Trilogía de la Rareza Espacial II- Control de Tierra

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Nada volvió a ser igual desde aquel día. Todos estábamos absortos en una atmósfera de incertidumbre y miedo, del cual, éramos incapaces de salir. Ya no había bromas, risas, saludos cordiales. Todo se esfumó, tan rápido como la llama del mechero al apagarse.

 

La desaparición del Mayor Tom causó una gran conmoción en control. Nada mas perder contacto, se solicitó el envío de un equipo de búsqueda de la ISS, para comprobar si estaba bien. Al cabo de 12 horas, llego el informe. Ni rastro de  él. La compuerta abierta, el modulo vacio. Se había desvanecido. Cuando llego la noticia, el mundo era incapaz de creerlo.

 

Hubo teorías, claro. Algunos hablaban de un fallo en el sistema de ventilación que hizo que se empezara a asfixiar y le hizo salir de la nave con tan mala suerte que murió. Otros, mas fantasiosos, decían que fue abducido por extraterrestres. Hace un tiempo, había un rumor en Control que afirmaba que simplemente estaba loco. Ahora dicen, que podría ser verdad.

 

Yo fui quien habló con el Mayor Tom aquel fatídico día. Yo era el pobre imberbe que intentaba contactar con el sin éxito. Fui quien le escucho desaparecer. Lo llamaban el Hombre de Acción. Decían que dijo "Soy feliz, espero que vosotros también lo seáis tanto como fui yo". No tienen ni idea. Yo hable con él, y escuche lo que dijo. Aun hoy, ni me lo creo.

 

Encerrado en mí piso. No he salido en días. Veo la televisión. En ella, retransmiten el funeral por el Mayor Tom. Su esposa, de la cual me envió un mensaje de que la amaba, lloraba desconsolada, diciendo lo mucho que su esposo deseaba viajar a las estrellas, y como al final, decidió quedarse con ellas. Ahogó un llanto y casi se desmayó, siendo sostenida entre varios. Yo en cambio, soy incapaz de olvidarlo. A día de hoy, no puedo.

 

La luz. Las estrellas diferentes. La Tierra de otro color. Me levanto tambaleante y me acerco a la mesa. Sobre ella, tres paralelas rayas de color blanco me esperan ansiosas. Acerco mi nariz, y una a una, las aspiro sin más. Soy un adicto, un yonki. El placer me atraviesa como un hacha que rompe el hielo. Me tambaleo, conmocionado por el súbito fulgor de la cocaína cuya estimulante sensación recorre mi cuerpo hasta llegar a mi cerebro.

 

Mas aliviado que nunca, caigo derrengado sobre el sofá. No sé qué coño pasó. Tan solo, recuerdo las palabras de mi madre, " Si quieres hacer las cosas bien, no te involucres con el Mayor Tom”.


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