Mi historia bailando

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Estamos solos en la habitación y puedo escuchar su respiración entre la música.

Me aproximo hasta él. Me mira con deseo que se siente en el aire.


Él yace en el sillón sentado mirándome. Sus ojos ardieron como el fuego cuando me observó pasar el umbral de la puerta.

Mis piernas desnudas lucen su blancura; ligueros negros se aferran a ellas y las envuelven como el regalo preparado para sus ojos. Altos tacones levantan mi trasero que lo provoca a cada paso. Mis nalgas son deseables en la tanga negra de encaje, el toque de elegancia destinado para su deseo.

Mis senos atraen su mirada; tan frescos esperando ser tocados por sus manos, besados por su boca, eyaculados por su verga.

En mi interior vive pasión, lo sé porque mi vagina está caliente y comienza a brotar de ella lubricante precioso para abrir paso a su gruesa verga que puedo ver sobresalir de su pantalón.

Me aproximo con mirada inocente y con mis labios rojos como armas dispuestas al ataque, a morder con suavidad y bravura su boca.

La cintura diminuta que delinea mi cuerpo comienza a moverse al rito de la música que invade el ambiente. Le gusta saber que soy suya y que mi cuerpo se mueve sólo para él.

La música sigue sonando y mis piernas realizan sensuales movimientos, mi trasero se mueve deleitando sus ojos; es tan firme, tan suyo.

Bajo suavemente y me doy la vuelta para que me vea de frente. Acerco mis senos hasta su rostro para que los saboree sin tocarlos, sólo mirándolos. Vuelvo a girar para que mis nalgas estén más cerca de su rostro. Mirarme expuesta y completamente suya vence su resistencia y me toma por la cintura con fuerza; me acerca hasta sí y desabrocha mi sostén, mira mis senos que de inmediato son explorados, tocados, probados por su boca; los chupa y mama de ellos. Su mano derecha baja y desliza mi tanga con rapidez. Sus dedos exploran mi vagina y entran en mí. Mi vagina es penetrada y mis senos son prisioneros deseosos de sus besos.

Nada importa. El placer me invade. Sus manos me recorren y sus labios besan mi cuello. No hay resistencia en mí; mis piernas están abiertas y yo tumbada en el suelo siendo suya.

No he podido mirar cuando se desvestía, pero ahora su cuerpo desnudo me toma, se aferra a mí y me hace suya. Su verga deliciosa me penetra con fuerza y me estremezco. Entra y sale de mí sin dejar de besar a veces mi cuello e incluso mis manos.

Lo escucho gemir y yo gimo con él. La fuerza con la que me hace el amor es como el Big Bang en mi vagina. Cientos de chispas brotan de mi cuerpo porque así debemos estar, él en mí y yo en él, siendo los dos uno.

Ahora me arrodillo frente a él para besar y lamer su verga, causa de mi placer. La beso, la mamo porque me ha hecho saber lo que es ser su mujer. Su verga dura se deja saborear y tomar entre mis labios, mi lengua la acaricia. Siento su placer. Aumento mi velocidad y la tierna mujer vestida de negro ahora se vuelve pantera. No puedo dejar de saborearlo, de sentirlo, estoy vuelta loca y él también. Mi pasión ha dado fruto, he sido premiada con la eyaculación deseada en mi boca. Semen escurre de mis labios como el trofeo, el premio, el sabor de mi hombre.

Debo dejarlo descansar, pero quiero más. Sin pensarlo me pongo de pie y continúo bailando, aproximando mis senos desnudos y mi trasero bien formado hasta él. Su verga se levanta de inmediato.

Él me pone boca abajo y comienza a penetrarme de nuevo, soy invadida por sensaciones mágicas. Con su mano derecha toca mi clítoris y con la izquierda mete dos dedos en mi ano. No existe mayor placer que este. Saberme suya provoca en mí deseos, mi vagina se contrae y estallo en el orgasmo que deleita a sus oídos. No puedo más y mi cuerpo está cansado, pero él sabe que su verga me necesita, así que no sale de mí, continua penetrándome duro, con fuerza y cada vez más rápido hasta que eyacula. Siento a mi vagina cansada escurrir de semen.

Soy feliz.

Él me abraza. La música sigue sonando y el baile que inicio con deseo terminó en orgasmo, el más delicioso orgasmo.

Es hora de seguir bailando…


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