Dedos.

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Después de una semana dura para mí, estaba logrando recuperarme. Pelea tras pelea. Estaba cansado, Sofía era la mujer más terca que había conocido. Tome la decisión. Este vínculo no daba para más. Agarre mis cosas y me fui de la casa. Salí rumbo a la estancia de mis padres. Aire libre. Paz. Pájaros. El lugar ideal. La puerta sonó aproximadamente a las siete de la mañana. Horario normal para los granjeros. Pero no para mí. Mi día siempre empezada a las nueve. Casi siempre. Baje y abrí la puerta. Nadie. Solo una pequeña cada del tamaño de un collar o menos. La abrí e instantáneamente grite y me aleje tirando la caja. Cayo un papel lo tome y tenía escrito “Buscala. Sin policía, sin nadie. Solo vos, yo y…”. Asustado volví a mirar la cajita. El dedo de Sofía. Esa pequeña torcedura de su dedo meñique derecho era inolvidable. Tartamudeando llame a su madre, padre, hermanos, amigas, hasta a la oficina. Nadie tenía noticias de ella. Me fui hasta el departamento donde vivíamos. El único que la vio fue el portero. “Salió rápido a las once de la noche”. Ese era el único dato que tenia. Me llamo Elda, la señora que cuida la estancia. Había llegado otra caja. Después de veinte minutos estaba abriendo la segunda caja, con la segunda carta y con mas miedo. Ahí estaba su dedo anular, con el respectivo anillo de compromiso que yo le regale. “No hace falta que vuelvas a tu casa, estamos más cerca. Solo vos, yo y…” ¿Qué quería decir? Fui casa por cada. Mis vecinos pensaban que estaba loco. Una casa. Otra casa. Otra casa. Otra. Otra y así hasta que volvió a llamas Elda. Tercera caja. “Es más fácil de lo que pensás. Solo vos, yo y…”. Decidí acampar en la puerta de mi casa. Ya había anochecido y hacía frío. Con mi manta, mi termo, mi celular y mi miedo acampamos. Alrededor de las cinco de la madrugada pasó un auto. Tiró una caja y escapó. Sin patente, con los vidrios polarizados y yo sin poder ver nada. Abrí la caja. El dedo índice. “no hace falta que busques tanto. Estamos con vos. Acá. Solo vos, yo y…”. Me desespere. Revolví toda mi casa. Nadie. ¿Cómo podía ser? El establo pensé. Agarre el auto y salí para allá. Menos de un minuto había pasado cuando a lo lejos vi el mismo auto estacionado afuera del establo. Entre y me encontré con Sofía ahorcada por una soga.

“Sé de tu amante. Más de seis meses engañándome. Me propusiste matrimonio, planeábamos tener hijos. ¿Cómo pudiste? Siempre vas a tener en tu conciencia que me suicide por tu culpa, para que sufras ahora y siempre.

Sofia.”

Y ahí encontré el quinto dedo.

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La verdad es que no se si soy buena en esto, escribí un día y me gusto. Es el primer cuento que subo a una página, asique acepto críticas de todo tipo. ¡¡Gracias por leer!!


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