DE LOS SILENCIOS DE LA MUERTE JUSTA

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     El reloj no llora ni siente alivio; tampoco se extraña del silencio. Se parece a lo que Bettelheim explica de quienes sufrieron reclusión en Dachau.* No se piensa, tampoco se habla. No se quiere ser injusto.., no con el agresor, sino con el agredido; se trata de no generar en quien escucha excusas imposibles, justificaciones ofensivas. Tal vez también hay lo que dice Bettelheim: "No tiene sentido pegar a un perro muerto, aunque en vida hubiera golpeado, mutilado y asesinado."
Ni lagrimas, ni alivio; sólo silencio; una hora que a nadie importa ya.
No duele el corazón. La infancia generó un bello jardín de búsqueda de razones, de porqués, de soluciones: generó amor por quienes fueron capaces de no ser igual que ese "perro muerto" de Bettelheim.
Sé del riesgo, del riesgo de utilizar vocablos fuertes. Sé que no queremos aceptar la dureza de la realidad, justo como esos alemanes del post hitlerismo. Queremos decir "exagerado". O bien, bueno, fue una excepción, pero eso no suele ocurrir, y además (¡además!) es el pasado, cómo sigue herido es incapaz de perdonar (¡perdonar!)...
Eso sí, hay una historia que merecíamos, eso es verdad: la que nunca nos dieron; la que dejó mellado el ser dulce y delicado, el de los besos de cariño, y el miedo y el temor a amar, inhabilitando para la ternura manifestada...
Y, ¿sabéis lo peor?: nadie puede acompañar a una sombra.

________________

* Bruno Bettelheim, Regreso  a Dachau. En la recopilación autobiográfica El peso de una vida.


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