EL REVERSO DEL ESPEJO 1

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Era una desapacible noche del mes de enero del lejano año 1979 en la que caía zigzagueante una lluvia azotada por el viento que se calaba en los huesos, y mi joven madre y yo salimos de un céntrico cine de Barcelona en el que se proyectaba la tan espeluznante como célebre película de terror llamada LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES en la que salían truculentas escenas de canibalismo, por lo que pensé que aquel desagradable clima estaba muy en consonancia con el tema de aquella cinta.

Andábamos con paso ligero deseosos de hallar algún taxi mientras que el haz de las luces de las farolas del señorial Paseo de Gracia se reflejaba en el asfalto como si de una Vía Láctea urbana se tratara.

Como por el momento no venía ningún vehículo público disponible optamos por refugiarnos en un bar a tomar un té caliente. Y una vez que nos hubimos acomodado en una mesa frente a dicha consumición, mi madre con un manifiesto enfado me increpó:

-¡Parece mentira Paco que te gusten estas horribles películas! ¡Y no! La próxima vez no me obligues a acompañarte a ver cosas así. Además me preocupa que te interesen esos temas tan morbosos.

- ¡Vale, vale! Pero no te confundas. A mi tampoco me gustan las escenas escabrosas - le respondí yo-. A mi  lo que me atrae de las películas de terror es el misterio; lo desconocido que se desprende de las mismas.

-Ya lo sé. Siempre serás una persona con una inquietud peculiar; distinta a la de los demás. Y por eso muy poca gente te comprenderá. Pero a mi este género de películas me hacen pensar en las pesadillas que sufro por las noches en las que sueño sangre.

El símbolo de la sangre suele ser un mal presagio, cuyo mensaje anuncia un desagradable acontecimiento que está en ciernes.

Como había dejado de llover, al salir nuevamente a la calle no tardamos en encontrar el codiciado taxi y durante el trayecto nos entretuvimos hablando de novelas y de películas.

- Como te gusta hablar conmigo - me dijo ella con una cálida sonrisa.

- Bueno, sí. Cuando uno se hace adulto lo que en definitiva cuenta es la afinidad anímica que se pueda tener con otra persona o no dentro de la misma familia, al margen del parentesco que pueda haber entre ambos. Y esto es lo que me ocurre contigo - puntualicé yo.

Desde aquella noche pasaron unos meses, y al llegar el verano mi padre que había heredado de mis abuelos una inmensa finca rural de árboles frutales en Lérida quiso ir allí un par de días para resolver un asunto, y deseó que yo le acompañara.

Sin embago yo ignoraba que en aquel lugar iba a vivir una aterradora experiencia que jamás la podré olvidar.

Por lo visto el campo me relajó en grado sumo, puesto que en una noche estrellada tuve un terrible sueño revelador. 

"Yo estoy en una casa que tiene un largo pasillo, el cual desemboca en una habitación. Cruzo aquel largo trecho hasta la puerta, la abro y me encuentro en una amplia estancia en cuyo centro en el suelo  hay un ataúd. Sigilosamente me acerco a el y grande es mi sorpresa al descubrir en su interior el cadáver de mi madre que yace con los párpados cerrados y amoratados. A ambos lados de su cabecera hay dos cirios chorreando cera. Y con una enorme desesperación me digo a mi mismo: "¡No puede ser"

El sueño en cuestión era de una apabullante nitidez, y tanto fue así que me desperté sobresaltado con un amargo sabor de boca; y no me atrevía volver a dormir temiendo que aquella pesadilla se volviese a repetir. Pese a mi ignorancia acerca  de las premoniciones yo intuía que en aquel sueño podía haber algo de verdad; pues era como un aviso que se me daba desde un ámbito desconocido.

Por lo que he podido informarme, la psicología humanista reconoce esta clase de sueños de telepatía que se producen muy de vez en cuando, en los que el inconsciente del receptor capta la información de la mente del emisor (en este caso de mi progenitora) en la que va implícita el hcho de una enfermedad orgánica de la persona, y lo que vendrá después.

Al regresar a Barcelona y al cabo de un tiempo mi madre enfermó gravemente de un cáncer de pecho siendo desahuciada por los médicos.

Y en aquel aciago periodo, tuve otro sueño singular.

" Estoy en una habitación de una casa desconocida, ante dos sujetos vestidos con una túnica blanca; y en un rincón de la misma hay un camastro en el que está echada mi madre.

- Ven. Tenemos órdenes de llevarte con nosotros - le dicen ellos a mi madre con una exquisita cortesía.

La aludida se levanta con resignación del camastro y se dispone a dejarse llevar por aquellos tipos.

En aquel instante aparezco yo protestando con energía.

-¡Alto ahí! ¡No quiero que os llevéis a esta mujer! ¡¿Por qué os la tenéis que llevar?!

En el mismo tono educado los dos desconocidos me responden:

- Porque es la ley de la compensación de la vida. Ella se tiene que venir con nosotros para que otros ocupen  su lugar.

- Sí. Pero ¿por qué ella precisamente y no otra persona? ¿Tan necesario es que os llevéis a esta mujer?

-Nosotros no podemos hacer ninguna excepción. Le ha tocado a tu madre como le podría haber tocado a otro sujeto. Tu madre tiene para ti una importancia subjetiva, personal. Pero para el proceso de la vida es una más. Si hiciésemos una excepción con ella también tendríamos que hacerla con otras personas y entonces deberíamos de alterar el orden de la Naturaleza.

- ¿Y a dónde os la lleváis? - inquiríero yo impaciente.

- Esto no lo podemos revelar. Lo tenemos terminantemente prohibido - contestan ellos cn laconismo.

- Está bien. Llevaos ami madre - conveng yo con un hondo pesar".

¿Me rebelaba yo del fatal desenlace que le aguardaba a mi progenitora a través de los arquetipos de mi subconsciente que apuntaban hacia el misterio de la existencia? Es possible que así sea.

Poco después de aquel sueño, mi madre abandonó este mundo.

                                                                     CONTINUARÁ

-


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