BAJO EL MISMO CIELO

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El sol comenzaba a ponerse, Camila y Sofía se encontraban en la terraza del apartamento de Camila, su pequeño refugio en la ciudad. El aire fresco acariciaba sus rostros, pero el calor entre ellas era evidente.

Había sido un largo día de trabajo, pero después de mucho tiempo, por fin podían estar solas. Desde el primer encuentro, algo en el aire siempre había sido diferente entre ellas. Un entendimiento tácito, una conexión casi mágica que las atraía, sin importar las circunstancias.

Sofía miró a Camila con esa mirada profunda que siempre la desarmaba. A veces, las palabras sobraban. Sólo con un gesto o una sonrisa, todo se decía. Camila, por su parte, se dejó llevar por el silencio compartido, disfrutando de la presencia de Sofía, de su cercanía.

"Es increíble cómo el tiempo se detiene cuando estamos juntas", dijo Sofía, quebrando la quietud con una voz suave, pero cargada de emoción.

Camila sonrió, sus ojos brillando bajo la luz tenue del atardecer. "Lo siento también. Es como si el mundo fuera más lento, más cálido, cuando estamos en la misma sintonía."

Sofía dio un paso hacia ella, acercándose lo suficiente como para sentir el calor de su cuerpo y llenarse de deseo.

Sofía tomó la mano de Camila, entrelazando sus dedos con ternura. El contacto, aunque simple, era el reflejo de todo lo que compartían. La complicidad, el respeto, la admiración, el amor.

"Camila...", susurró Sofía, y en su voz había algo quebrado, algo vulnerable. "Te quiero tanto…"

"Yo también te quiero, Sofía", respondió Camila, dejando que sus palabras se llevaran la intensidad de sus sentimientos. Se acercaron aún más, hasta que sus frentes se rozaron. "Eres mi lugar seguro."

Sofia acariciaba la cara de Camila con sus dedos. Paseaba la yema de su dedo índice por los labios de ella abriéndolos cada vez más. Un ardiente deseo recorría el cuerpo de Camila como una corriente eléctrica que a la vez la paralizaba. Notó la humedad de su sexo, la tensión en su coño que ansiaba el contacto de la boca de Sofía. Camila acercó su boca a la de Sofía y la besó sin poder apartar sus labios de los de ella. El deseo crecía entre ambas, sus manos recorrían sus cuerpos y los desnudaban con fruición. Ambas ansiaban correrse, pero a la vez querían prolongar el disfrute. Sofía se puso a horcajadas encima de Camila que se tumbó boca arriba en la hamaca de la terraza, dispuesta a dejarse hacer. Notó el chocho mojado de Sofía que resbalaba con sus fluidos y un espasmo de placer hizo que su sexo temblara.

Sofía se movía, chocando su coño contra el suyo de tal manera que se le escapaban los gemidos sin poder evitarlo. Sofía jadeaba, sus clítoris contactaban de una manera tan intensa que Camila no podía contenerse, sus agitadas respiraciones recorrían la pequeña terraza y su cuerpo temblaba.

El coño de Sofía recibía los espasmos de Camila haciéndolos suyos y entró en un orgasmo tan intenso que le hizo perder totalmente el control de su cuerpo. Ambas se movían con una compenetración inexplicable y ambos orgasmos no cesaban mientras sus jadeos se oían por todo el edificio. Poco a poco dejaron de moverse, sus chochos temblaban uno junto al otro. Ambas se besaban ahogando sus gemidos y deseándose cada vez más.

Sofía apenas descansó unos minutos, abrazada al vientre de Camila y volvió a sentirse presa de la concupiscencia al notar en su rostro el aroma sexual que desprendía la vulva brillante de flujo vaginal. Camila le acariciaba los cabellos rizados; el vello de la nuca de Sofía se erizaba y una electricidad que era mucho más que sexo y deseo recorría su espalda hasta llegar a la rabadilla: besó los abiertos labios vaginales y saboreó el líquido sexual. Con movimientos sinuosos la lengua acarició y lamió. Camila volvió a dejar escapar un repetido sonido gutural placentero. La lengua de hundió y escarbó extrayendo fluidos femeninos y gemidos crecientes. El suave olor marino del coño impregnaba los labios y el mentón de Sofía.

"Cómemelo, vida mía", dijo en un susurro entrecortado Camila. Sofía abrió con los dedos el higo chorreante y el capullo grueso, duro, sobresaliente y violáceo desató completamente el deseo de chupar y manar aquel clítoris amado. Los labios de Sofía se deleitaban apresando el capullo, jugando con él, arrancando nuevos gemidos de la jadeante Camila. A la vez, ella se movía con leves giros y empujones sobre la boca de Sofía.

"Ya..., ya..., tesoro..., me vengo", estalló en jadeos Camila mientras tenía un orgasmo violento, salvaje, que salía del útero y alcanzaba sus carnosos labios vaginales. Pero Sofía siguió chupando y sorbiendo el coño hasta que los espasmos se espaciaron poco a poco. Camila se frotó la satisfecha carne del untuoso chocho. Sofía miraba y se tocaba el suyo, hambriento y exigente. Camila lo percibió. Se colocó sobre ella y la besó suave, con intensidad creciente, comiéndole la lengua, bebiendo la saliva caliente, haciendo que Sofía se dejase llevar. Los dedos de Camila se apropiaron de las tetas pequeñas y morenas de Sofía. Las acunaba en sus manos que las abarcaban todas. Acariciaba aquellos pezones tiesos como botones endurecidos.

Sofía llevó los dedos de Camila a su coño, que ansiaba ser llevado al clímax nuevamente. Estaba chorreando copiosamente como si estuviera famélico de los besos de Camila. “Me vuelves loca", pensó Sofía, "quisiera que me poseyeras completamente, hasta ser parte tuya, una parte de ti, de tu cuerpo, de tu alma; que nos fundiéramos en un solo cuerpo y gozáramos a la vez, juntando nuestros torrentes líquidos".

Los labios verticales recibieron la carne horizontal de los labios de la boca de Camila que se hundió entre el vello abundante y rubio. Mamó aquella abertura caliente y sedosa. Su nariz se aplastó contra el pubis rizos y velludo en un intento de llegar hasta el mismo útero de Sofía. Camila degustaba el manantial imparable del interior del coño jugoso. Conocía muy bien la energía orgásmica de Sofía, el volcán sexual, le fascinaba ver cómo, cuando la masturbaba, el semen femenino brotaba, llenaba la entrada apretadita, aquella boquita cerrada y discurría por la raja hasta gotear. Le encantaba recoger en las yemas de sus dedos aquella viscosa satisfacción de la vagina, llevársela a la boca, a veces compartirla con Sofía, mezclarla con la suya, acariciar los labios y la lengua de ella con sus propios fluidos.

Sofía y no pudo, aunque quiso, contener el orgasmo brutal que le sobrevino. Emitió un grito que resonó por la estancia mientras se corría como un torrente de fuego. Su coño cabalgaba la lengua, la boca que la chupaba como si quisiera devorar la carne suave de su conducto vaginal.

Sofía se corrió descontrolada. Camila la sujetaba por el culo sin soltar la estrecha raja del chocho. Clavaba con suavidad sus uñas en las esferas redondas y calientes. "No puedo vivir sin ti, mi cielo. Lo sabes, ¿verdad?"

Sofía la atrajo hacia sí. Olió su olor, el de Camila, y el suyo, el de su coñito satisfecho por fin completamente, el de los dos sexos hechos uno, otra vez.

"Lo sé, mi vida; yo tampoco concibo la vida sin ti."


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