La Encrucijada del Caminante

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El Caminante y la Encrucijada

Hallábase el hombre ante dos caminos de similar apariencia, dubitativo, inquieto e indeciso, sin saber cuál de ellos escoger, cuál de ambas sendas le llevarían a un mejor destino?. 

¨He estado antes en lugares similares, en situaciones parecidas, sin embargo no recuerdo si tomé la ruta de la iquierda o de la derecha, ni tampoco su destino final¨

Durante largo rato intentó atisbar el horionte de ambas sendas, por ver si alguna señal hallaba; pero nada vió. 

Así fueron pasando las horas, mientras el caminante se aventuraba por el trecho de un camino en el que, al nada interesante encontrar, le hacía regresar sobre sus pasos para adentrarse un poco más allá en el otro.

Pasaron rápidas las horas, hasta que, casi sin darse cuenta le sorprendió la noche entre un camino y el otro. Cada vez podía ver menos y cada vez se encontraba más confuso, pues la oscuridad no era su mejor aliada, en aquella noche estrellada.

Cuando ya casi desfallecieron sus fuerzas el caminante decidió regresar a casa, ofuscado, abatido y enfadado consigo mismo por no haber sabido elegir su camino a tiempo.

Tan sólo hubo avanzado unos metros, una tenue luz dibujó la silueta de un hombre que avanzaba hacía él lentamente, con la calma de quién pasea. 

Ambos siguieron avanzando hasta encontrarse uno frente al otro. El hombre de la luz alzó su brazo derecho, sujetando un viejo farol que alumbró tenuemente ambos rostros.

Un hombre anciano desdentado y con aspecto de vagabundo, posó sus ojos sobre el sorprendido caminante. Tras un tenso y breve silencio el hombre del farol le preguntó:

-Hacia dónde os dirigís, con tal rostro de amargura en tan fría noche?

-Caminaba buscando mi destino, pero como no conozco los caminos que se bifurcan más adelante, he decidido regresar a casa-. Le repondió el hombre apesadumbrado. 

-Tal vez yo pueda ayudaros-. Repondió el anciano, - Camino estos senderos hace más tiempo del que puedo recordar.

El hombre pareció recuperar el entusiasmo y escuchó con atención las palabras de su bienhechor quién tras meditar unos instantes le aconsejó:

-Veréis joven, si tomáis el camino de la derecha, será arduo, largo y peligroso, tal vez lleguéis al final, pero no sin esfuero, fortaleza y mucha decisión; es el tan deseado camino hacia la libertad.-

El caminante imaginó largos viajes, amplios horizontes y lugares remotos y por unos instantes libre de sus miedos se vió. El anciano esperó a que éste, terminara sus ensoñaciones y continuó:

-No menos complicado y peligroso es el camino de la izquierda, que requerirá de vuestra total entrega y sacrificio, es un camino altruista y no siempre el más llevadero y agradecido. Las mieles de su recompensa pueden ser exquisitas, pero no están hechas para cualquier paladar. Es el camino hacia el amor-.

Imaginó el hombre entirse querido en cada rincón de su vida, recordó besos, abrazos y risas, ayudó en su pensamiento a gente desfavorecida, venció dragones imaginarios y conquistó a la princesa. 

Finalmente el corazón, herido y resentido por historias pasadas fue quien tomó la decisión.

-Elijo el camino de la libertad!- Exclamó el caminante.

Tras esto y sin mediar palabra, el anciano le entregó su farol y fue a sentarse en una roca, cerca de donde se dividían los caminos, sacó una vieja manta de su bolsa y allí se sentó, se arropó y entrecerró los ojos. Ya no hubieron más preguntas, ni consejos; Tan sólo un profundo sueño que pareció llevarse a aquel anciano lejos, muy lejos de allí. 

Trató el caminante de darle las gracias, pero fue en vano, por un momento se asustó, pero tras comprobar que tan sólo dormía se dirigió con paso firme por el camino elegido, desapareciendo en la lejanía.

No mucho tiempo después, sobre aquella misma roca, el anciano despertó, abrió los ojos, y dijo para sí:

¨Nunca entenderé la indecisión de los hombres, pues nunca comprenden que, ambos caminos siempre convergen, en un punto u otro y que las bifurcaciones se repiten en parecida forma, para enseñar a quién en sus caminos nada de ellas aprende¨.

Tras esto, convirtióse aquel anciano en un ser de luz y se proyecto hacia las estrellas; los caminos infinitos donde moran los Dioses.

FIN

El Caminante y la Encrucijada

Roberto López



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