EL CABALLERO DEL HUEVO FRITO

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Este era un hombre de avanzada edad y de convicciones un tanto extrañas. Poseía una calva que con el tiempo se había hecho cada vez más vistosa. Entonces tuvo la extraña ocurriencia de ponerse un huevo frito en su calva. Para todos era motivo de sorpresa. Pero lo exhibía con tanto orgullo y engreímiento que cuando provocaba la risa de los que le rodeaban se enfadaba, sólo cuando hacían que lo veían normal él se daba por satisfecho. Sus hijos que habían heredado una coherencia, de la cual carecía el padre, no daban crédito al comportamiento de éste. No logrando hacerle entrar en razón por más que intentaban convencerlo de que se olvidara de aquella extraña moda que había decidido imponer. Su madre decía:¡él es así, que se le va a hacer!. Aunque estas extravagancias no eran del agrado de gran parte de la familia. Pero al ver que por más que lo intentasen no iba a ceder en su empeño, parte de los allegados habían decidido seguirle el juego para ver hasta donde iban a llegar los ingenios del extraño artista. Quien por su parte creía estar haciendo una demostración de talento y poderío, al ver que le seguían el juego, disimulando como podían la aberración a la que asistían bajo risas timoratas o decididas que hacían estallar cuando ya nadie los veía. A sus hijos por su parte les había recomendado que cuando fuesen calvos aplicasen el mismo método para cubrir su alopecia. Estos atemorizados decían:¡sí, sí, ya, ya!, para que iban entrar en discusiones que no conducían a nada. Por muy grande que fuese el error de aquel hombre no iba a modificar su peculiar conducta. El hecho de que fuese cuestionado su invento suponía para él una pérdida de identidad y de reconocimiento.

Algunos socarrones habían decidido ponerse también un huevo frito en la cabeza lo que entusiasmaba a su promotor. Otros allegados, para restarle importancia decían: ¡peor hubiera sido que le hubiera dado por convertirse en Napoleón Bonaparte y nos montase aquí la Revolución Francesa!. Pero por más que se esmerase en lucirse ante los demás con tan singular aspecto no pasaría de ser, como todos sabemos, un hombre con un huevo frito escondiendo su falta de pelo

 

 


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