Una traición, triple venganza

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Valeria era una obra de arte. A sus 47 años su belleza y elegancia eran su estandarte. Una exitosa abogada poseedora de una larga cabellera rubia, ojos verdes, senos operados y una figura que desafiaba el paso del tiempo; desprendía un aura de sensualidad y poder a su paso. Roberto era su esposo, también abogado, dueño de su propia firma. Un cincuentón con poder y dinero de sobra, solo él podría tener una esposa como ella, pero al parecer eso no era suficiente.

Mientras Valeria almorzaba recibió un mensaje de un número desconocido: “Roberto te engaña con Lucy”. Al principio creyó que era un chiste, pero su mente se llenó de preguntas. “¿Lucy? ¿La chica que contrató como secretaria el mes pasado? Ella es una joven muy hermosa, pero ¿haría algo así?”. No pudo terminar su comida y se dirigió de inmediato al edificio donde trabajaba su esposo.

En el piso no había nadie, pero la puerta de Roberto estaba entreabierta. Se escuchaban risas y susurros, empujó la puerta con un dedo y se encontró con una escena devastadora. Roberto, con la camisa desabrochada, tenía a Lucy acorralada con la falda levantada y las piernas abiertas sobre su escritorio. 

Ambos voltearon a la vez intentando dar excusas, Valeria no levantó la voz ni se alteró, a pesar de estar quebrada por dentro, solo miró a Lucy y le dijo irónicamente “Recién graduada y acostándote con tu jefe, vas a llegar muy lejos querida”. A Roberto se le acercó, le abrochó su camisa y le advirtió: “Prepárate para la demanda de divorcio más costosa que has visto”. Con frialdad dio la vuelta y se fue.

Valeria pasó el resto del día llorando encerrada en su oficina, cuando ya era hora de ir a casa, tomó el ascensor junto a su socio Marcos y llegaron en silencio hasta sus autos en el sótano. “Se nota que te pasó algo, soy tu amigo, cuéntame”. Valeria entró por la puerta de copiloto al auto de Marcos y le contó todo. Él le hizo comentarios sobre su personalidad y apariencia, lo hermosa y sexy que es y que su esposo fue quién perdió.

“Necesito distraerme” dijo Valeria recogiendo su cabello luego de desahogarse. Se inclinó hacia Marcos, besó sus labios y llevó sus manos hasta el bulto en sus pantalones. “¿Estás segura?” Preguntó Marcos. Ella le desabrochó el pantalón y le sacó su miembro, “Nunca había estado tan segura” le respondió.

Su larga verga colgaba como una serpiente, Valeria la besó y lamió hasta que se puso dura entre sus labios. Probar el sabor de otro pene, después de tantos años casada, era un afrodisíaco. Mientras introducía su entera longitud hasta su garganta, ella podía sentir su vagina palpitando bajo su falda. 

Marcos le sostenía el cabello, gruñendo. Ella seguía chupando, gimiendo. Fue una mamada salvaje, con saliva chorreando de su boca cada vez que tomaba aire. En cuestión de minutos un chorro de semen caliente llenó su boca y antes de poder tragarlo, otro chorro casi la ahoga. Valeria no dejó caer ni una gota, lo miró a los ojos mientras tragaba y limpiaba sus labios. Se bajó del auto y sonriendo le dijo a Marcos: Gracias por la distracción.

Subió a su auto y mientras manejaba pensaba en lo que acababa de hacer. Metió una de sus manos en sus pantis y sintió lo mojada que estaba, comenzó a masturbarse y decidió que esa noche no iría a casa. Se desvió a una zona de locales nocturnos y entró al primero que encontró con estacionamiento disponible. Pidió un trago y miró a su alrededor, el lugar estaba lleno de universitarios, había una fiesta de graduación o algo así, Valeria se sintió vieja en ese ambiente, pero poco le importó cuando un joven tocó su hombro y le preguntó si andaba acompañada.

Era alto, muy guapo, con un cuerpo atlético y una sonrisa encantadora. Se presentó como Nacho. Valeria le respondió que estaba sola y él no perdió tiempo, le dijo: “Mis amigos y yo seguiremos la fiesta en un lugar privado, pero solo somos hombres y necesitamos mujeres hermosas que nos acompañen ¿Estarías dispuesta a ir?”.

Valeria sonrió por el claro coqueteo, pero le preguntó por qué la invitó a ella y no a alguna de las chicas que estaban ahí. Nacho la miró de pies a cabeza y le dijo “Mírate, luces hermosa, tu rostro, tu cuerpo, tienes todo lo que un hombre podría desear y sería un honor contar con tu compañía”. Ella se sintió halagada y a la vez excitada, lo tomó del brazo y lo llevó al baño de mujeres. Se encerraron en uno de los cubículos y de inmediato ella se agachó y le bajó los pantalones.

Nacho tenía hermosa verga, más gruesa que la de Roberto, más larga que la de Marcos. Lo masturbó viéndolo sucumbir sin decir ni una palabra y luego se la chupó disfrutando cada centímetro de su longitud. Valeria lo hizo como nunca, excitada al verlo rendirse ante sus habilidades orales.

Luego se paró, le dio la espalda y se sentó sobre su pene. Sintiendo cómo entraba poco a poco en su apretada y jugosa concha. Nacho tenía una panorámica perfecta de la espalda de Valeria, viendo sus nalgas rebotar y su pene empapado entrando y saliendo de ella. 

Nacho tomó sus caderas, se puso de pie y con su energía juvenil comenzó a penetrar rápido y con fuerza, sin parar, seguía y seguía. Valeria comenzó a perder control de su cuerpo, su vagina apretaba y soltaba, sus rodillas temblaban, sus manos se aferraban a lo que podían y llegó el inevitable orgasmo. Sus fluidos caían al piso y ella a penas podía respirar.

Valeria se volteó hacia Nacho y volvió a chupar su pene, esta vez no se detuvo hasta hacerlo correrse por completo en su boca. Mientras se acomodaba la ropa ella pensó “Van dos venganzas hoy ¿Qué importa una tercera?”. Le dijo a Nacho: “Llévame con tus amigos, estoy dispuesta a ser la mujer que necesitan en su fiesta privada”.


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