"Me llamaba luna"... séptimo capítulo

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Yian, agarró una silla y la partió contra la pantalla del televisor, gritando a las paredes y a nosotros. Como si nada importara y le gustara su situación actual: nada más lejos de la realidad, ya que, mientras gritaba, sus ojos se llenaban de lágrimas y su cuerpo temblaba de miedo. Después de ese inciso, todos nos miramos y quisimos hacer algo al respecto, aunque el hambre no cesaba. Calmar nuestro apetito se convirtió en fundamental, más que frenar y no sufrir, nuestro incansable deceso.

Permanecimos en esa casa durante una semana, comiéndonos poco a poco a esa familia. En cada mordisco, se podría ver, como nosotros caíamos más y más. No había límite: cuando arrancas las entrañas de alguien que es como tú o como era yo, solo por el simple beneficio de quitarte el hambre, la decencia se funde en el infierno donde irás a parar.¡¡¡ Y ahora te digo algo a ti, que lees estas letras con confusión y hasta desprecio! nunca jamás creas que tu vida es perfecta, porque, de un momento al otro, podrías ser parte de este caos! Nada es tan frágil como la estabilidad o la felicidad. Bueno, volviendo a lo de antes: Yian, se volvió mi amante diario. Sin previo aviso, agarraba cualquier parte de mi cuerpo, y me sometía como un perro en celo. Odiaba su brusquedad, pero admito que, ser solo de uno, es mejor que te violen seis a la vez. Era su amante, pero luego, viéndolos actuar, me di cuenta que la mujer del grupo y él, tenían o habían tenido un vínculo, antes o después de que pasará el incidente que nos llevó a todos a esa cruel miseria. Por eso ella me golpeo la nuca, por eso no quería que le mirara hacerme suya, y por eso, también sus ojos de odio, cada vez que me observaba. Yo no elegí eso: él me adopto con la condición de su protección por sexo, y, en esas alturas, la verdad, es lo único que quería: no morir en manos de otros. No morir en las manos de alguien. Me salvó y no se lo debo, pero, qué bien se siente uno cuando no te pueden herir.

Mientras más pasaban los días, más quería buscar a mi pareja. Aunque me hubiera hecho daño, también, era mi única luz en esa oscuridad. Buscaba la forma de hablar, de arrancar un grito con su nombre, y no salía nada, más que un balbuceo inútil. No sé si mi novio, al saber la verdad, me aceptaría. Supongo que no: yo no lo haría.

Ya paso un mes y la imagen que tenía antes, defecaría al verme ahora: sin luz en mis ojos y con las pupilas más grises que negras. Con ciertas articulaciones rotas, que ya ni duelen, solo arrastro. Hasta de mi muslo, he visto salir gusanos rojizos que solo quieren salir de mi cuerpo, como ratas de un barco a punto de llenarse de muerte. Mi pelo se evaporaba cada vez más rápido, cuando antes irradiaba brillo y sensualidad .Mi corazón, ya nunca se oye, ni mis pulmones respiran.

Estoy podrida y demasiado atenta a tus movimientos. Estoy seca y por eso, tengo sed.

Una semana más y el que quiera que sea, me iluminó: íbamos por una calle llena de tiendas y de luz: juegos, payasos y ropa interior. Calzado, alimentos y música. Recuerdo que íbamos por las calles y escuchábamos a " THE DOORS" Y su canción que habla de la gente extraña, y nosotros arrasando los centros comerciales: me pareció cómico. En ese momento entre en una juguetería y ahí tuve esa iluminación. Había un juego para bebés, que, trataba de pulsar las teclas y te las repetía. Creo que me pareció una escapatoria, para alguien que no puede hablar en estos momentos. Estaba deteriorado: la tecla "o" se escuchaba muy robótica, como si se fueran a acabar las baterías. Pero aun así me pareció muy útil, para poder hablar por teléfono a mi país y que me entendieran. Pero, para eso, faltaría mucho, ya que en la ciudad, no observé cabinas de teléfono que funcionaran, ni teléfonos móviles que pudieran tener uso o saldo, a parte de mi móvil, que, aunque estuvo demasiado cerca de lo que paso, seguía funcionando: ¡¡¡ benditos móviles antiguos antidisturbios!!! ¡¡¡Ja, ja, ja!!!, después de todo lo que paso, y aun así: mojado, con radiación o no, y sin cargar, duró más de cinco días a pleno rendimiento. Lástima que ya se rindió. Nada dura eternamente, ni el flujo sanguíneo de mi cuerpo. Lo bueno de mi situación, era que, si tenía sed, y quería beber lo que fuera, podía beberme cinco litros de whisky y ni notarlo, cuando antes, solo olerlo me daba arcadas. Solo me dejaba áspera la lengua y me daba aún más sed. Pero fuera de eso, cualquiera de vosotros no me querría en una fiesta de cumpleaños. Sed y más sed. Aunque tú tengas cinco litros de sangre en el cuerpo, no me calmarían más de una hora. Eres una simple botella cubierta de piel y despojos para mí. ¡¡¡ Uff, perdona, toda esta basura me está desquiciando y, ya casi no sé lo que digo!!!

Madrugada y lloviendo, nos ocultamos en una casa abandonada, y ese día, nuestro alimento, fueron alimañas y pequeños animales que habitaban esa deshabitada morada. No había casi humanos cerca a nuestra posición. Se estaban desplazando todos para reconstruir las zonas más dañadas y nos estaban dejando sin provisiones.

Eso significaba algo: el alimento, estaba disminuyendo. Nunca había visto un enfado de uno de mis compañeros, hasta ese día. Ese ser, humano, o lo que sea, arrancó un pedazo de carne seca de la mano de otro de ellos. Estaban casi enloqueciendo. Se golpearon fuertemente, hasta que uno de ellos, atravesó el cuello del oponente con una gran estaca tirada en el alojamiento. La introdujo de tal forma, que al hacer palanca, su cabeza se desprendió de los hombros y rodó hasta unos cuadros rotos tirados en el suelo, cercanos a ellos. Él decapitado, dejo de moverse en pocos segundos y, a mi sorpresa, murió. En ese momento, otra vez, la incertidumbre de ser frágil, me vino a la cabeza y temblé. Creí, que esa enfermedad que nos estaba comiendo poco a poco, también nos hacía ser en parte inmortales, pero por desgracia, seguíamos siendo carne de cañón. Ahora, tenía que vigilar a todos los que me rodeaban, cuando estaban sedientos de carne fresca o seca. El más sereno, seguía siendo Yian, que, aunque pareciera que necesitaba más comida que los demás por su físico, tenía la humildad de dar alimento, antes que proveerse a sí mismo. Nunca se le vio perder los papeles por comida. Tal vez, porque el día que quisiera disponer de nosotros, nadie podría hacer nada. Éramos presa fácil, pero yo, me sentía protegida y deseada a cada momento por él. Pero sabiendo cómo son los hombres, tal vez no debería fiarme tanto: con tal de obtener lo que quieren, arrastran a la miseria a todos. 


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