Navidad. Puta navidad.

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Navidad. Puta navidad. Hipocresía cubierta de incienso, oro y mirra. Chillidos, prisa, consumismo disfrazado de amor familiar, sosiego y altruismo; las calles apestan a amor. Navidad. Ya me ha vuelto a pillar desprevenido la puta navidad, y yo con estos pelos…miré por la ventana. Eran las 8 de la tarde, la gente corría a toda prisa por las calles comprando regalos de última hora para niños malcriados, que de haber sido cierta las historias de Papá Noel y los tres putos reyes magos, ni siquiera habrían recibido carbón.

-Carbón es lo que tendrían que usar para quemarlos a todos, ¿no os parece? - Le dije a mi familia riendo.

No me contestaron. El silencio sepulcral seguía reinando en la habitación. Cosa normal por otra parte ya que estaban todos amordazados. Rasqué mi cabeza con la punta del arma.

-¿Por qué me miráis así? Tenéis lo que queríais, estáis todos juntos sentados en la mesa. Poniendo risas falsas y diciendo lo maravilloso que es todo, dejando aparcado el hecho que el tío José acaba de salir de la cárcel por corrupción de menores, que el primo Jorge acaba de morir de un sida cogido por compartir jeringuilla con una furcia que, además, se lo traspasó a su hijo no nato. Celebrando que toda esta comida se ha pagado con el dinero del trapicheo de veneno blanco que distribuye papá a un montón de niños perdidos en la vida, y del sobresueldo que trae a escondidas mamá de vender su cuerpo en las inmediaciones de la Boqueria sin que papá lo sepa porque le pegaría otra paliza, ¡muchas felicidades familia!- Grité mientras abrazaba a mi tío y a mi tía, que eran los que tenía más a mano, algunos ya estaban llorando.

- ¿Que pasa chicos? ¿A nadie le apetece cantar un villancico? ¡Cantar hijos de puta!- Chillé a toda la mesa mientras les apuntaba con la pistola.

 Todos empezaron a tararear cancioncillas navideñas que salían entrecortadas a través de las mordazas mientras grandes lagrimones se deslizaban por sus mejillas.

-¿Que pasa chicos? ¿Por qué lloráis? Comprendo, estáis muy contentos porque os han dejado sacarme del psiquiátrico para pasar la noche buena todos en familia, ¿verdad? Me alegro que os guste tanto. Tranquilos, no os culpo por solo ir a buscarme y solicitar un permiso para hoy, no importa que no os haya visto desde la navidad del año pasado, sois mi familia y os quiero , estoy seguro que estáis orgullosos de mi por poneros este espejo delante y poder ver vuestro grotesco reflejo. No hace falta que me lo agradezcáis, solo cantar, me gusta veros contentos, alegres y reunidos, ¿no es ese el verdadero espíritu navideño?

 Por supuesto que lo era, pensé. De repente mi madre me dijo tartamudeando:

- Hijo mío suéltanos, te prometo que mamá no está enfadada contigo, déjame que te prepare tu plato favorito.

-¡Oh! Gracias mamá. Mi plato favorito, hace tiempo que no lo pruebo…ese es el verdadero espíritu navideño, ¿verdad, mama? Dime, ¿cuántas veces te has peleado con papá hoy antes de la cena? ¿Os habéis chillado mucho? ¿Habéis discutido por qué no iba a comprar o por qué todo lo que hacía estaba mal? ¿Cuántas veces le has dicho hoy que es un inútil y que lo único que sabía hacer era traficar con droga, mama? Dime, ¿cuántas veces te ha pegado hoy? ¿Te has vuelto a chocar contra la puerta, mama? Dime, esos moratones que tienes son de la puerta, ¿verdad, mamá? ¡Puta puerta!- Chille mientras le metía dos tiros a la puerta con la pistola de mi padre.

-¿Lo ves mamá? Ya esta, la puerta no te hará daño nunca más.

La cogí y le empecé a dar besos en la frente.

-Todo está bien, mama. ¿Verdad que te alegras ahora de haberme mojado el chupete en heroína cuando era pequeño? De lo contrario las voces no me habrían dado permiso para matar a la puerta. Ahora estas a salvo mama, que suerte. ¡Di que ha tenido suerte joder!- Le grité a mi primo mientras le metía el cañón de la pistola en la boca.

Mi primo, que había estado en la cárcel por matar a su nueva y flamante mujer en la noche de bodas, dijo como pudo:

-Has tenido suerte, tita.

-¿Lo veis chicos? Este es el verdadero espíritu navideño, joder. Da igual que me hayáis encerrado en un psiquiátrico por oír las voces que vosotros me provocasteis , el verdadero sentido de la navidad es perdonar, como Cristo perdonaba y amaba, como yo os perdono y os amo, aunque hace un año que no sé nada de vosotros. Sois estupendos familia.- Les grite con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

Entonces empezaron a sonar sirenas en la calle. Me asome por la ventana de nuevo. Era la policía. Seguramente algún vecino los había llamado tras oír los tiros que le había dado a la puerta.

-¡Vaya! Viene la policía a cenar también. ¡Qué bien!-Le comenté a toda la mesa.- ¿Creéis que habrá cochinillo en la comisaria? Quizá me lleven al hospital de nuevo-Dije pensativo-¡Eso es! Les has llamado tu para que me vengan a buscar, ¿verdad, papa?-Abracé a mi padre que también estaba llorando.

Nunca había visto a mi padre llorar. Fue una situación rara. Estuve allí un rato mirándolo mientras ladeaba la cabeza a lado y lado, era como si al moverla pudiera llegar a entender el motivo de aquellas lagrimas. De repente tocaron a la puerta.

-¡Policía! ¡Abra la puerta!-Gritó una voz afeminada.

-¡Vaya, ya están aquí!-Chillé extendiendo los brazos lo máximo que pude.

Fue más o menos entonces cuando las voces me susurraron algo. <<Ellos no pueden venir Javi>>

-Vaya, que lastima familia, parece ser que no podéis venir-Dije con semblante triste- Sabéis que si fuera por mi os dejaría ir para poder cenar todos juntos. Pero creo que no hay suficiente comida- Acabé diciendo mientras agachaba la cabeza.

Pero entonces me repuse enérgicamente.

-Bueno, es igual, ya nos veremos el año que viene, ¿verdad? -Le grité a otro primo en la oreja.

La realidad se mostraba confundida. Los márgenes de lo que veía empezaron a nublarse.

-Quizá tendría que haber tomado las pastillas hoy- Le comente a mi madre-Me está empezando a venir otra vez mamá-Me agaché cubriendo mi cara con las manos- Mamá, es la oscuridad. La oscuridad está volviendo a mí. Ojala pudieras verlo mamá, te encantaría, es todo tan placido, tan bonito. Allí no hay gente mala mamá, todos me quieren, ese es el puto sentido de la navidad ¿verdad, mama? Que todos te quieran. ¿Por qué vosotros no me queréis igual que las sombras, mama?-Grité mientras quitaba las manos de mi cara arañándola con las uñas.

Me levanté.

-No os preocupéis, no pienso dejar que nos separen, iremos todos juntos como una gran familia a la oscuridad.

El eco de trece disparos ahogó el sonido de todas las botellas de chapan que se estaba descorchando en aquel momento.

-Lo último que recuerdo, doctor, fue ver en tercera persona desde un rincón de la habitación como los policías estampaban mi cara contra el suelo y me esposaban. Luego, solo oscuridad hasta que desperté aquí. Ah, por cierto, feliz navidad doctor.


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