Conociendo a Denisse

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Antes conocerla ya la odiaba. La anunciaron como la gran contratación del Departamento de Ventas en que trabajaba. Inteligente, muy preparada y amiga de los grandes jefes de la empresa . . . aunque también engreída, déspota . . . y muy sensual.

Con esos elementos era poco interesante conocerla, excepto por el último, por supuesto.

Para entonces yo tenía poco tiempo trabajando ahí, y mi puesto era raro: un analista matemático en una empresa de ventas internacionales. Lo que hacía era un misterio para la mayoría de mis compañeros. En la empresa había tres mujeres por cada empleado hombre, así que era muy sencillo hacer amistad con ellas.

Me había mantenido al margen de la dinámica de los demás, así que era poco popular.

Cuando Denisse llegó me impactó: tenía una mirada penetrante, directa. Su voz era suave, pero firme. Tenía unas manos pequeñas con dedos finos y alargados, de movimientos cadenciosos y elegantes. Piel morena, labios delgados, grande ojos, pelo largo, negro y sedoso . . . y un delicioso cuerpo bien proporcionado y firme. Senos pequeños, grandes caderas y un par de nalgas y piernas monumentales.

Nos miramos con desdén . . . pero algo en mí se movió. Pronto me di cuenta que ella me miraba de reojo y que paseaba por delante de mi escritorio más a menudo de lo que parecía necesario.

Finalmente, llegó del día de la reunión mensual de resultados. Para mi sorpresa ella llegó vestida de manera diferente a la que acostumbraba, pues del traje sastre que la caracterizaba, llegó con una falda corta que dibujaba de manera perfecta sus caderas y muslos, dejando ver sus espectaculares piernas mucho más allá de lo que antes había permitido.

La reunión transcurrió sin novedades. Los resultados eran buenos y hubo un ambiente de fiesta que fue rematado por el coctel final. Acostumbrado a tomar solamente un par de copas de vino en esas ocasiones y retirarme, así lo hice. Me despedí de los pocos amigos que tenía y me dirigí al estacionamiento.

Al llegar al sitio donde aguardaba mi auto el espectáculo fue inesperado: Denisse estaba parada fuera de su auto, con una pequeña lámpara en una mano, flexionada por la cintura mientras buscaba algo en el suelo.

Aquella visión alertó mis sentidos y sentí el golpe de sangre al detenerse en mi joven miembro, que comenzó a reaccionar.

Me acerqué a preguntar si necesitaba algo.

- Las llaves de mi auto se me escaparon de las manos . . . y no las encuentro - dijo con voz y gesto contrariado.

- Permíteme buscarlas, le pedí de inmediato, a lo que ella asintió con una mueca de resignación.

Nada . . . no encontré nada. Así que sencillamente le ofrecí llevarla a donde necesitara ir, no era para menos. Aceptó . . . y dejó escapar una sonrisa que no le conocía.

Subimos a mi auto y me concentré en la maniobra para salir de ahí, que era complicada por la oscuridad y la gran cantidad de autos que había. Una vez que salimos me llevé la más grande sorpresa de mi vida: ahí estaba ella, en el asiento del copiloto, con la pequeña falda recogida hasta medio muslo, clavando en mí una mirada indescifrable.

Creyendo que era un descuido de su parte, volví a fijar la mirada en el camino y no dije nada. Entonces ella dijo: mira . . . y cuando giré la cabeza para verla, ella abrió las piernas y metió ahí una mano, mientras con la otra descubría su seno izquierdo.

No supe qué decir . . . pasaron cinco larguísimos segundos y solamente atiné a decirle:

- Te ves deliciosa.

- ¿Te gusta lo que ves?, dijo con un tono cargado de lascivia.

- Me encanta . . . pero no quiero solamente verlo . . .

- ¿Y qué esperas para tomarlo?

Me di cuenta lo lento que me estaba viendo, rápidamente ubiqué el motel más cercano y pisé el acelerador, mientras ella se comenzaba a masturbar viéndome.

Entramos al cuarto y aquello fue la locura. Nuestra ropa desapareció como por arte de magia. Su cuerpo era firme, delicioso.

Mis manos salieron de mi control . . . recorrían sus senos, piernas, nalgas . . . acariciaba su pelo, sus hombros, su palpitante sexo . . .

Ella se dejaba hacer con los ojos cerrados. Con un poco más de control de la situación, la besé largamente, recorrí su cuello, espalda, besé sus nalgas, acaricié sus piernas y finalmente llegué a mi destino.

Su sexo estaba cubierto por un espeso y sedoso vello que tuve que retirar para llegar a unos labios carnosos y profusamente húmedos. Cuando alcancé su clítoris por primera vez ella se estremeció . . . y comenzó a gemir primero despacito, para ir subiendo de volumen conforme el placer crecía.

Introduje un dedo entre los labios y busqué con cuidado su punto G . . . cuando lo toqué ella pegó un respingo, gritó con fuerza, abrió los ojos tanto como pudo y hundió sus uñas en mi espalda. Al masajear su botoncito ella comenzó a girar la cadera con un ritmo lento y candencioso al tiempo que ahogaba sus gritos y se aferraba a mí.

La tensión en sus brazos y piernas comenzó a crecer, anunciando que su orgasmo estaba en camino . . . ella se movía frenéticamente, de pronto pareció que no sabía que hacer con las manos y comenzó a ponerlas en todos lados, como buscando acomodar en algún lugar todo el placer que sentía. Finalmente explotó. Y aquello fue un espectáculo digno de verse. Su delicioso cuerpo retorciéndose, la boca abierta buscando aire como si sintiera asfixiarse, los ojos muy abierto, en blanco y frotando su sexo contra mi lengua, queriendo disfrutar el roce de mi dedo hasta lo inimaginable.

De pronto se desvaneció y quedó ahí, desmadejada, cubriéndose la cara con las manos y completamente en silencio. Me retiré de su entrepierna y me tendí a su lado.

- Por favor, no me pidas que te mire a los ojos, dijo para mi sorpresa.

- No te preocupes. No hay problema, le dije buscando ser amable.

Y entonces . . . comenzó a llorar . . .

- No sabes lo que dices, dijo ella con un tono algo molesto. Esta locura nos puede costar muy caro a los dos.

- ¿Costarnos caro? ¿A los dos?, yo comenzaba a preocuparme.

- Sí. Estoy a dos semanas de casarme con el hijo mayor del principal accionista de la empresa donde trabajamos.

Yo abrí los ojos con tanta sorpresa como terror . . . pero  lo hecho, hecho estaba.

Y ahí comenzó una larga historia de amor, sexo y enredos que les iré contando poco a poco, si es que les place.


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