El amanecer (relato real) Cap 2

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Capitulo 2

Dos horas después estaba en su casa ocupada con eventos, compras, mozos, etc.

En la tarde jugó tenis y habló de los mismos temas con las amigas de siempre.

Sin saber por qué, la imagen del hombre volvía a su mente por algunos segundos.

Volvió a su casa y dedicó un par de horas a emails, chat, lavarropas.

Se duchó y con un té en sus manos se fue a la cama.

´Vio el final de una película y el comienzo de otra. No conseguía concentrarse.

Apagó el tv e intentó relajarse.

Dormía con un dos piezas de seda gris. Sin darse cuenta su mano buscó su pezón derecho. Ni bien lo retorció un poco se puso duro y le envió una corriente eléctrica a su vulva. Nuevamente estaba húmeda. Recordó que su pubis necesitaba un retoque. Se levantó y preparó los elementos.

Su esposo le había regalado una brocha suave y espuma de afeitar. Comenzó la tarea esparciendo espuma en su mano y desparramándola por su pubis.

Al pasar la brocha distribuyendo la espuma, una porción tocó su clítoris y le hizo dar un respingo . Al mismo tiempo gimió roncamente.

Continuó repartiendo la espuma y en un momento, sin darse cuenta, la brocha estaba completamente sumergida entre los labios de su vulva. Besando su intimidad tibiamente. Su mano izquierda bajó hasta su clítoris y lo masajeó . Un gemido más prolongado escapaba de su garganta. Sus ojos se cerraron. El calor de su cuerpo le hizo transpirar en el pliegue bajo sus pechos.

Se recompuso y comenzó a afeitar. Dejó un montículo sobre el clítoris.

Enjuagó la zona. Se secó. Revisó con sus yemas la zona y se dio por satisfecha.

Volvió a la cama. Más despierta que antes.

Intentó dormir. Intentó ver TV.

Reconoció la sensación de excitación que la había acompañado todo el día.

Buscó los juguetes sexuales nuevos y los puso a entibiar.

Preparó almohadones, toallas,aceite lubricante.

Se acostó y exhaló fuertemente.

Su mano derecha se apoderó de su monte recién afeitado y suavecito.

Tomó un vibrador con textura suave y movida por su voracidad oral, lo chupó golosa. Su lengua hacía chasquidos al comer ese miembro.

Ya su mano abarcaba toda su vulva y la estrujaba ansiosa.

Vertió aceite en su mano y tomó el otro vibrador. Al acariciarlo, dijo despacito

- "hmmmm, ...que rica pija.."

Acomodó su culo sobre la almohada y su vientre quedó erguido en la cama, desafiante. Su mano continuaba sin parar, y sin apresurarse.

Acercó el aparato venoso, que pesaba en su mano, al botón mágico. El aceite escurrió una gotita hacia sus muslos.

Puso más aceite sobre el miembro, lo frotó con algo de presión sobre el clítoris y los labios de su concha.

El aroma del aceite flotó un instante. Accionó la vibración y el cosquilleo mágico recorrió su cuerpo. Mantuvo su mano libre estirando los pliegues que recubren su clítoris para permitir el contacto con el extremo bulboso. El placer se enseñoreó en su cuerpo. Los dedos de sus pies se crisparon.

El movimiento tomó ritmo propio. No lo hacía ella. Sus instintos se adueñaron del comando del aparato.

Necesitaba contacto en los pliegues internos de su sexo. Su cuerpo se apoyó en la almohada y busco más contacto con el ingenioso juguete.

Con la humedad y el aceite ingresó tres cuarta partes y le dio más velocidad. El aceite y sus propios jugos chorrearon hasta su ano y le produjeron una cosquilla pequeña.

Una imagen del hombre se cruzó un instante en su mente.

El juguete era dueño de su calor y su cuerpo lo aprisionaba como si quisiera devorarlo. Volvió a sentir la cosquilla en su culo.

Con su mano libre buscó la gota de aceite y jugos propios para sacarla. Al estar sobre la almohada, sus piernas flexionadas apuntaban al cielo. Su mano entonces, se encontró con una flor suave en la noche. Tibia, húmeda, palpitante, de pétalos carnosos.

Su dedo cambió de intención y acarició el círculo misterioso. Se introdujo el dedo medio suavemente, girando, entrando, sacando, acariciando. Su ano se integró a la fiesta y agradeció con cosquilleos maravillosos.

El placer tomó presencia en la habitación. En la pared las sombras proyectaban figuras fantasmales de sus piernas alzadas, mezcladas con la sombra de su cabeza, erguida instintivamente mirando el miembro magnífico que la penetraba.

Hurgó con su dedo y a través de la tela interior palpó la vibración desde su culo. El calor del orgasmo comenzó a inundar su vientre. Su labio superior transpiraba.

No distinguía la fuente del placer.

El orgasmo sobrevino como un amanecer repentino. Desde pequeñas luces hasta la culminación extrema. Tembló en forma descontrolada. Apretó el dedo y el aparato con sus músculos sin quererlo. Los espasmos la hacían temblar. Su cara mostraba asombro ante el baño de placer. Se dejó llevar e interminablemente sacudía involuntariamente su cuerpo. El gemido cruzó la noche y no le importó.

Poco a poco recuperaba el ritmo de la respiración. Retiró los elementos de placer y se sumergió en el sueño.


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