Delirio II

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CAPITULO III

 

Antonio cogió aire, se esperó unos minutos antes de empezar y empezó a hablar.

 

Hoy hace 30 años que empecé una relación, yo era un crío. En aquella época, no había móviles, las cabinas de teléfono estaban a la orden del día, y la diversión era mucho más sana. La vida era estudiar, tontear y disfrutar, pero ella se me atravesó en el camino y mi mundo desde ese momento fue de ella.

 

La primera vez que la vi, sabía que algo especial habría entre nosotros. Estaba en un cumpleaños de una amiga suya que por aquel momento estaba tonteando, ella estaba en una de las esquinas de la sala y la verdad es que hubo química entre los dos, con su pelo rizado, su mirada penetrante y su figura delgada hizo que muchas veces me olvidara de que estaba con su amiga e intentara hablar con ella. Pero no fue después de un año que no intenté nada con ella. Digamos destino, digamos casualidad, los dos estábamos pasando en nuestras vidas dos duelos distintos, ella la muerte de una hermana y yo la de un ser querido, y esas experiencias aunque no habláramos de ellas nos compenetraban de una manera que es difícil de explicar.

 

Me quedo tonto al recordar como como un chiquillo le pedí salir en aquel en el botánico al lado de lo que ahora son los jardines del Turia. Mi pandilla tenía fama de ser unos cabroncetes ya que en cierto modo chuleábamos a las tías, pero no esperaba que ella me dijera que si le estaba pidiendo salir por una apuesta. La verdad es que la apuesta duró nueve años, y con esos nueve años como en todas las relaciones momentos buenos y momentos malos.

 

Recuerdo que estábamos sentados en el banco y una amiga suya que le acompañaba, fue la que me dijo que le pidiera salir, yo no me lo creía, Carla conmigo, pero si, fue así ella me miró y antes de decir sí, me puso unas condiciones, lo había pasado mal, pero parecía que quería pasar el tiempo a mi lado, y así fue como esa noche la llevé a su casa en mi Vespino, y nos dimos un pico para vernos al día siguiente.

 

Estaba feliz, radiante, y no sé si ella también pero lo claro es que parecía que sí. Al día siguiente en el pub que quedamos fue maravilloso, le di el primer beso, y aunque parezca sentimentalismo barato, yo creía que levitaba, era algo que no he sentido con otras muchas mujeres, de hecho puedo señalar que con ella y con otra más.

 

La vida dentro de la tristeza parecía ver luz, y fue así durante los primeros seis meses, sin un duro en los bolsillos pero no nos importaba, nos daba igual el frío el calor, si se nos ponían morados los dedos de los pies o si nos salían sabañones, solo queríamos estar el uno con el otro, vivir esos pocos minutos que teníamos al día. Y poco a poco nos fuimos contando secretos, verdades, cosas interiores, que posiblemente ni a unos padres se le contarían, y con eso nos fuimos haciendo nuestra gran película de amor. Nos prometimos todo, desde matrimonio, a tener hijos y a ver amanecer. Ningunas de las cosas se cumplieron.

 

 

 

 

 


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