NO DIGAS NADA... SOLO SIENTE (Quinta parte)

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Cuando logré sosegarme y volver al aquí y ahora, cogí la mano de Zaccha, que se encontraba a mi derecha. Yo estaba acostada entre los dos. Ladee la cabeza para mirarle.

-¡Uffff...!- Suspiré. -¿Sabes qué..? Tenías razón cariño...-. Hice un silencio y volví a mirar hacia el techo, seguía embriagada por todas las sensaciones recibidas.

Zaccha me miró.

-¿Razón?- No te entiendo...

-Sí...- Me giré de nuevo hacia él. -Cuando me dijistes que solo pretendías que fuera una noche maravillosa, que no olvidaría nunca. ¡Tenías razón!

-Pensé por un momento que saldrías corriendo y no te volvería a ver nunca más- Mantuvimos nuestras miradas y apretó mi mano con cariño.  Nos sonreímos.

-Créeme..., en realidad estuve a punto, pero tú sabes que soy una mujer reflexiva. No me costó mucho cambiar de opinión-. Rompí a reir.

-¡Vaya, vaya...! ¡Así que he acertado con el regalo de aniversario! ¿Verdad picarona?- Preguntó irónicamente Zaccha.

-¡Heeyy..!- Solté su mano y le pellizqué en la cintura, haciéndome la ofendida. -¡Tú has sido el que ha preparado todo esto! ¿Quién es aquí el pícaro..? Pero sí...-Acepté, ya más en serio. -Debo reconocer que tu regalo ha superado mis expectativas.

Miré a Paul, que asistía mudo y olvidado a nuestra conversación y sonreía divertido mirando hacia el techo.

-¿Paul? ¿Y esa sonrisa...? ¿Qué te ha parecido?- Le pregunté intrigada.

Se colocó de costado apoyado sobre su codo derecho, mirándome a los ojos con su rostro a escasa distancia del mío y sin que sus labios abandonaran la sonrisa.

-Es que me siento un afortunado. Pienso que el regalo ha sido para mí. Eres una mujer bellísima y cualquier hombre hubiera dado lo que fuera por estar en mi lugar

Besó mis labios. Sentí un hormigueo recorrer mi cuerpo. -¡Estoy loca!- Pensé. Si hubiese seguido besándome estoy segura de que mi maquinaria sexual se habría activado de nuevo.

-¡Gracias..! Susurró al separar sus labios de los míos. -¡Tú eres un regalo Elizabeht..!- Miró a Zaccha que se había incorporado y estaba  apoyado sobre los codos.

-¡Cuídala!- Le aconsejó. -Ahora creo que ha llegado el momento de que os deje solos, veo que tenéis mucho de qué hablar-. Se levantó de la cama y no pude evitar fijarme en el bamboleo de su pene. ¿Lo echaría de menos? -Me voy a dar una ducha. ¡Que descanséis!- Lanzó un beso al aire. ¡Dulces sueños!-. Recogió su ropa y salió de la habitación, cerrando la puerta despacio.

Han pasado dos meses desde que volvimos a nuestra casa en París. Zaccha me reconoció que hubo momentos en esa noche en los que lo pasó verdaderamente mal. Estuvo a punto de parar el juego ante los celos que le provocaba verme con otro hombre que me hacía gozar de esa manera. Tenía miedo de que después yo no acabara satisfecha cuando los dos hiciéramos el amor. La verdad es que estuvo raro durante varios días, se le notaba pensativo, en ocasiones ausente. Decía que sentía un vacío dentro de él, que quizás su mala conciencia se lo había tragado todo en su interior. Que si pudiera volver atrás, habría prescindido de darme ese tipo de sorpresa. Yo intuí que su verdadero quebradero de cabeza se lo daba el creer que su hombría había quedado tocada tras la experiencia. Su honor como macho dominante estaba en duda, por permitir que otro macho le arrebatase a su hembra delante de sus narices. El que juega tiene que arriesgarse a perder, y Zaccha había perdido confianza en sí mismo. Yo le ayudé a recuperarla demostrándole que él era mi único hombre, mi verdadero amor. Nuestras relaciones sexuales siguieron siendo tan satisfactorias como siempre. Incluso seguimos haciendo uso de vez en cuando del pene negro de látex que me regaló hace tiempo. Afortunadamente, todo volvió a la normalidad.

Hace una noche algo fresca, se nota que avanzamos hacia el invierno. Zaccha lleva tres días fuera de casa, en Niza, asuntos de trabajo. Volverá pasado mañana. Así que, estoy sola. Tenía la necesidad de contarle mi experiencia a alguien. Debo reconocer que al volver a recordarla, mientras escribía sentada en la mesa escritorio, he tenido que cruzar las piernas y obligarme a no separar las manos del teclado del portátil. Llevo toda la tarde con un hormigueo especial en el estómago. Ahora mismo estoy estoy algo nerviosa, voy a cometer un pequeño pecado que será mi gran secreto. Zaccha nunca se enterará... ¡eso espero! Creo que voy vestida adecuadamente. Minifalda blanca, zapatos con tacón de aguja negros, un tanguita con transparencias también negro, y el sujetador haciendo juego. En la parte de arriba...Perdón... han llamado al telefonillo...Debe ser Paul. Mi pequeño pecado. Esta tarde me llamó al móvil para anunciarnos que estaba de vacaciones en París. Le apetecía vernos para saludarnos y tomar algo juntos. Le conté que Zaccha estaba fuera, pero que si le apetecía, podríamos vernos aquí en mi casa, y cenar juntos. Aparte de un excelente amante, creo que también es un buen cocinero... Ha vuelto a llamar... ¡Será mejor que vaya a abrirle, no sea que piense que no hay nadie en casa y se vaya! ¡Ufff..! Estoy impaciente por volver a verle, y a estremecerme cuando de nuevo me susurre al oído... Elizabeht... no digas nada... solo siente. Bueno... un beso. ¡Au revoir!...

..Ya os contaré...

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