MI TESORO parte 1

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                                                   MI TESORO

 

No eran todavía las 6 de la mañana cuando lo oyó gemir lastimeramente. Se levantó con sigilo y se dirigió a su cuarto. Se dio cuenta enseguida de que había vomitado y de que tenía diarrea. Lo llevó al baño y lo limpió entero. Le tomó la temperatura y observó que estaba muy alta. Se echó a temblar.

Inmediatamente recordó a su hermanita, muerta dos años antes de complicaciones de una gastroenteritis. El día que la enterraron fue el más triste de su vida.

Ambos llegaron al mundo el mismo día de verano, hacía ya 3 años. Les bautizaron con los nombres de Lucas y Rita y lo celebraron, en el jardín, con los amigos y familiares. Recordó lo mucho que le había costado  convencer a Manuel, su marido, de ampliar la familia, pero tanto había insistido que éste  (que se había resistido alegando que así estaban bien y que su vida podía cambiar para mal con nuevas responsabilidades) acabó finalmente aceptándolo a regañadientes. Cuando se enteraron de que venían 2 en una misma entrega, ella se puso de lo más contenta. Preparó las canastillas de color azul y rosa y compró lacitos de los mismos colores. 

Pero ahora se repetía la misma historia, los mismos síntomas que tuvo su infeliz hermanita y eso era algo que no podía soportar. Despertó a Manuel y le puso al corriente de los acontecimientos. Este la tranquilizó y le dijo que en cuanto se tomase un café para despabilarse un poco, los llevaría al hospital  Se asearon rápidamente, se vistieron y tras beberse un café bien cargado y ponerle a Lucas unos pañales y envolverlo en una manta, cogieron el coche en dirección al hospital. Como el tráfico era muy denso a esas horas de la mañana, tardaron casi una hora en llegar y como Manuel entraba a las 8 a trabajar y el hospital se encontraba lejos de su oficina, los dejó en la puerta, diciéndole a Sonia que lo mantuviese al corriente.

Cuando Sonia entró , la recepción del hospital se encontraba llena de gente y había cola en el mostrador. Impaciente, consultaba su reloj cada minuto, hasta que por fin le tocó el turno. Le dijo a la enfermera que se trataba de una urgencia, pero ésta ni pestañeó. Le tomó los datos de Lucas y de lo que le ocurría y señalándole los asientos de la sala, le dijo que esperase su turno.

Cuando le llegó su turno estaba ya desesperada por la demora. y Lucas estaba temblando debajo de la manta. Los recibió una enfermera auxiliar quien le tomó los datos básicos: edad, enfermedades, vacunas, antecedentes familiares, comidas efectuadas las últimas 24 horas y si le había suministrado algún medicamento. Tomó nota de los datos con parsimonia y una vez rellanado el cuestionario, se lo pasó a Sonia para que lo firmase. Con el cuestionario en una mano, salió del minúsculo despacho y abrió una puerta lateral, que cerró a sus espaldas. Al cabo de pocos minutos regresó y le dijo que ya podía pasar a ver al doctor. Este era un hombre alto y grueso, de unos cincuenta años, que llevaba unas gafas sin montura, colgando de un cordel. Le estrechó la mano con fuerza y calándose las gafas, cogió a Lucas con los dos brazos y lo depositó en una camilla de reconocimiento.

Lo auscultó, le tomó la temperatura,  la presión arterial y le contó los latidos. Una vez concluida la exploración,  se sentó en su escritorio a escribir, diciéndole que le estaba mandando, con carácter de urgencia, análisis de sangre y de las heces y una radiografía del aparato digestivo. Le recetó también un par de medicamentos y le dijo que le diese una dieta blanda y lo mantuviera en observación durante las próximas 48 horas, plazo en el que tenía que volver con los resultados de la analítica y la radiografía.

Al salir del gabinete, mostró a la enfermera del mostrador de pruebas diagnósticas las recetas del doctor y al comprobar que llevaban el sello de “urgentes”, le dijo que esperase en una sala anexa y que ya le llamarían. Aprovechó,  entonces, para llamar a Manuel y relatarle lo que el doctor le había dicho, añadiendo que Lucas estaba cada vez más caliente y tembloroso.

Eran las 12 pasadas, cuando recogió a Lucas de la prueba radiológica. Preguntó en el mostrador cuando estarían los resultados y le dijeron que después de las 6 de la tarde. Salió del hospital y tomó un taxi de vuelta a casa, parando primero en una farmacia para comprar la medicación. La circulación a esa hora era fluida y no tardaron más de 20 minutos en llegar. En el trayecto, Lucas se había adormecido y en cuanto entró en la casa lo depositó, tapado, en el sofá.

Se preparó algo de comer y lo masticó, inapetente. En cuanto oyó que Lucas ronroneaba, le hizo tragar con agua las medicinas y lo tuvo meciendo en sus brazos, hasta que se volvió a dormir. Sonia encendió el televisor y mientras veía un programa de sobremesa, se quedó dormida con Lucas en su regazo.

Despertó sobresaltada al cabo de una hora y como vio que Lucas seguía dormido, se levantó y se fue a la cocina para prepararle su comida de dieta, pues no había comido nada desde el día anterior. Lo despertó e intentó que comiese, pero Lucas rechazaba una y otra vez el alimento, de manera que, tras intentarlo durante un buen rato, acabó por desistir. Solo aceptaba beber agua y sus deposiciones eran ya líquidas y los vomitaba bilis..

Cuando a eso de las 6 de la tarde  llegó Manuel del trabajo, la encontró sollozando con Lucas en el regazo. Trató de consolarla con palabras de ánimo, pero ella seguía hipando, sin atender a sus ruegos y caricias. Manuel se sirvió una cerveza y se sentó junto a ella, continuando con sus palabras tranquilizadoras, que continuaron sin hacer el menor efecto en Sonia.

Manuel, viendo que sus intentos no daban resultado, subió a su cuarto, se puso ropa de deporte y salió a correr por el parque. Al cabo de una hora regresó y se encontró el mismo panorama que había dejado. Se duchó y se puso ropa cómoda. Bajó al salón y observó que Sonia había dejado de llorar, pero ahora miraba a un punto indefinido de la pared. Se sirvió otra cerveza y puso las noticias. Cuando acabaron, se dirigió a la cocina para preparar la cena.

Una vez que la cena estuvo lista, llamó a Sonia, pero ésta ni le respondió. Fue al salón para ver qué pasaba y se dio cuenta que ella continuaba con la mirada fija en la pared, como estaba hacía una hora antes. Le llamó por su nombre, sin éxito, pues parecía ensimismada. Como la cena se estaba enfriando, decidió volver a la cocina y sentarse a cenar en solitario. La verdad es que tenía hambre y comió de todo en abundancia. Cuando acabó, recogió la mesa y metió los platos en el lavavajillas, lavando a mano los cacharros.


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