Despertar de la Tentación: Un Encuentro Prohibido
Por Erick Zimerman
Enviado el 07/11/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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El escritorio temblaba con cada embestida, nuestros cuerpos entrelazados en un baile frenético de deseo. Mis uñas se clavaban en la espalda de Marco, dejando marcas de pasión, mientras él me penetraba con una urgencia que me hacía perder el control. El aula, normalmente un espacio de aprendizaje, se había convertido en un santuario de lujuria, donde cada gemido y susurro era una oración a la satisfacción mutua. El olor de nuestro sudor y la esencia de nuestra excitación llenaban el aire, creando una atmósfera densa y sensual.
Unas horas antes, me movía nerviosamente detrás de mi escritorio, ajustando mis gafas mientras revisaba los papeles. La puerta del aula se abrió y entró Marco, el padre de uno de mis alumnos, con una sonrisa que prometía peligros. Sus ojos se encontraron con los míos y sentí un calor familiar extenderse por mi cuerpo, un calor que se concentraba en mi vientre y se expandía hacia abajo, humedeciendo mis muslos.
«Señorita García,» dijo Marco, su voz profunda y suave, como una caricia. «He venido a hablar sobre el progreso de mi hijo, pero también… sobre algo más.» Tragué saliva, intentando mantener la compostura, pero mi corazón latía con fuerza, anticipando lo que estaba por venir. «Por supuesto, señor Rodríguez. ¿De qué se trata?»
Marco dio un paso adelante, su presencia imponente llenando la habitación. «He estado pensando en usted,» confesó, su voz cargada de intención. «En cómo se ve con ese traje, en cómo me hace desear cosas que no debería. Quiero sentir tu piel, probar tus labios, explorar cada centímetro de ti con mis manos y mi lengua.»
Sentí un rubor subir por mis mejillas, pero no aparté la mirada. «Marco, esto es inapropiado,» murmuré, pero mi cuerpo me traicionaba, deseando más. Mis pezones se endurecieron bajo la tela de mi blusa, y un latido insistente comenzó entre mis piernas.
Marco siguió diciendo: «Estoy imaginando mis manos sobre tu cuerpo, Maryluz. Quiero sentir tu piel, probar tus labios, explorar cada centímetro de ti. Quiero que te corras en mi boca mientras te miro a los ojos.»
Mis piernas se debilitaron y sentí un calor húmedo entre mis muslos. Marco me observaba, una sonrisa satisfecha en su rostro, sabiendo el efecto que tenía en mí. Mis bragas estaban empapadas, y cada movimiento era una tortura deliciosa.
«Marco, no podemos…» intenté decir, pero mi voz se desvaneció cuando se acercó aún más. Su mano rozó la mía sobre el escritorio, y sentí una descarga eléctrica que recorrió todo mi cuerpo, haciendo que mis terminaciones nerviosas se encendieran.
«Lo sé, pero no puedo evitarlo. Quiero sentir tu piel, probar tus labios, saborearte entera,» repitió, su voz un susurro tentador, lleno de promesas de placer.
Me levanté, mi respiración entrecortada, mis senos subiendo y bajando con cada inhalación. «Marco, no podemos…» Pero antes de que pudiera terminar, sus labios estaban sobre los míos, su beso apasionado y urgente. Respondí, mis manos envolviendo su cuello, perdida en el momento. Su lengua exploraba mi boca, danzando con la mía, y sentí sus manos en mis caderas, apretándome contra él.
Marco me levantó, sentándome sobre el escritorio, y se colocó entre mis piernas, su erección evidente contra mí, dura y lista. «Te deseo,» susurró, sus manos explorando mi cuerpo, acariciando mis muslos, subiendo por mis costados, hasta llegar a mis senos, donde masajeó mis pezones a través de la tela.
Asentí, incapaz de formar palabras, y Marco levantó mi falda, sus dedos encontrando mi centro caliente y húmedo. Jadeé, arqueándome contra él, necesitando más. Sus dedos expertos exploraron mis pliegues, encontrando mi clítoris y masajeándolo en círculos, haciendo que mi cuerpo se estremeciera de placer.
Con un movimiento rápido, Marco liberó su erección y se hundió en mí, ambos gimiendo de placer. El ritmo fue frenético, nuestros cuerpos moviéndose juntos, el sonido de nuestras respiraciones y gemidos llenando el aula. Me aferré a Marco, mis uñas clavándose en su espalda, mientras él me llevaba al borde del éxtasis.
«Marco,» susurré, mi voz rota. «Más fuerte. Quiero sentirte entero dentro de mí, llenándome por completo.»
Marco obedeció, embistiendo más profundamente, llevándonos a ambos al límite. Con un último empujón, alcanzamos el clímax, nuestros cuerpos temblando de satisfacción, mi interior palpitando alrededor de él, ordeñando cada gota de su esencia.
Me dejé caer contra el escritorio, jadeando, mientras Marco se inclinaba sobre mí, besando mi cuello, mordisqueando mi oreja. «Te deseo de nuevo,» susurró, su voz cargada de promesas. «Quiero probar cada rincón de tu cuerpo, hacerte mía una y otra vez, hasta que no puedas más.»
Sonreí, mis ojos cerrándose lentamente, mi cuerpo relajado pero aún hambriento. «Y yo a ti, Marco. Siempre. Quiero que me tomes aquí y ahora, sin restricciones, sin límites. Quiero sentir tu semen caliente dentro de mí, llenándome, marcándome como tuya.»
Marco me levantó, llevándome a una silla cercana, y me colocó sobre su regazo, mi espalda contra su pecho. Sentí su erección presionando contra mí de nuevo, lista para más. «Te daré lo que necesitas, Maryluz,» murmuró en mi oído, sus manos recorriendo mi cuerpo, acariciando mis senos, pellizcando mis pezones, bajando hasta mi clítoris, donde comenzó a masajearlo de nuevo, haciendo que mi cuerpo se estremeciera de anticipación.
Me arqueé contra él, invitándolo a tomar lo que deseaba, lista para otro viaje de placer incontrolable, lista para que me llevara a las alturas del éxtasis una y otra vez, hasta que ambos estuviéramos agotados y saciados.
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