EXTRAÑOS

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Aún a veces suelo preguntarme que recuerdo de aquel momento, ¿cómo fue?, ¿qué sentí? Y si al principio hubo de ser mi conclusión siempre la misma, con el tiempo, los contornos de los objetos físicos, la intensidad de los olores, de los sonidos y la de las mismas emociones, se ha ido clarificando hasta que a día de hoy, conforma una escena reconocible y real, tanto, que me permito dudar sobre su veracidad, sobre su cariñosa e impuesta veracidad. Jules y Nadine eran un matrimonio bien avenido, lo fueron siempre y mucho más desde que yo aparecí en sus vidas. Me encontraron inconsciente en un apeadero cualquiera de un tren cualquiera, y después de tres meses, en los que apenas abandonaron la cercanía del cabecero de la cama que ocupé en el hospital, pusieron por fin pie en su residencia. Dónde estoy yo ahora pasados unos años, enterrándolos.

Primero de abrir los ojos, un olor limpio, un olor de agua, invadiéndome de punta a punta el cuerpo me acomodó a una disposición favorable. No sé cuanto pudo haber durado esto, sé que luego se sumaría también el arrullo, el arrullo del mismo agua que como suave brisa me transportaba sino volando, si en el flujo de aquella corriente húmeda. Los párpados se retiraron, dejando paso poco a poco a las formas, que ante mí parecieron brotar de repente de entre las sacudidas y el arrullo del agua, de entre las sacudidas y el arrullo de Jules y Nadine.

No sigo, noto el inminente llanto y no sigo, así que fijo la vista en el panteón y cierro los ojos unos segundos, o unos minutos. Vuelvo a mirar y me voy caminando despacio, cogidos los brazos y acompasando la cabeza en un rítmico tic-tac, que me desliza vaporoso en el interior de la reducción armónica. En los clamores, el espanto con todo lo que rozase la insensata reducción. Veo a Jules y veo el escapársele la vida por el agujero de la reducción. Nadine eliminando de un plumazo todo lo que no haya sido filtrado por el átomo, y cuenta aquí con la palabra justa, el gesto propicio, llevados al hilo de concesiones por fuerza beneficiosas para ella, como centinelas aliados. Veo a Nadine amansarlo apartándose las lágrimas. Veo luego la reconciliación y salgo del cementerio, y caigo entonces en cuenta de que estoy sólo, con la vida de dos extraños para ser yo.


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