LOS FRUTOS DEL AMANECER ( y 2)
Por Eunoia
Enviado el 28/11/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Tomó la braga. A cada uno de los escasos pasos que las separaban, sus tetas negras oscilaban de arriba abajo y a cada lado, con un movimiento sensual premeditado. Aquellos pezones tiesos y largos excitaban más el deseo de Mari Carmen, que miraban como se bamboleaban a escasos centímetros de sus ojos. La señora de la mansión se agachó, separó los dedos y tomó la braga. Hizo que levantara un pie y luego el otro,
acariciando el empeine de su sirvienta. Pasó los dedos lentamente por el calzado. Ver aquella especie de ritual fetichista aumentó el caudal líquido que se desparramaba por el canal uterino de Mari Carmen. La bella cara de ébano estaba a la altura de su ardiente sexo velludo. Cuando la braguita alcanzó la entrepierna, la mujer pasó suavemente la mano por los pelos púbicos. Mari Carmen se estremeció encogiéndose ligeramente.
—Me gustan tus rizos —dijo Karla. Pegó su nariz al vello y añadió—: También a mí me gusta tu olor, ¿ves? —y aspiró el aroma sexual dejando oír un nuevo sonido gatuno. Mari Carmen empujó el pubis hacia la otra y entreabrió sus muslos. Los dedos negros trazaron el surco de la hendidura de aquel coño que deseaba tener a su servicio entre los dedos y entre los labios.
Mari Carmen recibió un beso en los rizos oscuros del atrayente follaje de vello y dejó escapar un sonido grave, mientras apretaba los párpados loca de deseo lúbrico. A continuación, la mujer negra le subió la braga, hasta que quedó ajustada a la forma de su vulva, entreabiertos los labios vaginales, la ansiosa entrada humedecida. Karla dibujó la firma labial con su dedo medio y lo hundió ligeramente trazando un círculo en el agujero de aquella rajita caliente. Mari Carmen gimió contenidamente.
—Date la vuelta —pidió Karla.
La chica obedeció
Karla acarició las semiesferas blancas.
—Magnífico. Te van a medida. Tus formas son atractivas. ¿Lo sabes, no es así? Tu carne es excitante, ¿te lo han dicho? Dime, ¿te has sentido atraída por alguna mujer? —La otra se estremeció anticipadamente; su imaginación estaba desbordada. La dueña de la casa era también la dueña de la situación y ella estaba sujeta a su capricho: quería obedecerla y también deseaba tocar el cuerpo negro y voluptuoso. Karla estiró de ambos lados de la prenda. Los cachetes firmes y redondos quedaron al descubierto. La imagen producía un efecto de lujuria implacable con el contacto; no sólo con la vista. Así la mujer dejó que la yemas de sus dedos excitaran a la entregada chica, que giró la cabeza para ver la escena. —Me gusta tu culito tanto como tu pubis peludito. El mío está liso y suave. ¿Quieres tocarlo? —Los labios negros besaron las nalgas blancas. El dedo medio de Karla buscó la rugosa entrada del pequeño agujero de Mari Carmen. Ésta dio un respingo al notar cómo el dedo acariciaba aquella entrada estrecha y virginal. La sensación desconocida de placer desató al máximo sus deseos. Se volvió y se desabotonó la blusa. Se levantó los aros del sujetador. Los pechos aparecieron con sus pezones completamente erectos; dos bolas elevadas que su poseedora tocó y apretó.
—¿Quieres que te los chupe?
Sin esperar respuesta, Karla se levantó e introdujo uno de los duros pezones en su boca y lamió; a continuación lo repitió con el otro. Los soltó y empezó a jugar con sus dedos, apretando y girando las bolas sobre las aréolas. Mari Carmen jadeó y se asió al culo respingón y terso de su ya amante. Karla también estaba al límite. Con voz entrecortada preguntó:
—¿Hacemos el amor?
Mari Carmen se quitó el sujetador y la braguita, que estaba mojada de fluido vaginal. Se tumbó en la cama, con las piernas abiertas como un compás. Karla abrió un cajón de la mesilla de noche y Mari Carmen vió el consolador rosa brillante.
—Quiero que me folles. ¿Tú me dejas comerte la almejita?
—Me gustaría hacerlo...y que me chuparas el coño —respondió Mari Carmen, ya absolutamente desinhibida, presa de la lubricidad incontenible. Queriendo sentir la boca de Karla en los labios impregnados de sus jugos interiores. Imaginaba cómo dsboresria su coño y se delectaría con el sabor salino y espeso de su esperma femenino.
La mujer negra se tumbó junto a la chica. Mari Carmen se colocó con las piernas abiertas sobre Karla y cogió el satisfayer. La otra hurgó con los dedos y abrió la raja humectante. Los labios estrechos del chocho de Mari Carmen se abrieron. Las paredes estaban brillantes por el flujo. Karla metió dos dedos tan adentro como pudo y la chica dejó explorar con un largo gemido incontrolado. Entonces introdujo el juguete en la figa oscura de grandes lóbulos labiados.
El interior del coño negro de la mujer era de un rosado suave y mostraba telillas blanquecinas, fruto del deseo y el ardor sexual que la dominaba. El consolador se hundió. Mari Carmen lo hizo girar a la vez que empujaba el artefacto, que resbalaba en el agujero amplio de la mujer negra. En eso sintió la lengua que lamía su propio sexo. Karla metía la lengua y jugaba en el canal untuoso, extrayendo el licor sexual de Mari Carmen.
Ambas mujeres siguieron un ritual lésbico que parecían conocer perfectamente. Karla chupó la bola carnosa endurecida del clítoris como si fuera un delicioso caramelo de olor y sabor marino. Mari Carmen hundía y sacaba, hacia circular y volvía a penetrar el agujero sedoso de la mujer...
Fue Karla fue la primera en llegar al orgasmo. Se agitó frenéticamente en espasmos cortos y seguidos, entre jadeos y un chillido agudo. Inmediatamente Mari Carmen se corrió con una explosión de gusto en los expertos labios negros que succionaban el clítoris.
Permanecieron en esa posición un tiempo indeterminado pero prolongado, . Después de abrazaron y se tumbaron una al lado de la otra, con los muslos entrecruzados, acariciándose largos minutos los muslos mutuamente, desgranando palabras suaves, cariñosas; sendos coños goteando flujo y las respiraciones todavía entrecortadas.
Karla acarició los cabellos de Mari Carmen. Propuso:
—Cuando te hayas repuesto, cielo, seguimos jugando, ¿te parece?
Mari Carmen se acodó mirando a Karla y respondió con una sonrisa y mirada felina:
—Ya estoy preparada para que ahora me folles tú a mí y comerte el jugoso frutito duro que tienes en ese higo tan sabroso.
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