En el fondo de la jaula

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- Vamos a ver que te ponemos hoy - comentó el hombre casi para sí mismo mientras alargaba la mano para rebuscar entre un montón de papeles fotocopiados que estaban dispersos en su escritorio.

- Esta semana te he puesto algunas noticias internacionales, algunos buenos chistes, algo de “El principito”…. ahm… siempre viene bien leer algo de ese libro. – Se quedó pensando algunos de los fragmentos de la obra de Antoine de Saint-Exupéry que había seleccionado. – En fin… creo que algo de Kafka no vendría mal ahora dada la semana tan extraña que están ocurriendo. Creo que tenía unos fragmentos de relatos suyos por aquí…

El hombre acudió a otro montón de papeles de su escritorio y escogió un folio fotocopiado con algunos párrafos de obras de Kafka que había seleccionado cuidadosamente tiempo atrás. Se dirigió a la terraza, de donde provenía una animada música, quizás un éxito moderno que emitían en ese momento desde una emisora local.

- Fuera la radio por hoy. – dijo apagando el transistor a pilas. Miró hacia la pared y saludó a su pequeño canario que empezaba a revolotear dentro de su jaula por la presencia del hombre. Comprobó que tenía alpiste, lechuga y agua suficiente mientras lo tranquilizaba son silbos y palabras. – Ssshhh, ya está papi aquí, niiiño.

Descolgó la jaula y la depositó en el suelo. Accionó los cierres y separo la base de plástico del armazón de finos alambres blancos que formaban el hogar del pájaro. A continuación retiró los papeles, cubiertos de excrementos y de cáscaras, que solía colocar en el fondo de la jaula, sobre la base, para poder limpiar con mayor facilidad los desperdicios.

- Bueno amiguito, para hoy tenemos algo que te extrañará y sorprenderá – dijo cogiendo el folio que había seleccionado de su escritorio, colocándolo con cuidado en el fondo de la jaula. – Creo que te gustará. - El pájaro respondió con graciosos y vivaces sonidos.

Colocó la jaula en su sitio y se quedó unos instantes contemplando como el animal revoloteaba y daba pequeños saltos, posándose en los barrotes y en las perchas, esos palos horizontales que se colocan entre los barrotes y que dan al interior de la jaula para que el pájaro pueda posarse. El canario agitaba la cabeza de hito en hito y parecía que miraba fijamente hacia abajo por unos breves segundos. Quien le viese en ese momento se llevaría la impresión de que el animal prestaba su atención a pequeños intervalos sobre algo que hubiese en el interior de la jaula.

Así es, el hombre era una persona muy cuidadosa y metódica. Quería tanto a su pequeño y cantarín pájaro que no se dignaba a utilizar viejos periódicos ni catálogos publicitarios para cubrir el fondo de la jaula. Seleccionaba y cuidaba lo que su pequeño canario leía, y éste era un pájaro feliz.


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