The Horror

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La película ha terminado y estoy  sentado  en  el sofá; era una de terror; nada del otro mundo, pero

he de reconocer que estaba  muy  bien hecha. No ha dejado de ser una de esas películas de susto

fácil del que te olvidas una vez que termina, lo contrario  de  esas  a  las  que  denominan  de terror

psicológico y que a pesar de  que  no  dan  tanto  miedo de primeras no puedes dejar de pensar en

ella de algún modo (como  me  pasó  con  la  de Hostel 2). Me noto intranquilo mientras los créditos

pasan por la oscura pantalla de abajo hacia arriba. Es la  una  de  la  madrugada, y a  pesar de que

siempre me digo a mi mismo que no he de ver películas de  miedo  a  estas horas, no puedo evitar-

lo: mola más ver una  película  de  miedo  por  la  noche. Es algo que a uno le enseñan a relacionar

de pequeño; igual  que  la  música  de  suspense  y  tensión  que  uno  escucha en ellas, tu cerebro

simplemente  relaciona  una  sintonía  con  un  estado  anímico. Me resulta  curioso  ser consciente

de todos esos artificios que se usan en el cine  y  aún  así  estar  aquí  sentado  cagado  de  miedo.

Ya no tengo edad para estas cosas. Para cuando  tenía  doce  años  estaba  bien  eso  de  irse a la

cama después de ver el muñeco diabólico  y  esconder  alguno  de  tus  peluches de los osos amo-

rosos temiendo que hubiera sido poseído por algún psicópata  o  dormir con  la  luz  dada temiendo

encontrarte a la chica  del  exorcista  haciendo  contorsionismo  con  su  cuello, pero ahora no pue-

edo excusarme en  la  ante adolescencia. Sin embargo, ahora, siento ese miedo de nuevo. La casa

está en silencio e inconscientemente  estoy  atento  a  cualquier  mínimo ruido: el crujido de alguna

puerta por  el  aire  o  los  sonidos  de los del piso de arriba. Mi corazón empieza a ronronear lenta-

mente. Siento el miedo crecer desde la  boca  del  estomago, siento como  se  expande por todo mi

cuerpo  hasta  la  garganta. Por suerte  me  estoy  orinando, tengo una excusa para salir de éste sa

lón que parece tener vida.

  Me levanto  y  apago  la  tele. Enciendo la luz con la idea en la cabeza de que nuestros antepasa-

dos inventaron el  fuego  no  para  cazar  o  calentarse sino para vencer a la oscuridad en la noche.

Pienso en que el miedo  es  algo  heredado  de  nuestros  antepasados, de nuestro  instinto animal.

Sé que el miedo puede ser bueno en determinadas  ocasiones, pero desde  luego  no  en  este mo-

mento. Agarro el pomo de la puerta  y  el corazón ya no ronronea, ruge. Abro la puerta con los ojos

cerrados para procurar no mirarme en el espejo que hay  en  la  entradita de mi casa. Temo que al-

gún fantasma me asalte con un cuchillo; me amparo en la racionalidad  al  pensar que no hay posi-

bilidad de que un  ente  sin  cuerpo  agarre  un  cuchillo, pero el miedo no atiende a los consejos de

la razón. Y cuanto más  consciente  soy  de  que  todo  está  en mi cabeza, mas me enojo conmigo

mismo por ser tan infantil… aunque creo que el miedo no entiende de edades.

  Un aire fresco me golpea en la cara. Me adentro  en  el  oscuro  pasillo  con  ansias  de  encontrar

cuanto antes algún interruptor. El ambiente frío del cuarto de  baño  me  hace  ver  lo  estúpido que

puedo llegar a ser. Si mi  mujer  me  viese  así, menos  mal  que  está con el turno de noche. El frío

retrete me devuelve al mundo real. Creía que solo  tenía  ganas  de  orinar, pero a esto se le puede

llamar cagarse de miedo literalmente. Escenas de  la  película entran en mi mente sin ser invitadas.

Aviso de que  voy  a  desvelar  parte  del argumento de la película Sinister, por si alguien decidiese

contar este momento tan flagrante de mi vida  y  algún  otro  decidiese  leerlo. La peli  iba  sobre un

escritor que escribe  novelas  de asesinatos extraños y que para inspirarse va a vivir a la casa don-

de tuvieron lugar dichos asesinatos. El tío, en  un  momento  determinado, encuentra  una  serie de

cintas y escritos en un lugar de la casa  y  ve  horrorizado  que  los  causantes  de  las  muertes, de

no solo una familia en concreto sino de una  serie  de  matanzas rituales, fueron unos niños influen-

ciados por un pibe que... ACOJONA. Y es precisamente  ese  pibe  el  que  me  tiene  aquí sentado

desechando el poco valor que creo tener. Por suerte soy de los  que  piensan mejor cuando cagan;

con lo que si pienso  las  cosas  desde  cierta  perspectiva, me digo, ¿qué es lo peor que me puede

pasar si ahora mismo  apareciese  un  monstruo  en  medio  del  pasillo  mezcla  entre  depredador,
Frankenstein, el hombre lobo  y  Belén Esteban? ¿que  me  mate?..., creo  que  sería  más el susto

en si mismo o incluso más  el  miedo  al  dolor  que la muerte en si. Pero estoy seguro que si ahora

mismo  se  me  apareciese  algo, me  daría  un  puto  infarto. Me estoy  acicalando el culo y oigo un

crujido. Mi corazón vuelve a bombear  sangre  vertiginosamente. Tengo  miedo  de  volverme hacia

la cortina del baño, ¿y si sale Norman Bates vestido  con  las  ropas  de  su madre empuñando ese

cuchillo brillando bajo la luz del cuarto de baño?...

  Me piro como una exhalación  al  dormitorio. Me meto  entra  las  sabanas  y  dejo la luz de la me-

sita encendida. Recojo los  pies  por  si  alguna  mano  desde  debajo de la cama me los agarra y...

No sé si me he limpiado bien  el  culo, pero  creo  que  aguantaré  hasta  mañana. Estoy sudando y

no es por que haga calor. Empiezo  a  oír  otra  serie  de  ruidos, como arañazos  bajo  las paredes.

Si me atreviese a salir del dormitorio, podría hacerme ver  que  seguramente  sea  solo  el maldito y

viejo ascensor de este edificio, pero  no  voy  a  salir..., NO, ni de coña. Me quedaré aquí sepultado

hasta que llegue mi  esposa  a  las  ocho  de  la  mañana, aunque me esté muriendo de sed... Creo

que estoy empezando a oír pasos, ¿será que  el  tipo  ese  con  exceso  de  maquillaje de la pelícu-

la esta viniendo a por mí?... Solo espero que  la  cosa  sea rápida... ¡Oh, Dios mío, padre misericor-

dioso, la puerta del dormitorio se está abriendo  y  ésta  vez  puedo asegurar  y  aseguro que no es

el aire! Puedo notar la presencia de algo, algo que  tiene  unas  grandes manos con uñas afiladas y

dientes de acero. Cierro los ojos y espero a que me...

 


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