La madrugá

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Con mucha gracia contaba tío Antonio Chirimías cada Semana Santa una anécdota que vivió una madrugá del Jueves Santo en un pueblo del sur de Extremadura. A él acudía de vez en cuando con el propósito de visitar a unos parientes de su mujer.

Procesiona el paso de Nuestro Padre Jesús el Nazareno. Desfilan junto a la imagen del Cristo barroco con la cruz a cuestas, flanqueado por la guardia pretoriana, los poderes fácticos: el alcalde, el sargento de la Guardia Civil y el cura párroco. El munícipe, henchido de ufanía, con la vara de mando y el fajín; el sargento, traje de gala, tricornio y bigote, desfila también con marcialidad; don Rosauro, el cura párroco, trata a duras penas de disimular sus generosas redondeces. Varias señoras, muy dignas, completan la comitiva con vestido, zapatos y medias negras y la inevitable mantilla española. Huele a claveles y a cera.

La calle se estrecha, se alarga lachicotá; algunos cirios de la candelería se apagan con el relente. Suena una saeta desde un balcón con geranios. Virginio Vargas “el alondra”, bracero gitano y cantaó se gana el silencio con su peculiar quejío. Tiene la voz rota, de taberna. Un repique de tambor acompaña huérfano al cante:

 

“Bebe la luna veneno que es sangre de un inocente, con el peso del madero,

Caminando hacia la muerte, marcha Jesús Nazareno…”

 

Se mece el paso y con él el cabello natural del Cristo, hierático él, la mirada clavada en el suelo. Bastante cruz tiene con la suya. Un costalero se alivia debajo de la canastilla. Murmullos de los más cercanos y protestas justificadas de los compañeros.

Acaba la saeta. Prorrumpe la multitud en aplausos.  El capataz, Perico Capilla, traje negro impecable,  echa mano del llamador; suenan sordos dos golpes espaciados. Un niño se hurga en la nariz en primera fila. Calla de nuevo la gente. Nuevo golpe seco que preludia lalevantá. La voz del capataz, que se viene arriba, reverbera en el espacio angosto de la calle:

-          ¡Vamoh a echale cahta!. ¡Toh por iguá, valienteh!.Pausa. ¡Arriba Jesús, me cago en Dioh!.

 

Los primeros acordes del Himno Nacional hacen reaccionar de nuevo al gentío. Ovación cerrada y lágrimas sentidas de los más recalcitrantes.

 

Verídico…


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