En un pueblo recóndito

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Nicanor Crespo se prepara para ir a misa, él mismo se plancha su ropa; la camisa, la americana, el pantalón. Antes cuando su mujer estaba viva, él también lo hacía. Como ella no hacía no era de su agrado, él no permite ningún fallo ni en la ropa ni en la vida. Hay que saber estar, relacionarse armoniosamente con todo el pueblo, cualquier traspié puede tirar por tierra todo el esfuerzo hecho durante toda una vida y la buena imagen de sus padres y abuelos. Todos le inculcaron lo que se devía hacer, no salirse de lo establecido. Su hija Rosario de cincuenta años, no iva a misa, algo que le ponía de mal humor, en fin había salido a su madre. Esa devilidad, esa dejadez ante el saber estar. Dejaba que no fuera a misa desde la muerte de su madre, ella decía que Dios le quitó a su madre asique porqué iva a ir a rezarle. Aunque en realidad era por estaba arta de ver a la gente de ese pueblo de falsos e ignorantes. Recuerda cuando su madre se murió hace treinta años de cancer de útero y la gente pensaba que era contagioso. Muchos no fueron a ver a su madre, era lo contrario a su padre, cariñosa, devil de caracter, lloraba mucho cuando su padre la reñia por hacer aquello o esto mal, le encantaba salir con su hija a hacer las compras fuera del pueblo, coger el autobus e irse de ese pueblo. Rosario llora por ella,  mira por la ventana, ve llegar a su vecino Cadio. Hace treinta años fueron novios, pero los padres de él desicieron el noviazgo porque seguramente Rosario tambien tendría poblemas de útero y no le daría hijos. Cadio acabaría marchandose del pueblo y casandosé con otra chica. Hoy venía hacer una visita a sus padres, su padre Nuicanor se acercaba por la calle, venía de la misa, su padre saludó a Cadio. A Rosario le dolió en el alma ese saludo, su padre a pesar de que Cario y su familia habian roto su corazón, su padre no la defendió jamás y les mantubo el saludo como si ellos tubieran razón. Ella y su madre eran menos que nada para su padre. Las lagrimas que caían por los ojos de Rosario eran de rabia, hacía años que ya no vivía, que se consumía a fuego lento en aquella casa llena de recuerdos tristes. Rosario espero a la noche, salió y se escondió entre los arbustos de la casa de Cadio, esperaba que saldría. Cadio salió a las doce de la noche, se acercó al coche y Rosario se abalanzó sobre él con un cuchillo cortandole el cuello, todo fué muy rapido y más cuchilladas fueron a su pecho. La sangre se iva a chorros, pero la madre de Cario salió con una bolsa de pimientos de la huerta que se le habian olvidado a Cario y vió como Rosario se ensañaba contra su hijo ya casi muerto. Empezaron los chillos, las carreras, los curiosos. Nicanor salió abrió la puerta de su casa justo cuando Rosario entraba manchada de sangre y con un cuchillo y se metia en su habitación corriendo. Nicanor solo repetía:-¿ Que as hecho?, ¿Que as hecho?... Rosario se hacia cortes por todo el cuerpo mientras escuchaba las voces de su padre. Pero en la mente de su padre solo llegaban pensamientos de que toda su reputación y la de sus antepasados, que hasta entonces había sido intachable, estaba destruida, no podrá caminar por el pueblo con la cabeza alta, no podrá ir a misa, al bar sin que le señalen. Todo su saber vivir construido cada día desde niño estaba arruinado  y ya no había arreglo posible.


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