Me cambió la vida (parte XIV)

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Me di una rápida ducha y luego me vestí con una remera y unas bermudas.
Mi cabeza daba vueltas. Tenía la imagen de Mercedes con los ojos bañados en lágrimas. Mi corazón latía con fuerza. Qué me estaba sucediendo?. Y al recordar cómo reaccionaba cada vez que la veía y el pánico que sentí cuando habló de irse de mi casa, llegué a la conclusión de que me estaba enamorando de esa criatura. No podía negarlo. Estaba sintiendo algo que hacía mucho tiempo no sentía. Estaba sintiendo amor. Y tuve miedo.
De repente, me encontré nuevamente junto a la bañera donde Mercedes yacía, con los ojos cerrados, sumergida en un baño de espuma.
Me quedé callado mirándola mientras mis sensaciones confirmaban mis temores. Y escuché mi propia voz diciendo: "- Te quiero, Mercedes.
Ella abrió los ojos que se iluminaron al verme.
Agregué: "- Sé que es una locura, pero estoy enamorado de vos".
Ella dijo: "Si es una locura, yo también debo estar loca, porque también te amo. No sabes el miedo que tuve pensando que me rechazarías. No sé qué hubiera hecho".
Y noté que era feliz. Con la misma felicidad que ahora me embargaba a mí.
Hizo un mohín y, poniendo voz de nenita, me dijo: "- Me ayudas a bañarme? Soy tuya".
"- En ese caso, eres muy traviesa".
"- Y no te gusta que lo sea?". Definitivamente, estaba en sus garras. Mi cuerpo reaccionó vivamente. Cómo me excitaba. Me saqué la remera y le dije:
"- Dame tu pie derecho."
Lo sacó del agua y al acomodarse, tuvo que abrir las piernas. Cerró los ojos, reclinándose en la bañera, sumergida hasta el cuello.
Su pie reposaba en una de mis manos. Con la otra masajeaba sus talones, los tobillos, el empeine y los dedos. Estaba totalmente concentrado en lo que estaba haciendo. Lo hacía con verdadera devoción. Quería mimarla, adorarla. Hacerla gozar de cada instante en que estuviera a mi lado.
Después, mi mano comenzó a subir, remontándose por sus piernas por la parte posterior.
"- Ay, que me haces cosquillas".
"- Ya pasarán. Y cuando se pasen, te sentirás mejor".
Al rato, desperezándose como una gata me dijo "- Ya me siento mejor... mucho mejor".
Acomodé su pierna dentro del agua y me incliné hacia ella. Sentí su cálido aliento en mi rostro. No pude contenerme y busqué su boca con la mía. Su lengua se adelantó a la mía y le cedí la iniciativa. La introdujo en mi boca. Era una lengua juguetona, cálida, suave, acariciante.
"- Ponte de pie" - le dije, ayudándola a levantarse. Se quedó parada ante mí, con los ojos cerrados. Sin tocar su cuerpo con ninguna parte del mío, la besé en la boca Y luego comencé a bajar. Por las mejillas, el cuello, los hombros, el nacimiento de sus senos. Con la lengua lamía las gotitas de agua que corrían por su piel, como inquietos brillantes.
No abrió los ojos en ningún momento. Lo único que hacía era jadear, respirando cada vez más rápidamente. De vez en cuando dejaba escapar un involuntario gemido que brotaba incontenible de su garganta.
Después de besar delicadamente sus pezones, que se habían endurecido como piedras, seguí hacia abajo, acompañando el descenso de mi boca con las manos, acariciando sus caderas y sus muslos.
"- Tenés una piel hermosa. Una carne fresca de adolescente. Querías que tu tío te enseñara todos los secretos del amor?, pues voy a darte la primera clase.... Vos, solamente, dejate hacer y gozá. Voy a ser tu mejor maestro, te lo juro".
Con mi boca bajé por su abdomen, jugueteando un instante con la lengua en su ombligo, para seguir hacia su vello raleado. Mercedes comenzó a gemir más y más fuerte.
Notaba como mis caricias le producía escalofríos y su carne se crispaba. Las piernas le flaquearon cuando llegué a su cuevita ardiente.
Delicadamente, separé los labios y quedó ante mis ojos la rosada carne. Apoyé mi boca allí y di una primera lamida justo sobre su clítoris. Ella lanzó un ahogado alarido, demostrándome que había dado justo en el centro de su fibra más sensible.
"- eres deliciosa, mi chiquita. goza con mi lengua. Vas a conocer el placer en todas las formas que te puedas imaginar".
Nuevamente, pegué mis labios a su conchita virgen y mi lengua fue como un pene, una lanza, hurgando en todos los recovecos de aquella gruta celestial.
Su cuerpo se había convertido en una pila eléctrica. Clavaba sus uñas en mi nuca empujando mi cabeza hacia su sexo. Mis labios y lengua se movían cadenciosamente y mis dientes mordisqueaban ligeramente la carne.
Los primeros lentos espasmos de su cuerpo, fueron repitiéndose cada vez más rápido, como una reacción en cadena. Su vientre, sus caderas, sus muslos, sus senos, latían al compás de su enloquecida respiración.
Un convulsivo temblor y una mayor presión de su pelvis en mi boca me avisó que se avecinaba el orgasmo. Yo abarqué todo lo que pude sus labios vaginales con mi boca y sorbí con fuerza, recibiendo en mi boca todo su jugo, al tiempo que Mercedes se arqueaba hacia atrás gritando a toda voz: "- Tíoooo... me muero. Te amooooo".
Al verla en ese estado, comprendí que la estaba ayudando a convertirse en una verdadera mujer. Yo la estaba moldeando como un experto alfarero.
Seguí besando su cuevita, decreciendo en mis movimientos, para no interrumpir bruscamente su éxtasis. Luego, fui poniéndome de pie lentamente, mientras ella se sostenía de mis hombros, con el cuerpo totalmente aletargado.
Estuvimos así, abrazados, un buen rato. Y cuando noté que ya había recuperado sus fuerzas, besé dulcemente sus pechos, tomé sus manos y las puse sobre el bulto enorme que se había formado en mis bermudas.
Lo acariciaba por sobre la tela, como no sabiendo qué hacer. Yo desprendí uno de los botones de la bragueta y entonces ella continuó con la tarea, hurgando luego con una mano dentro del pantalón hasta ubicar la abertura del calzoncillo, rozando con sus dedos la ya enorme vara hirviendo.
"- Es para vos. Todo para vos, mi cielo".

CONTINUARÁ........

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