¿UNA BUENA ÉPOCA? 2

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En el ciclo dedicado al erotismo vino al Club a darnos una conferencia el Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela quien años atrás había escrito novelas realistas. El hombre sacó de una cartera un fajo de cuartillas y se puso a leerlas en un tono impersonal y con un léxico tan grandilocuente como críptico para que viéramos su dominio del lenguaje; aunque no consiguió conectar con el público ya que por una parte el leer un discurso en unos papeles crea una barrera entre el orador y los demás; y por la otra parte Camilo no aclaró nada. Por eso cuando él terminó con su disertación a la hora del coloquio saltó un hombre del público que le preguntó con sorna:

-¡Pero bueno! ¿Qués en definitiva el erotismo según usted?

Yo pensé que aquel Premio Nobel había ido allí para reirse de todos nosotros.

En aquellos años se puso de moda la MOVIDA nacional nacida en Madrid en la que hubo una eclosión de creatividad artística en todos los órdenes, y al Club vino todo el equipo de la película de Pedro Almodovar LA LEY DEL DESEO a promocionar la obra, que era una exaltación de la bisexualidad humana que  a mi no me  gustó en absoluto.

Respecto a la famosa MOVIDA  madrileña lo que empezó con una alegría exultante y libertaria como si de una botella de cava al ser descorxhada y desparramarse aleatoriamente el precioso líquido se tratara para contrarestar la censura del franquismo, ésta se ensombreció debido a las muertes de sujetos por las sobredosis y del  SIDA.

En mi ciudad hubo un brote similar al de la MOVIDA, pero enseguida quedó diluído a raíz de que Barcelona había sido elegida para las Olimpiadas del 92 y la ciudadanía centró todas sus energías en reconstruir su lugar de origen.

Sin embargo a pesar de la euforia cultura del aquella época y en el centro no todo era tan brillante ni glamuroso como aparentaba ser. En los socios y socias del Club se advertía en sus expresiones una frustación, un malestar interior que no desaparecía por muchos  espectáculos que se vieran, y que no era otra cosa que los fracasos sentimentales que una mayoría de ellos había sufrido. Abundaban los matrimonios rotos por un lado debido a la caída de las viejas tradiciones de antaño como me dijo el pscólogo del Club; mas por el otro lado también debido a una escalofriante crisis económica derivada del petróleo que propició una pavorosa ola de desempleo. Si el lector iba por la calle podía ver ante cualquier extraña empresa una larga cola de personas que habían perdido su trabajo de toda la vida que se ofrecían de representantes  de cualquier bagatela a cambio de una mísera comisión para poder subsistir; si este mismo amable lector se adentraba en una de estas empresas "fantasmas" para una entrevista, se encontraba con despachos vacíos de personal y con los papeles dispersados por el suelo como si  un vendabal hubiese pasado por allí, y al día siguiente estos siniestros lugares habían desaparecido del mapa como por arte de magia. Esta caótica situación repercutía fatalmente en muchas parejas de cónyuges. Si por ejemplo la esposa todavía conservaba su puesto de trabajo, pero el marido se quedaba en la calle, aquello era motivo de agrios altercados; pues ya no se podía admirar al "principe azul" y por lo tanto la relación de pareja se iba a pique.

Fue precisamente en aquel Club cultural donde conocí  a Elvira. Se trataba de una mujer morena  bastante mayor que yo la cual pertenecía a una familia de la alta burguesía barcelonesa, pero que a causa del desastre económico la hacienda familiar que había sido una fábrica de productos químicos se había esfumado, por lo que ella para seguir adelante había entrado a trabajar a una entidad bancaria y no soportaba el ambiente popular y materialista que se respiraba por doquier.

- ¡Es que la gente es gregaria, gregaria; y a una inmensa mayoría le gusta lo más vulgar; lo que se dice el arte näif; es decir, el mal gusto - me decía Elvira constantemente-. Yo que he vivido con la gente más selecta de la ciudad, ahora veo que lo que impera es el "nuevo rico". Sí. Es esta clase de tipo que sólo valora el dinero por encima de todo pero que es insulso y más ignorante que una cebolla. Ciertamente estamos en la revolución de las masas - dijo ella aludiendo a la obra filosófica de Ortega y Gasset.

- Ya. Pero los descendientes de este "nuevo rico" podrán ser unas personas sutiles que sepan valorar una buena obra de Arte - repliqué yo- En la postguerra la literatura de este país se refería al hombre primitivo de la aldea como el sujeto más auténtico que se oponía al falso barniz de la decadente burguesía. Pero todo el munndo tiene derecho a mejorarr su nivel de vida, y posteriormente a cultivarse. Pues la evolución humana existe. Por eso a mi tampoco me gusta esta autosuficiencia de rusticidad que hay en muchas capas sociales..

- Claro. Estoy de acuerdo contigo - convino ella- Aunque.veo que eres un idealista.

                                                              CONTINÚA

 

 


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