Sensaciones de Otoño
Han caído las hojas cobrizas con rebordes amarillentos de las hieráticas ramas este otoño nuevo. Una niebla fría ha cubierto las losas resbaladizas. Sus pasos dejan unas huellas tras de sí que ella no ve. Vivir dos vidas. Compatibilizar realidades y deseos. Con él comparte espacios irremplazables que estaban desnudos antes. También comparte otra desnudez: la del cuerpo caliente que quiere expresarse en un nuevo limite. Disfrutan fronteras propias y un mundo acogedor que ambos saben que no encuentra barreras, que se expande infinitamente. Es otro tipo de ser y de estar, es saberse íntimamente, repartirse con el otro, distribuir besos secretos en las parcelas físicas, fluir y enviar gemidos humeantes en un éter que hacen tangible lo intangible.
Recorre con él el territorio exacto, minucioso, abierto y sin mutilaciones. Como dos leños en un hogar delicioso y hogareño, crepitan las alas de los deseos, a veces furiosos, otras veces suaves como la piel delicada de los labios convexos.
Ya en la oficina, los ojos de la mente abren los ventanales inconscientes. Entre tanto, saborea los minutos de espera de un café aromático y humeante que ambos tomarán en esa distancia, intervenido por el diario deseo poderoso que se convierte en simple transcurso temporal. El paciente preludio que ambos dejan en manos de unos generosos dioses estelares que van construyendo un sendero, guijarro a guijarro, desde que ambos eran niños.
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