Vamos y lo matas

No podía hacer menos  por aquel amigo, e incluso incriminándome de cómplice o colaborador necesario o ve y busca la jerigonza en que consistiera aquello; pero estaba dispuesto a ayudarle. Había sido siempre un amigo.

rn

- Te tengo que matar- le dijo.

rn

Y yo, que no quería que quedara en aquel ridículo de no cumplir la palabra, me presté de taxi.

rn

Afiló los cuchillos- los mejores que había en su cocina- y los lio en un trapo. E hicimos el viaje. Pero por el camino yo veía que se le iba yendo la prestancia de ánimo. Empezó a sudar y aludía en resumen a si no era excesiva aquella réplica.

rn

- Aunque sea lo mato yo- le dije. Pero se cumple la palabra.

rn

 Y que ni siquiera de acompañante. Por lo que me vi solo en el coche con dos cuchillos de destazar puercos liados en un trapo y con una determinación que ya sólo consistía  en no dejar al lenguaje como el mismo trapo que los envolvía- los cuchillos. Menudo dilema. La afrenta había sido bastante grave, pero no me incumbía, fuera del respeto a la palabra dada, aunque fuera para actos como aquel, de los que figuran en los Códigos.

rn

Ya no sabía cómo salir de tal encrucijada. O me volvía, desprestigiando al castellano como un instrumento de porquería, o seguía el camino de aquella especie de suicidio que de llevar a cabo la acción representaba.

rn

En realidad (me empezó a rondar la mente),mi palabra no era la empeñada. Pero había estado presente y en cierto modo la de aquel amigo era también mi palabra, al menos en parte.

rn

Fui y lo maté. Y curiosamente no me pasó nada. Nadie lo vio, o quiso ser testigo. Y ahora vivo impune y además con el respeto de la gente. Por tener palabra.

rn

rn