El día que caí a sus pies (parte 6)

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Oscar avanzó a la cabecera de la mesa y jaló de Nina para dejar su cabeza colgando, los ojos de Nina le miraban desde esa postura hipnotizada por cómo estaba justo ahora. Poder ver como él se deshacía de su pantalón, mostrando su polla erecta, tan marcada, tan firme. 

Oscar se acercó desnudo pasando la punta de su polla por los ojos de Nina, por su rostro marcando cada espacio con la humedad que brotaba de ella. “Abre la boca”, solicitó y ella no lo pensó dos veces, abrió grande y espero con ansias que le diera de probar. La punta toco los labios y fue penetrando poco a poco la boca, su paso lento rozo la lengua, el paladar y con él esa parte blanda que le dirigió a su garganta, la postura ayudaba tan bien a que entrara toda su extensión que puso su mano en el cuello de ella para poder sentir como este crecía al recibir su polla. Poco a poco el movimiento en su boca fue más acompasado, cada onda en su boca lograba un temblor increíble

Oscar bajo su torso y sin dejar de moverse en la boca de ella estiro sus dedos para tocarla, pasando por sus pechos, presionando la punta para poder tensarles más aun, esculpió en ellos para mojarles y dejarles brillantes mientras su mano siguió avanzando para llegar a los labios íntimos de Nina. Los dedos separaron los labios y giraron en su clítoris endurecido por el placer. “Estas tan mojada cariño” las yemas de Oscar desaparecieron en el sexo de ella mientras su polla se contraía a cada momento en la garganta de Nina. 

Oscar saco su polla despacio notando la saliva espesa que le acompañaba, ese hilo que le seguía pegado desde la boca de Nina que hacía que se viera todo tan hermoso. Arrastró su mano para esparcir la saliva en el rostro de su Nina, mojando incluso el cabello con esos fluidos “Joder como putas me pones” dijo con una voz más que arrastrada. Acerco su boca y le beso con ansias follando su lengua con desespero. “Necesito tenerte y lo necesito ahora” Tomó del cuerpo de Nina y lo giro con una experiencia increíble jalando de su cadera para llevarla al borde, pasó su polla por los labios húmedos de arriba abajo haciendo que ella presionara sus antebrazos y suplicara que la penetrara. 

Cuando al fin presiono sintió como las paredes internas de Nina contrajeron dentro presionando su polla, llevándole al fondo a ese puto lugar que hacía sentir que succionaba de él arrastrándole al placer, cada oleada, cada embestida le elevaba más aun y verla ahí sobre esa mesa, revolcándose de placer le parecía lo más maravilloso en el mundo. 

“Dios, joder que bien se siente” ella estaba tan al borde que su respiración se detuvo, contenida al máximo esperando correrse, cada musculo se tensó, su sexo latió con fuerza y con ello arrastro a Oscar que en el mismo instante estallo dentro de ella llenándole. Los gemidos altos en la sala era lo único que se podía escuchar. Cayendo rendido sobre ella se quedó un momento, acariciando lo que para para él era vida luego de tanto tiempo solo, la mujer que siempre había estado esperando, alguien con quien ser él sintiéndose libre, feliz.

Luego, sin decir una palabra, la tomó con suavidad entre sus brazos.
Sus manos ya no tenían prisa. Eran las de alguien que, después de tanto contenerse, ahora solo quería sostener.

Nina se dejó llevar.
Apoyó la cabeza sobre su hombro, sintiendo cómo el ritmo del corazón de él iba recuperando su compás, cómo el suyo se acomodaba al mismo tiempo.
Salieron de la sala, cruzaron el pasillo y llegaron al dormitorio. Las sábanas blancas, ligeramente arrugadas, esperaban.

Él la recostó despacio, cubriéndola con una sábana que se deslizó hasta su pecho. Se quedó un momento mirándola, como si necesitara convencerse de que era real.

Nina no habló.

Tenía los ojos abiertos, fijos en el techo, intentando entender en qué instante lo imposible se había vuelto inevitable.
Óscar se sentó junto a ella, aún con la camisa desabotonada, y le acarició el rostro con el dorso de los dedos, con mucha delicadeza.

—No pensé que se sentiría así —murmuró él.

Nina giró lentamente hacia él.
—¿Así cómo? —preguntó con un hilo de voz.

Él la miró en silencio.
—Como si todo el tiempo hubiera estado esperando este momento sin saberlo.

Ella sonrió apenas, sin saber si debía creerlo o protegerse de esas palabras.

Óscar continuó, más bajo:
—No me importa la edad, ni la universidad, ni las reglas. He pasado años siguiendo lo que debía hacer... y ahora solo quiero seguir lo que siento.

Nina la escuchó, pero no respondió. Había algo en su voz —una mezcla de certeza y miedo— que la conmovía más que cualquier promesa.

Él se inclinó hacia ella, apoyó la frente en la suya y susurró:
—No pienso dejarte ir. No después de esto. No cuando siento que te reconozco en cada parte de mí.

Nina cerró los ojos.
Sintió su respiración rozándole la piel, la calma que llega después del caos.
Quiso decirle algo, pero no encontró las palabras. Y quizás, pensó, tampoco las necesitaban.

Óscar extendió la mano y le acarició el cabello.

En su mente, la razón aún intentaba advertirle todo lo que estaba en riesgo, pero por primera vez, decidió no escucharla.

Solo se permitió mirar, respirar, y guardar en silencio esa certeza:
que a veces, lo que parece un error, es lo único que nos hace sentir vivos.


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