables esperando ser revelados. Secretos enterrados que, en ocasiones, gritan en la oscuridad...


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