Giganta de ira

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Estaba llena de desprecio hacia sí misma y de dolor. Un dolor ciego, profundo, que hacía que todo su interior se revolviera tratando de aplacar el sufrimiento. De a poco comenzó a agitarse algo en su interior. En un comienzo era sólo el desprecio que se movía, y daba vueltas torturándola, pero comenzó a revolverse y agitarse cada vez más, se iba tornando en rabia, ira, y curiosamente eso aplacaba su dolor. Se concentró en esa nueva sensación menos angustiante que la anterior y con temor la dejó fluir. Nada mas permitírselo, la rabia broto en un gran torrente que la iba envolviendo, sabía que no estaba bien, pero con eso se aplacaba su dolor, así pues, la dejó.

Con cada oleada de furia, que brotaba de su interior alimentada con el dolor y la frustración que sentía, ella iba creciendo, con cada una se volvía más y más grande. Las cosas a su alrededor comenzaron a verse cada vez más pequeñas e insignificantes, ya nada tenía importancia fuera de ella y su rabia.

Todos tenían la culpa de su dolor, todos debían pagar por ello.

  Comenzó a caminar, a cada paso la tierra se estremecía bajo sus pies. Las casas se veían diminutas al lado de sus grandes pies, levantó uno y lo dejó caer con fuerza sobre una casita. Ésta  se quebró como una cáscara de huevo bajo sus pies, un crujido y ya no quedaba nada. La sensación fue placentera pero breve y la ira volvió. ¡TODOS TENÍAN QUE PAGAR POR SU DOLOR! Levantó el otro pie y aplastó con deleite otra casa, en un segundo había quedado totalmente destruida bajo sus pies. Ella era inmensa, nada podía detenerla. Había muchas casas ahí. Comenzó a caminar sobre ellas como aplastando hojas secas para sentir sus crujidos. A cada paso que daba el desprecio que sentía por sí misma crecía y ella lo enterraba bajo una nueva oleada de ira ciega y a la vez que crecía su rabia, crecía ella también,  ¡TODOS TENÍAN LA CULPA! ¡SE LO MERECÍAN!!! AARRGGG!!!! se agachó y de un manotazo barrió todos los autos de un estacionamiento. Placer, puro placer. Efímero placer, se desvanecía dejando sólo desolación, soledad y culpa. Las volvió a enterrar. ¡NO ERA SU CULPA! ¡ELLOS LA HABÍAN HECHO ASÍ! . Creció aún más. Ya las casas no se distinguían abajo. Caminó hacia las montañas, quería aplastarlas, las pisó con furia, saltó una y otra vez sobre ellas, las pateó. Las montañas se desmoronaban bajo sus pies, la imponente cordillera quedaba reducida a una masa barrosa y deforme. Caminó destruyendo  toda la cordillera, centímetro a centímetro, kilómetro a kilómetro. Hasta que sintió que la rabia comenzaba a agotarse en su interior.

Se detuvo, miró hacia atrás. Todo lo que conocía, todo lo que alguna vez había amado, lo que alguna vez le había importado  había desaparecido bajo sus pies, toda la belleza mancillada, rota.

Un camino de destrucción, de fealdad. En él se vió reflejada como si en un espejo estuviera mirando y comenzó a encogerse sobre sí misma. Toda la rabia desapareció, y la inundó una pena y un dolor que no creía que fuera posible sentir.  Las cosas a su alrededor empezaron a crecer, ¿o era ella la que se achicaba? Se sentía miserable, pequeña, minúscula y fue así como se volvió. Las cosas no paraban de crecer, aunque sabía que era ella la que se encogía. De pronto se encontró dentro de una de sus inmensas huellas, los bordes eran tan altos que nunca podría salir de allí. Se acurrucó sobre sí misma. Ya no sentía rabia, ya no sentía dolor, ya no sentía nada, y ahí se quedó.


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