UN DAÑINO CLUB

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El formulario tenía siete páginas, todas ellas escritas en la misma clase de tipografía pero con tres cuerpos distintos: lo importante e ineludible, en letra grande y negrita; lo habitual, en letra mediana; y lo esencial, donde residía el propósito de su existencia, en letra pequeña, muy pequeña al igual que en los contratos engañosos.
Cohem, lo leyó con detenimiento, asimilando todo cuanto en él se decía. Veinte minutos tardó en asumir su pretencioso argumento, en el que se destacaba un texto anónimo:
“La vida es breve, si la comparamos con el devenir del universo. Científicamente, la naturaleza del ser humano tiene un estado/periodo, donde el cuerpo es una máquina perfecta: creativa, resoluta y capacitada físicamente para dar lo mejor de sí. Esa fase de tiempo se completa a los veintisiete años, en los que la luz y la oscuridad brillan al mismo nivel, donde las neuronas llegan a obtener su máximo poder, donde el futuro no es asumido como tal, sino que implica una decisión trascendental sobre sí mismo: se quiera acometer o no”
Tras leer dicho texto, amparado tras un ridículo anonimato, el nerviosismo de sus manos empezó a ser obvio ante los ojos de los que le observaban al entrar en la sala principal.  Extrañamente, no se encontró con un habitáculo oscuro y desordenado. Sus impolutas paredes estaban decoradas con las fotografías de grandes músicos, fallecidos a esa misma edad redentora a la que apelaba el impreso que temblaba entre sus dedos. Imágenes de jóvenes talentos trágicamente muertos en la plenitud de sus vidas.
En el púlpito, sobre la tarima del escenario, un delgado joven de apenas veinte años, erigiendo soflamas aprendidas por repetición convulsiva, arengaba a los pocos que habían tomado asiento; y más allá, al fondo de la sala, una jovencita de rostro marcado y bellos ojos azules, casi violáceos, recogía los formularios firmados, cobrando a continuación la cuota estipulada.
Titubeante, se sentó a escuchar el manido discurso en la primera fila. Su rostro emanaba rabia y frustración que continuaba creciendo con cada nueva y repetitiva frase del joven, a través de varios minúsculos altavoces repartidos por sus cuatro esquinas: ellos, que fueron grandes en sus respectivas disciplinas, lo entendieron claramente. Y aunque fueran, en algunos casos, muertes fortuitas, la cifra, el dato, está ahí: 27, siempre el mismo número 27.
Una y otra vez repetía esa cifra, repiqueteando como un martillo neumático en los cerebros de los absortos presentes.
Cohem, no pudo por menos que recordar a su hermano Dayton, sentado en aquellos mismos asientos, oyendo, una y otra vez, lo que querían repetir; única y exclusivamente, una y otra vez. Recordando, también, una frase leída en un triste y arrugado sobre de azúcar, atribuida a Joseph Goebbels: Una mentira, mil veces repetida, se convierte en verdad.
Y aquel delgado Goebbels, desde su púlpito, sin más armadura que la mentira, continuaba sumando y sumando ante su preciado foro de jóvenes, hasta que vio levantarse una mano en la primera fila. Y tras darle la palabra, escuchó: ¿Y por qué no a los treinta y tres, como John Lennon o el mismísimo Jesucristo? ¿No son merecedores sus actos o sus canciones, del mismo criterio al que aluden en estos indecentes papeles? ¿No son merecedores de pertenecer a una secta como esta?
Y ante la incertidumbre del esquelético orador, sin saber qué contestar. Levantó la orden de arresto y registro de todos los pertenecientes al inefable “Club de los 27”, por incitación al suicidio en uno de los tres mejores momentos de sus vidas…. el de la inexperta juventud.
Nota:
Charles Manson dijo una vez: "Todo está en la mente. La mente lo es todo, todo es la mente. Y no puedes engancharte con tu mente si no te enganchas primero con la Verdad, y no puedes llegar a la Verdad hasta que no te establezcas en el saber. El saber es la verdad".
Y cómo determinas que una cosa es verdad o simplemente “una mentira repetida mil veces”. Sólo con la experiencia de los años notas la diferencia.
*En memoria de los mal llamados “Club de los 27”, a los que la casualidad y la manipulación de personas interesadas, que repitiendo y repitiendo una mentira, serán recordados, implícitamente, por un criterio ajeno a sus vidas en este maldito club. Yo los recordaré siempre por su maravillosa música.

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