Cuchi

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
4524 visitas

Marcar como relato favorito

Me puede la curiosidad y el sentido común se queda fuera. Tan sólo han transcurrido unos minutos desde que entré en este bar propio de tíos cuando percibo un movimiento extraño y envolvente que me llama a la prevención, ¿Cuál debe ser mi reacción ante cualquier avanzadilla?, la verdad es que ni me lo planteé, me pudo la enervante sensación de riesgo que me eriza los pezones y me los marca descarados en la camiseta de algodón.
Me siento en la barra con desenvoltura y le pido al camarero un güisqui con coca cola, enciendo un cigarrillo y cierro mi espacio con unos pensamientos que me enrollan. Me apercibo que se acercan en un número de tres, como si tuvieran miedo a hacerlo de uno en uno, me sonrió para mis adentros, aquí, me digo, no manda nadie por ahora.
El primero de ellos se presenta de forma educada, llamándome la atención con su mirada de galán, el segundo se le une sin más y el tercero lo hace dejando espacio para que lo tenga presente y en la distancia me saluda correcto con un - Buenas, que podría llevar, incluso, cierta indirecta, al sonar con poco seseo.
Como soy de buenas maneras respondo con un
- Buenas, con seseo, cerrando así cualquier equivoco anterior, manteniendo, eso sí, toda la dignidad de que puedo hacer gala en un lugar como éste.
Cuando voy a dispararle al camarero que lo que me ha servido tiene pinta de brebaje, hace su aparición el cuarto, viene a las claras de protagonista, de acostumbrado a tomar la iniciativa,
- Hacía tiempo que no nos visitaba nadie con tan buen trapío, suelta de primera y yo, le miro con prevención, como si no supiera interpretar si es un elogio o una fresca. Como en la distancia corta tengo las de ganar (con mis dos buenas tetas) le dejo un espacio en el que se ubica sin prisas manteniendo la calma. Con los pezones a romper, comprendo que no le resulte fácil, le imantan la vista y le hacen bizquear, le sonrío generosa a sabiendas del acojono. Después, todo resulta más fácil porque la gente de barrio tiene su sello, enseguida se les cala, cada uno se posiciona en el lugar que le corresponde, el listillo, el lenguaraz, el cachondo, todos se comportan como se espera de ellos, enseguida comprendo que este lugar carece de morbo, busco algo fuerte y resulta que aquí, hasta la bebida es aguachirri.
- Morena, dice entonces una voz autoritaria que se me dirige desde el final de la barra, miro curiosa y me encuentro con un hombre de unos cuarenta y pico años, alto, delgado, ojos grandes, labios carnosos y mirada insolente. Le devuelvo la insolencia con una risita de medio lado y sigo a lo mío, pero la cosa ya tiene color.
-Tengo este taburete esperándote desde hace mucho, lo dice señalando el que tiene vacío a su lado, está a no más de tres metros pero la distancia se distorsiona cuando quien habla te mira con fijeza y seguridad. Vamos, que ésta se acorta, los espacios se reducen, siento su parte canalla en el gesto y en los que están a mi lado, de rostros congelados, al quedarse sin espacio por el respeto que el otro les impone .
Miro a mi lado, donde igualmente hay un taburete vacío, y hago un gesto de no entender, está claro que no soy de las que van sino de las que esperan. Entonces él toma un sorbo largo, pausado, aquí la gente va con calma. Me remuevo en el asiento dejando patente algo de chulería y guapería. Él se levanta, termina de dar el último buche, levanta el dedo y le dice al camarero
- Roman, ponme uno igual junto a la señorita, y me dice mirándome directamente
- Si ella no tiene inconveniente, claro.
El susodicho le mira, me mira y hace un ademan de quedar a la espera de mi decisión. Hago un gesto mundano de pasar de cortesías y de dar cabida al extraño y éste en dos pasos largos se me encaja delante
- Juan Cortes, se presenta sin más, alargando su mano cuidada y firme,
- Cuchi, le respondo escueta, dándole tan solo unos deditos de muestra.
- Yo tengo una prima, empieza a decir y le corto
- No estoy para historias, perdona.
- Era para cortar el hielo, yo tampoco soy de historia,
- Pues que bien, no?, continúo en mi línea de aquí hay obstáculos que superar. Cambia el gesto, se posiciona, espera que le sirvan su brebaje, da varias vueltas al vaso, toma un sorbo y cuando me mira ya es otro, tiene caramelo en los ojos y malicia en la sonrisa.
- He salido al paso, porque estos son unos moscones de mucho cuidado, me dice simpático y protector.
-¿Me has visto en peligro?, le suelto para que tome nota de que no soy ninguna niñata.
- A ellos, sí, me dice con tanto desparpajo y gracejo que es como si me pasara el dedo por el ombligo.
- No creo que sea para tanto, me doblego a su gracia.
- Tengo una premisa, nunca hago juicios de valor, dejo que las cosas fluyan y en ocasiones incluso acierto,
Hace un paréntesis, en el que sonríe, miras a los otros para ver que atentos están, da un sorbo, y continúa
- No me gusta pecar de listo, ni de entrometido, pero me da la impresión que eres una mujer decidida.
Hace un gesto como de quitar importancia a sus palabras, de hablar por hablar, yo estoy interesada en el personaje pero quiero darle la impresión de estar parapetada en mi espacio.
- ¿Le pasa algo a la música?, le digo directa para que resuelva el por qué no suena.
- Roman, pon la radio, le dice autoritario y añade
- Con música.
La cosa apunta bien, el tipo no es de los que se achanta, si pongo la mecha estoy convencido de que la prende sin titubeos. Ahora soy yo la que se plantea qué quiere, vine para darme un coloque de morbo y lo he conseguido en parte, seguir es entrar en tierras movedizas y no sé si estoy por la labor.
Suena la voz incuestionable de Dylan y me vuelvo perezosa.
- Del 88 un temazo, me suelta al verme en onda
- Tremenda, le digo escueta
Hago un gesto desaprobatorio de la bebida y es rápido a la vez de astuto, con una señal con los dedos llama al camarero y le dice algo al oído.
El tipo le pone un punto a todo, veo acercarse después al camarero con un vaso con hielo y limón, una coca cola y una botella de güisqui escocés. Se comporta como un barman, lo prepara con solemnidad y me lo sirve. Le sonrió a Juan y a éste se le cambia la expresión, sabe que está llevando bien la situación y ya se ve vestido de luces.
No soy de entrar en muchos detalles, la cuestión es que salimos cogidos de la mano y luego, juro que se lució con la muleta.

 
 

¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed