El ladrón de amor. Parte 1.

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Le vi desde el otro lado de la calle.

Caminaba de esa forma despreocupada y firme que aún recordaba.

La bufanda y la niebla me impedían ver su cara.

Me sentía vieja, como si ahora supiera más sobre él.

Crucé la carretera y le seguí en silencio. Siempre en silencio. No podía dejar de mirar los dibujos que sus pies formaban al caminar. Me recordaba a aquellos días.

Cuando casi podía tocarle, rápida me impulsé y alcancé a tapar sus ojos con mis manos. Él se paró pero no se asustó. Típico en él.

- ¿Quién soy?- le susurré al oído, de puntillas. Él continuó en silencio. Le gustaba mucho. Yo lo odio.

Se giró lentamente sobre sí mismo hasta que quedó en frente de mi. Estaba más alto de lo que había imaginado. Solo llegaba a verle los labios. Mis manos se cerraban sobre su rostro.

- No lo sé- Esa respuesta me dolió tanto...Fue como si la ilusión hubiera sido cortada por una fría espada, sin piedad.

-Aprendí de ti, despertaste una parte de mí y me dejaste sola con promesas sin cumplir. Tus palabras me encantaban...- de mis ojos escapaban lágrimas traicioneras al recordar el pasado que tan lejos quedaba ya.

Erik continúo en silencio pero por primera vez en mucho tiempo vi la sorpresa que reflejaba su cuerpo. Inmóvil como si de una piedra se tratara.

- Claro que me acuerdo de ti. Nunca te he olvidado- su labio inferior tembló o puede que solo lo imaginara. Retiró mis manos de sus ojos y miró los míos.

Había cambiado tanto que casi no lo reconocí pero en el fondo seguía ahí, aquel chico que tanto admiré. Todavía había restos del soñador que amé.

Siempre fui impulsiva y quel día no fue una excepción. Lo abracé tan fuerte como me permitían mis pequeños brazos y mi abrigo gordo de invierno.

Olía igual que antes. 

Él también me abrazó. Y lloró sobre mi cuello mientras me tocaba el cabello, que tanto le gustaba.

- Claro que me acuerdo... - volvió a repetir entre lágrimas y sollozos.

Parecía un niño entre mis brazos, débil y miedoso. Nunca podría haberlo creído si no hubiera estado allí. Él, fuerte, independiente, temeroso y valiente, burlador del destino y de la vida, insensible, llorando sobre mí. Por mí. Me alegré al saber que Erik seguía ahí encerrado, que su cariño por mi no había muerto aún.

Le quería tanto que dolía.


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