El yo universal

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El Yo Universal.

Me sorprendió cómo la complejidad se convertía de pronto en normal, todo aquello que siempre había tejido telarañas en mi entorno, que me atrapaba e incluso a veces no me dejaba ni tan siquiera lanzar un suspiro, se tornó suave y transparente. Como en un Aquelarre tras el cual la Magia surte efectos transcendentales, todo era normal, con la tranquilidad de los estanques quietos y el oxígeno sin aire batiéndolo. No se escuchaban los sonidos agudos del tañer de las espadas ni los desaforados gritos de las hordas que intentan invadirte en cada decisión de una vida, no pesaban los complejos ni las miradas inquisitivas, no me dañaban las conspiraciones que la vida preparaba para mí. El frío era capaz de sucumbir al cobijo de un abrigo y el calor de diluirse ante el agua fresca; Tan simple, tan cerca y al alcance de una voluntad sin perezas, tan normal como un cuadro colorido aunque no acabes de comprender el arte pictórico, sólo dejar que te envuelva el candor de los arco iris del pastel.

Alguien recientemente, me ha sugerido que las Almas con sentimiento son capaces de encontrarse sin que ello sea un accidente, ni siquiera algo especial, yo que pensaba que esas alquimias sólo se dan en los cuentos de hadas. Es cierto, uno puede ser más alto, más guapo o simplemente más natural, con la actitud adecuada, a veces nos empeñamos en atornillar tornos que no son del mismo paso, que tienen distinta envergadura o simplemente que no tienen una misma finalidad, somos capaces de intentar ver lo rebuscado y poco evidente en aras de macabras conclusiones sin sentido y por la mera razón de hacer de la complejidad la forma de vida habitual y lo cierto es que dejamos varadas las barcas de la coherencia, la simplicidad y lo bello por natural como algo que no tiene la menor importancia, siendo estas, las más importantes y oportunas virtudes por simples y espontaneas.

Amor y dolor, emociones ancestrales como pilares de una vida plena que simplificamos sin percibir lo que realmente son y significan para nuestros corazones y almas, nos empeñamos en labrar tierras desaforadas haciendo surcos torcidos para una siembra poco productiva y gastamos nuestras mejores energías en ello, omitiendo las de verdadera virginidad, ocultar los mejores sentimientos produciendo dolor con el pensamiento perpetuo de que hay que guardar para el mañana esas praderas verdes que son productivas por ellas mismas, esperando, siempre esperando, sin saber qué o a quién, nos llevamos con nosotros los mejores manjares cuando no somos capaces más que de dejarlos descomponer al sol de nuestras vanidades.

Por un ser humano mejor, por un mejor yo y todo lo que ello puede llegar a construir.

 

Autor.- Rafael Rivas.


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