Un plan perfecto

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Enviado el , clasificado en Amor / Románticos
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La verdad es que la vida te da pocas distracciones. Para mí, en mi aburrida vida de oficinista, ver llegar a Ángela a la oficina era una de las mayores. La verdad es que no era una belleza, pero comparada con las demás chicas del entorno, aquello era lo único en que se podía fijar uno. Bonita cara, delgada, joven, más de lo que podía pedir.

Así que todos los días, encontraba una razón para levantarme y me sentaba en mi oficina esperando descubrir el color de su vestido y confiando en que trajera alguno de sus atuendos más apetecibles, para luego invitarla a un café y hablar de tonterías.

Y lo cierto es que ella me seguía el juego. No rechazaba jamás ninguna de mis invitaciones, se mostraba muy simpática y me contaba toda su vida. Por lo que ella decía, no tenía una vida sentimental muy interesante, ni novio ni nada, así que unas crecientes esperanzas crecían en mi interior.

Pero unas esperanzas, ¿de que?. No tenía la menor intención de dejar a mi mujer ( mucha complicación ) y no me veía teniendo sexo en el cuarto de almacén. Así que a pesar de que su imagen crecía y crecía en mi cabeza, no se me ocurría que hacer.

Un día, después de leer un libro con una historia parecida, concebí mi plan. Reservaría una habitación en un hotel en el otro lado de Madrid,  le diría a mi mujer que tenía un viaje a La Coruña y a la salida del trabajo le propondría a Ángela tomar un café fuera de la oficina. Allí le propondría ir al hotel y bueno, lo demás es imaginable.

Pero había obstáculos. Lo de mi mujer era fácil. Lo del hotel, cuestión de dinero. Librarse de la bruja de Pilar, la vetusta secretaria que la acompañaba al metro todos los días, tarea difícil.

Así que la parte más complicada consistía en inventar una tarea que retuviera a Ángela el tiempo suficiente para que Pilar se fuera a su casa, pero tampoco podíamos salir muy tarde. A las 8 entraba Carmela, la recepcionista de último turno. Está chica tenía una conexión remota con mi mujer, y tenía pinta de chismosa. Prefería no tener líos y además, necesitaba tiempo para convencer a Ángela.

Así que el plan completo quedaba asi:

v  Asignar a Pilar todo el trabajo posible de Lunes a Miércoles, como seguramente se quejaría, le daría la tarde del Jueves a cambio.

v  Inventarme una presentación al director general el Viernes. Luego siempre podríamos decir que la habíamos cancelado.

v  Reservar una habitación doble en el hotel.

v  Pedir a Ángela que trabajase conmigo hasta tarde y luego proponerle la cerveza, etc, etc

 

Previamente a nuestro día de la cita empecé a preparar el terreno con Ángela intentando subir el tono de nuestras conversaciones, y tal vez exagerando mi experiencia. La verdad es que ella no parecía seguirme el juego, pero eso no me pareció extraño.

Así que llegó el gran día. La primera parte salió redonda, convencer a Pilar de que se tomase el día libre ( aunque no había conseguido tenerla muy ocupada ) fue fácil.

Entonces, invité a Ángela  a mi despacho para evitar que se fuera. Estuvimos trabajando en mi presentación inventada. Estaba muy guapa, tenía el hotel reservado. Todo iba bien.

De pronto, un pequeño contratiempo. Justo cuando estábamos acabando, y por primera vez en 8 años, el director general aparece por mi despacho. Así que ella se va, y me quedo como un idiota hablando de tonterías mirando nerviosamente el reloj.

Me deshago de él como puedo y voy nerviosamente a la mesa de Ángela. Vacía y bien recogidita, el montón de papeles me mira riéndose de mi desgracia.

Esto no puede ser – me digo. Si bajo rápidamente la pillo en el aparcamiento, sé que sale por allí.

Así que dejando cartera, ordenador y todo, bajo a toda velocidad hacia el garage. Una vez que abro la última puerta, lo único que veo es la espalda de Carmela, en medio del pasillo. Peor imposible, me digo. Así que decido esperar detrás de una columna, a ver si aparece mi chica.

Hola Carmela – reconozco la voz de Ángela – Casi nunca te veo.

Hola Ángela – responde Carmela – ¿ Trabajando hasta tarde?

Pues, sí , espero que no sea muy común a partir de ahora – dice Ángela

-          ¿Que tal con el baboso ese?

-          Bueno, pues a peor. Últimamente le ha dado la vena guarra y me tiene frita

( ¿Quien sería el baboso ese? Tendría que enterarme )

-          Por cierto, lo mismo está por aquí – continuó Ángela – me ha tenido trabajando en una presentación estúpida tres horas, la podía haber hecho solita en diez minutos.

-          Pues te acompaño a la puerta ¿quieres un café?

-          No, está Sebas esperándome.

-          Jope, las hay con suerte

Aquel día ví el Zaragoza – Celta en la televisión del hotel. A la salida me encontré con un vecino que me preguntó por que dormía en una habitación de hotel en mi propia ciudad.  Me inventé una excusa idiota, y me miró como si fuera un asesino de niños.


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