Existe una remota sociedad en donde a los niños no se los embauca con pueriles fantasías:
se les dice redondamente la verdad. En los cumpleaños, los magos les enseñan el secreto
de sus trucos. Papá Noel es una mentira de alguna lejana civilización; los Reyes Magos, el
resabio de un vetusto sistema político. Los superhéroes no solo no vuelan, sino que ni
siquiera existen. Tampoco existen las hadas, las cigüeñas son meras aves, y los muertos no
van al cielo. Explicarles a Dios es algo más complejo, si bien hay un punto de acuerdo: no
es un anciano con barba.
Sin embargo, con el devenir de los años, los mismos niños-ya adultos- suelen malgastar su
sabiduría, o tal vez su memoria. Por lo que empiezan a considerarse más ilustrados, listos o
agraciados que los demás. Se hacen magos para engañar al resto. También se hacen
abogados, astrólogos, contadores o escritores. Juegan a hacerse pasar por lo que saben
que no son, disfrazándose de Reyes Magos, Papá Noel, cigüeñas o hadas. Y empiezan a
comportarse como héroes o superhombres.
Sea por convenciones, desidia o interés, los adultos de esa sociedad consienten sus
propias fantasías. Prefieren creer en algunas imposiciones culturales tales como el
consumismo y la competencia. O en el origen divino de los reyes y los nobles. Creen en las
infinitas propiedades de determinadas hierbas, tanto como en las verdades reveladas de
ciertos predicadores; creen, por ejemplo, en la filantropía de los magnates, en la
inmortalidad o en la independencia del periodismo.
Algunos eruditos culpan a los niños de infundir en los adultos semejantes creencias, con la
intención de mantener su privilegiado statu quo. Otros consideran que la adultez es un
estado natural en el que los humanos contraen calamidades tales como la hipocresía, el
cinismo o la codicia. Los más, consideran que esta sociedad en la que los niños juegan a la
verdad y los adultos al engaño es otra obra de Dios, a quien se le atribuye la arbitraria
capacidad de manipular tanto la verdad como la fantasía y la falsedad. Para conveniencia
de los adultos.
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