el amo de llaves

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Debía convencerlo… era mi responsabilidad, mi objetivo, mi deseo. Llevaba menguando desde hacía meses y no podía librarme de aquellas aplastantes sensaciones de gran pesar con las que arrastraba. Lo había intentado todo, pero algo faltaba, algo que estaba oculto a la vista y no se dejaba ver.

La nieve caía copiosamente, yo la observaba detrás de una ventana borrosa con una humeante taza de café. Los diminutos copos realizaban su último baile antes de caer al suelo y reunirse con los demás formando una fantástica alfombra blanca. ¡Qué felices eran! Realizaban su magistral labor y luego desaparecían, no había complicaciones, ni sufrimiento, todo era perfecto.

El infernal chillido de la puerta me araño los sesos, me volví y vi a mi mujer; la desazón de la amargura surcaba su rostro ensañándose bajo sus ojos; avanzaba lentamente con un ridículo peinado y me miraba como si fuera un desconocido. Me saludó alzando la cabeza, como obligada por la situación. Ojalá pudiera salvarla. Recuerdos de un amor pasado afloraban en mi mente, para luego agriarse y teñirse de indiferencia.

Debía convencerlo… necesitaba intentar cosas nuevas, pero ¿Quién sabe cuál es el camino correcto? He oído decir que el tiempo no espera por nadie, pero por más prisa que me dé, los resultados siguen siendo nefastos. 

¿Seremos nosotros mismo los culpables de nuestras desdichas? ¿Una mala decisión puede atormentarnos el resto de nuestras vidas? ¿Cómo debemos actuar ante tantas adversidades, ante tanta corrupción? ¿Debemos pagar justos por pecadores?  Solo tenía preguntas para un silencioso amo.

Necesito esa llave… la de la esperanza, la del amor, la de abundancia; pero el amo de llaves parece ignorarme. Vivo sumido en una profunda tristeza que me devora lentamente, mi vida es una melodía triste en la que el otoño nunca termina. ¿Qué es lo que quieres de mí?

La tarde cae, las horas se han marchado sin despedirse. Aún estoy en pijama y la taza de café esta helada, no he podido apartarme de la ventana, no he podido dejar de mirar la nieve. La oscuridad avanza en mi interior, arrasando con toda luz; el divorcio, el desempleo, las deudas, los problemas me apalean hasta dejarme medio loco. Al final, el sol se esconde y la noche se presenta, el día a pasado en un suspiro; me levanto del sofá con una sonrisa en la cara, es la hora de dormir, el único momento en el que los sufrimientos me olvidan, las drogas hacen bien su trabajo.

Necesito abrir la puerta… la de una nueva oportunidad, encontrarme con el camino correcto. ¿Por qué cuesta tanto? Solo es una mísera llave. Los días corren su maratón y yo soy el triste espectador que los ve pasar. Me doy cuenta que lo que realmente aprecio de mi ventana no es el paisaje, sino la sugerente idea de acabar con todo de un salto. El silencio es espectral, los únicos vestigios de ruido son el eco de mi mente recordando los chillidos de mis hijos antes de salir para no regresar. Miro al fondo del abismo, me subo al borde, un violento mareo me hace tambalearme y el corazón me estalla en pálpitos, me aferro fuertemente a los bordes y observo como el temor se ríe de mí. Nunca había llorado tanto en mi vida.

He dejado de buscar la llave, el amo sigue ignorándome. Ahora vago por las calles sin rumbo, buscando comida y lugares para dormir. El mundo, o el estado, o los bancos me quitaron mi morada, no estoy seguro de quien es el responsable, ya que todos se auto-exculpan. Lo he perdido todo, no soy nada, morir es lo único que me queda.

El tintineo del metal rezumba en mis oídos, el sonido me provoca satisfacción, se golpean unas con otras, millones de llaves, que abren exóticas puertas con un sinfín de posibilidades. Me levanto de mi catre de cartón, estoy helado, el gélido sol me deslumbra con su belleza, nunca había dormido tan bien. Una extraña energía flota por el aire, algo me empuja sin sentido. Abandono la ciudad y me interno en el campo, me deleito con un millar de paisajes y recorro lugares asombros; ya no tengo miedo, sin nada que perder, el temor se ha esfumado. Encuentro trabajo en una plantación de uvas, es el peor trabajo que he tenido nunca, pero a la vez es estupendo. Conozco a una mujer y me enamoro, ella es como yo y solo exige amor. La vida se vuelve amena y ya no sufro. Con el paso del tiempo me apasiono por los vinos y mi trabajo deja de ser pesaroso, la melodía alegre ha vuelto a sonar, ahora vivo a mi manera.

Pasos acompasados se acercan a mí, no estoy seguro de estar en un sueño o no, detrás de la penumbra un hombre aparece: es el amo de las llaves. Ya no necesito de su ayuda, pero sin embargo él me sonríe, busca minuciosamente entre un millar de llaves y me entrega la elegida, es antigua, de color plateada, la observo atentamente y al alzar la vista el amo ha desaparecido. 

Aquella no era la llave de una puerta, no existían las puertas, solo los caminos. Después de librarme de mis cadenas, la llave desapareció. 


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