El día en que caí a sus pies (parte 4)

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—Nos reuniremos dos veces por semana —continuó él—. Quiero que sea un espacio colaborativo  y podamos ir aprendiendo juntos.

Mientras hablaba, se movía entre las mesas, revisando anotaciones, corrigiendo detalles, resolviendo dudas. Cuando se acercó al lugar de Nina, la distancia fue mínima. No hubo palabras de más, pero la tensión era palpable, invisible para los demás, imposible de ignorar para ellos.

—Buen trabajo, Rivas —dijo en voz baja, revisando su cuaderno—. Tienes mirada analítica, eso vale oro aquí.

Nina asintió sin levantar la vista.


El reloj del aula marcaba casi las diez. El grupo había estado revisando el plan de mentorías por más de una hora, y la concentración comenzaba a disolverse. Óscar observó el cansancio en los rostros de los estudiantes y dio por terminada la reunión.

—Bien, por hoy es suficiente —dijo, cerrando su carpeta—. Gracias por venir tan temprano. La próxima sesión será el jueves.

Martina y Diego comenzaron a guardar sus cosas de inmediato. Camila se acercó al profesor con una duda rápida, mientras Álvaro hacía chistes sobre el café de la facultad. En pocos minutos, la sala se fue vaciando.

Nina seguía sentada, terminando de anotar algo en su cuaderno. Cuando levantó la vista, todos habían salido. Solo quedaban ellos dos.

Óscar cerró la puerta con suavidad.
—¿Tienes un minuto? —preguntó.

Ella asintió, sintiendo el mismo nudo en el estómago que la había acompañado toda la mañana.

Él se apoyó en el escritorio frente a ella, con los brazos cruzados.
—Quería revisar contigo el plan de seguimiento. Como trabajaremos más cerca, necesito que estés al tanto de algunos detalles que no mencioné con el grupo.

—Claro... —respondió Nina, intentando sonar natural.

Sacó su cuaderno y él se inclinó para señalar un par de líneas en la página. El silencio se volvió pesado, lleno de esa energía que remueve todo, que hace que tragar saliva sea algo casi consiente y la respiración se agite poco a poco.


—Confío en que vas a hacerlo bien —dijo él al fin, sin apartar la mirada—. Siempre destacas por tu dedicación.

—Gracias, profesor —murmuró ella, casi sin aire.

Él sonrió apenas.
—Fuera de la formalidad... puedes decirme Óscar, al menos aquí.

Nina levantó la vista.
—¿Y si alguien entra?

—Nadie entra tan temprano —respondió él, en un tono más bajo.

Por un instante, ninguno habló. El reloj seguía marcando el paso del tiempo, recordándoles que afuera el día seguía su curso.

Oscar cerró el cuaderno de Nina con sus manos y se acerco más aun _Aun tengo tu sabor en los labios_ dijo sin siquiera inmutarse, buscando en el rostro de Nina cada indicio que su forma de actuar le pudiera generar. Se acerco e inhalo profundo cerca de su nariz recibiendo el cálido aliento de Nina. 

Un gemido bajo abandonó los labios de Nina haciendo evidente lo mucho que le provocaba su cercanía. 

La boca de Oscar avanzo un poco mas hasta llegar al oído de ella y le sostuvo en sus labios mientras respiraba tan cerca que hacia que la piel de ella se erizara, mostrando como su cuerpo, su ser completo reaccionaba sin más. _Dame tus bragas_ Solicitó Oscar con una calma increíble, se separo un poco para mirarle al rostro y extender su mano.

Nina subió sus manos por los muslos, no de esa forma mecánica con la que solía hacerlo cuando se desvestía en casa, esta vez no fue así, por el contrario lo hizo consciente, rozando su piel, notando sus manos, arañando los muslos hasta llegar al borde de sus bragas negras de encaje, las bajo por sus piernas notando como esa sensación de entregarlas sin discusión alguna le había cautivado de una forma que jamás había pensado, Oscar la miró en todo momento, como se iba enrojeciendo mientras la tela bajaba por sus piernas, como ella se inclino para ir por ellas y ponerlas en sus manos. Se acerco a la tela y respiro en ella con fuerza. 

_Hueles tan bien_ dijo con una voz baja, vibrante. Respiro nuevamente antes de ponerlas en su bolcillo. 

_Te gusta la ciencia Nina_ pregunto mientras se incorporaba 

_Sí_ asintió Nina de forma inmediata.

_Hay un experimento que quiero realizar y amaría hacerlo contigo. 

Ella le miró con curiosidad, sin decir nada solo sosteniendo la vista nerviosa.

_El experimento tiene como foco identificar cuanto placer puede soportar una persona_ El lápiz que tenia en su mano rodo y cayó al piso, él sonrió ante ese acto tan inocente, adoraba ver como ella temblaba con su cercanía, se enrojecía con sus palabras y el ritmo perfecto con el que su respiración acompasaba su pecho elevándose poco a poco. 

El sonido de una puerta al final del pasillo los hizo reaccionar. Nina tomó su cuaderno con rapidez, se levantó y lo miró con una mezcla de nervios y calma.
—Nos vemos el jueves, entonces —dijo.

—Sí —respondió Óscar, conteniendo una sonrisa—. El jueves.

Ella salió de la sala con paso rápido, notando como el aire elevaba un poco su vestido y sentía ese frescor en su sexo, tenso sus manos para evitar que se elevara demasiado y continuo en dirección al salón de idioma, para poder comenzar con la clase que venía. Toda la jornada estuvo con la adrenalina a tope, rozando a momentos por sobre el vestido notando la ausencia de su braga, debatiendo con ella misma por haberlas entregado. 

Las clases terminaron al caer la tarde. 

Nina caminó hacia el estacionamiento con la cabeza llena de  pensamientos que no tenían nada que ver con la materia.

Al doblar la esquina del edificio principal, lo vio.
El auto de Óscar estaba detenido a un metro del suyo, con el motor encendido. Él miraba hacia ella con calma, una mano en el volante, la otra apoyada en la ventanilla.

Nina se detuvo un segundo. Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie la estuviera observando, y apresuró el paso. El clic del control del auto rompió el silencio, y las luces delanteras parpadearon brevemente.

Antes de que pudiera subir, la voz de Óscar la alcanzó.
—Olvidaste algo —dijo, con ese tono entre serio y cómplice que solo él sabía usar—. Tengo algo tuyo que deberías recuperar_ elevó la mano izquierda y mostró las bragas negras que llevaba en su muñeca como pulsera.

Nina lo miró enrojecida sin poder responder.

(leer parte 5)





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