Sin salida

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A veces sentimos que la vida nos da la espalda y a pesar de estar rodeados de personas, sentimos que nuestra soledad es sólo nuestra. La depresión es una neblina que nos va cubriendo poco a poco, distorsionando la realidad y tapando todo aquello que el mundo nos ofrece día a día, llevando nuestra mente a una realidad modificada en que cada insignificante acto de nuestra vida diaria se puede transformar en un detonante irreversible, ridículo e incomprensible.

Cierto es, que cada uno “es” dependiendo de sus circunstancias vividas en la infancia y la adolescencia, épocas que marcan fuertemente nuestra personalidad futura. Pero saber que el mundo está lleno de nuevas posibilidades, independientemente de lo vivido anteriormente, el pasado nunca vuelve y llega un momento en nuestras vidas que nosotros mismos somos los que tenemos la llave para elegir nuestro destino... justo, cuando todo va tan mal que no tienes nada que perder.

Soy de los que pienso que la libertad de la persona debe de ser infinita sobre uno mismo. Sin perjudicar a nadie, cada uno es libre de hacer con su existencia lo que quiera, incluso elegir la muerte. ¿Pero por qué elegirla? ¿Por amor? Somos millones de personas en el mundo, no creo que ninguna persona sea la definitiva, siempre se podrá encontrar a alguien, por mucho que queramos o lo intentemos, nunca estaremos solos en la tierra. ¿Es la única salida en la sociedad actual para una persona de 24 años, sana físicamente, rodeada de amigos, gente que le querían con dulzura y locura... Pero sin modo de ganarse la vida? La familia siempre estará ahí, los amigos… y ¿Si todo eso falla? ¿Si la familia se desmorona, o no existe afecto familiar? ¿si los amigos no hicieron lo que esperabas? … Quedas tú con tu soledad. Pero ahí es dónde te debes sentir fuerte. Nosotros nos hacemos, debemos ser superiores ante las circunstancias difíciles, apoyarte en tu conciencia y organizar tus emociones. Respirar tranquilo y sentir el afecto de las personas cercanas que te rodean. Pensar que cada día amanece un mundo que se mueve, que ruge vida, quizás hay una persona que ayer no estaba ahí y hoy podría ser el amor de tu vida. O alguien qué pasó mil veces a tu lado para ofrecerte una nueva experiencia, pero nunca te percataste porque estabas bajo el maléfico hechizo de la depresión. Aunque a veces parezca que tu mundo está parado no es cierto… es una ilusión óptica que transmite la soledad de tu cuarto. Debes salir a disfrutar, a vivir y sentir el aire de cambios que existe en la calle. Cada día es diferente al anterior, y lo que viviste ayer nunca volverá… Por eso siempre debes mirar al frente, buscar las alternativas que el universo nos ofrece, salir a vivir las nuevas sensaciones para despertar tus sentidos positivos. Dejar de un lado la oscuridad de tu cuarto, la seguridad de la cama es una trampa que acaba apoderándose de tus emociones, convirtiendo tu mente en un amasijo de carne inseguro de su existencia. Bajo la penumbra que da la luz de las nuevas tecnologías a tu cueva, crees estar viviendo y compartiendo con los demás, crees estar en todas las partes del mundo y dentro de todo lo que se “vive”… pero es ficticio, vives en una cárcel siendo tus grilletes una pequeña pantalla. ¡Quítame el artefacto y dame un Jardín con una bella chica con la que hablar y tener contacto!

La luz del sol nos da vitaminas, el aire fresco renueva nuestros pulmones, la compañía de tus seres queridos mejora la mente y el corazón, el sonido de la vida dá más vida… Sólo tienes que subir tu persiana y abrir la ventana para que toda la vida que mueve el planeta se insufle a través de tus células haciéndolas moverse y vibrar debido a lo que más allá de tu cuarto te puede esperar.

Como tú, mi querido amigo, que cuando vivías eras pura energía, pura dinamita. Llenabas las reuniones de vida y emoción. Tus locuras eran auténticas genialidades, sólo posibles por un brasileño loco como tú.

Tu acento sevillano te hacía más único, tu batería te hacía rebelde, tu ingenio era infinito, tu bondad te hacía grande… tus amigos te hacían reverencias.

Aunque pienso que te equivocaste, que debías haber resistido, como hiciste en mil sitios que no podías haber imaginado hace años.

Las épocas malas en la vida pasan porque tienen que pasar. Es imposible tener la felicidad infinita, siempre habrá alguien o algo que nos puede perjudicar emocionalmente y acabar con nuestra eterna felicidad.

Por eso, siempre hay que estar prevenido emocionalmente a los ciclos en los que no todo en el mundo brilla como lo solía hacer… No todo pintaba tan bien como cuando lo imaginaste en un pasado… ¡Pues cámbialo!

Piensa en alternativas, si ya no era nada como te gustaba… cámbiate de casa o de trabajo. Sino puedes, porque la cosa está difícil… lárgate un fin de semana a casa de alguien conocido o lo que sea, ¿No tienes? búscate un curso o simplemente… ¡sal a pasear por el parque! y túmbate en el césped a leer con tu libro, con tu i-pad, i-phone o i-chisme que te dé la gana.

En definitiva, cambia tu rutina para que así el azar y el destino hagan de sus mezclas para que tú vida oscura y monótona cambie a una que brille a menudo y sólo tenga unos nubarrones grisáceos de vez en cuando… Porque nunca brillará el sol todos los días, y eso hay que tenerlo claro.

Sin embargo, cierto es que es siempre más feliz aquél que necesita poco, que sabe disfrutar de los detalles que los días nos regalan, que aunque todo salga mal… al final es feliz porque cuando llega a casa tiene lo básico que necesita, según cada individuo claro. El amor es un estado químico y mental, como un cuchillo, hay veces que nos hace heridas tan profundas que tardan años en curarse…. Igualmente, cuando te haces un corte vas al hospital a que te lo sanen lo más pronto posible… Cuando sufres un tajo de amor, tu hospital es la calle, los amigos, quedarse encerrado en la soledad es igual que pretender curarte las heridas de cuchillo con sal y vinagre.

Todas las heridas, físicas, psíquicas y amorosas son curables, si te ves sin salida es porque te falta luz. Abre la puerta de salida a la calle… de salida a la vida.

Para Ulisses


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