Todos los policías motorizados

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Enviado el , clasificado en Ciencia ficción
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Hoy vi a esa mujer de otro mundo en la plataforma. Tenía una belleza tan, singular, de esas que, incluso sin conocerlas, sabes que no sería posible compartir algo con ellas... y te duele. Y no me refiero a compartir algo físico, sexual, o emocional, si quieres verlo así.  

Me refiero a compartir, aunque sea una tarde, contemplando los restos de la estación espacial que quedaron desperdigados en el firmamento como bombillas eternas después de que el reactor explotara en marzo.  

Ella me miró fijamente, y por un momento floté. Sentí un ligero hormigueo por todo el cuerpo; y en el momento no supe cómo, pero pude verte a ti, que me leerás algún día. Pude oírte, olerte incluso.  

Tu caminar de sobrepronadora.  

Pegaso de Hércules, alas metálicas, espantando luciérnagas.  

Primer McDonald’s en Saturno. Contrabandea carne humana, dicen. Nunca vayas.  

Cien años de soledad, transcrito a treinta y siete lenguas no terrestres. Te lo dejaré bajo la cama.

Gravedad ausente. El nuevo orden. La habitación que el señor Turner preparó para nosotros en la base de la tranquilidad. Reservación pospuesta para siempre.  

Universo, ese campo minado, creído páramo inerte.  

Tabla periódica de tres mil elementos, y contando.  

La tripulación de la sonda “Cortés”, intentando evangelizar, para después haber sido grabada por su propio rover de acompañamiento, siendo ejecutada y deglutida por los marcianos.  

Las Andrómedas, sus caderas ansiosas, sus vientres insaciables, dando un placer feroz en cualquier prostíbulo de la galaxia, a cambio de que te contagien la hemorragia subdérmica, incurable hasta hoy.  

Elvis, inmortalizado en holograma, dando su espectáculo, casi rompiéndose las rodillas para deleitar a los selenitas.  

La flota de los Uranios… una flota de terror, por cierto. Algún día la verás rompiendo el cielo, hija mía, y será el momento de correr. No podrá ser detectada hasta que esté ingresando a la atmósfera. ¿Entiendes por qué digo que era de terror?  

Prepáralo, mira adelante, enfoca, y si tienes oportunidad, aprieta el gatillo.  

Tu sonrisa. Ese otoño detrás tuyo.  

Déjame capturarlo –PERMISO DENEGADO-.  

El llanto oculto de papá la tarde que vio partir mi nave, sabiendo que no regresaría, pero preparando la misma taza de café para los dos, todos los días, por si el destino bueno le torcía su augurio y al final yo si volvía.  

Mamá, deseando verme otra vez, hasta su último respiro.   

Árbol de follaje seco, imaginería de fruto cibernético… no muerdas la manzana.   

No muerdas la manzana.   

Los niños esclavos, vendidos por millares en los confines de la vía láctea. ¡Dios te libre!  

Tu madre, ahora sabe que no alcancé a llegar.  

Pero pude verte. Tu sonrisa. Ese otoño detrás tuyo.   

Por favor, déjame capturarlo –PERMISO DENEGADO-.   

Está bien, todo está bien.   

Te decía que, hoy vi a esa mujer en la plataforma. Tenía una belleza tan, singular, de esas que, incluso sin conocerlas, sabes que no sería posible compartir algo con ellas... y sin embargo, tuvo la bondad de sincronizarse con mi mente, para permitirme acariciar todo lo que te cuento.   Era una venusina. Sí, las de piel violácea, parecida a la de ese mal texto que te envié la otra tarde y que debe estar en algún servidor sideral, en camino a llegarte: “Día uno”, se llama, exacto.

Son conocidas por su don de la adivinación y clarividencia. Se les considera brujas interestelares, muy peligrosas si uno anda en malos pasos.   

El hormigueo en mi cuerpo cesó, y antes de que todo se acabara, ella me sonrió tímidamente.   

Entonces, el comandante dio la orden: -¡Fuego!   

Y todos los policías motorizados le dispararon.         

 

A Paula y su caminar de sobrepronadora galáctica. 


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