Carta a nadie

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Carta a nadie

Y el golpeteo de las campanas anuncio la media noche, y yo, apenas en mi juicio, vagaba por las calles desiertas, cubiertas por el humo que manaba de las cloacas emergiendo cual espectros nocturnos que salen de sus sepulturas.

Sentía cada gota, cada brisa de aire húmedo en mi cara, cual esperanza que avanza con claridad hacia este pobre poeta ya muerto en vida. Porque, ¿Qué es une escritor sin tinta?, ¿Qué es un poeta sin papel? Y que es este humilde servidor sin nada mas en su cabeza que el mareo de las copas recién bebidas.

Avance con lentitud, caminando entre la lluvia que se llevaba mis males y el recuerdo de tu hermosa presencia aquí, ¡aquí! Justo a mi lado. Así es te habías marchado, llevándote consigo toda inspiración, pues eras tú mi amada musa la que hacia brotar de mi hasta la más bella frase que solo era digna de tu nombre.

Y ahora, justo ahora debía escribir, escribir mi triste despedida en letras que en este instante no salían de mi boca y mucho menos de mis pensamientos. Aquella carta, ¡Como diablos escribiría aquella carta!...

¡Eso es! Lo tenía, la locura volvía a mí y el deseo de empuñar mi mano sobre el pergamino revoloteaba desde mi tembloroso ser.

Escribiría, te escribiría la más bella carta con el más precioso verso de mis labios, mi obra maestra que sería tu delirio y te traería de nuevo a mis brazos, ¡eso es!, me repetía al sonoro compas de las campanas.

Corrí, corrí como un desesperado aferrado a mi sueño y anhelo de verte feliz a mi lado, corrí hasta llegar al pórtico y vi desde fuera las luces encendidas, como las sombras bailaban y jugueteaban por las paredes y cortinas, no eran más que los residuos de tu esencia que me jugaban una mala pasada.

Entre y llegue hasta mi escritorio donde me aguardaba pacientemente una única hoja de papel; en mi mente se aclaraban las palabras formándose oraciones que quería escribir a toda prisa, y, usando esa tinta roja comencé.

Sumergí la pluma en el tintero bailándola suavemente y al fin la puse sobre la hoja.

Sentía que volaba, era libre entre mis párrafos y oraciones, cada letra y palabra dejaba mi alma y se plasmaba frente a mí, ¡oh!, era una delicia, llegaba al éxtasis de la emoción e inmerso en mi trabajo continúe, continúe sin parar hasta que al fin la termine.

Y ahí estaba, escrita en letras rojo carmín, era hermosa, era perfecta, la carta hecha para ti estaba completada. Sonreí dejando asomar mis mas tétricos deseos cubiertos por un aliento frio.

¡Abran la puerta!, escuche, pero me sentía agotado, débil, así que deje que simplemente entraran.

¡Es la policía, queda arrestado!, no comprendía las palabras absurdas, ¿de que hablaba este hombre?, si de su boca solo salían las más vulgares blasfemias que mi oídos hubieran escuchado, eso no debía ser un hombre, una bestia de mirada  atroz, con un cuerpo que desafiaba toda ley de la realidad y una voz que más bien era un gemido de ultratumba, hacia que se me erizara la piel.

No, ¡no los dejare!, tome tu carta y la apreté fuerte a mi pecho; lo último que sentí fue el frio metal del abrecartas cercenando mi garganta y cortando las palabras, mi inspiración ahora se fugaba de mi cuerpo manchando de tinta roja el piso de madera.


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