Denunciar relato
Cuando despertó, la ciudad estaba suspendida a unos metros del suelo. Las calles flotaban como si alguien hubiera recortado la realidad con tijeras invisibles. Los coches, las farolas, incluso los árboles, se balanceaban suavemente en el aire.
Nadie gritaba. Nadie parecía sorprendido. Las personas se movían en silencio, con esa serenidad inquietante que solo tiene quien ha dejado de hacerse preguntas.
Ella buscó su casa y la encontró también suspendida, un poco torcida, con la puerta moviéndose por la brisa. Subió a ella saltando de sombra en sombra, y al entrar, vio que en la mesa había una nota escrita con su propia letra:
"Recuerda: no mires hacia abajo. Todavía estamos aprendiendo a sostenernos."
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