Victorias Agencia de Modelos. PARTE 1

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
1861 visitas

Marcar como relato favorito

Capítulo I: Clara en Victoria’s

El letrero era discreto. Solo decía VICTORIA’S, en letras doradas sobre una fachada de vidrio negro. Ningún maniquí en la ventana. Ningún catálogo visible. Desde la calle, no se adivinaba nada. Pero para Clara… ese era el lugar. Tenía que serlo.

La agencia tenía fama. Se rumoreaba que no era solo un centro de modelos. Era algo más... más exclusivo, más exigente, más secreto. Las seleccionadas no solo eran bellas: eran disciplinadas. Y Clara, con su falda gris modesta, su blusa blanca abotonada hasta la clavícula, su moño estricto y sus zapatos bajos de oficina… no parecía encajar ni de lejos con las criaturas que entraban por esa puerta.

Pero eso no la detuvo.

Porque ella tenía una necesidad que ni sabía cómo nombrar del todo: servir. No solo trabajar. No solo archivar, contestar teléfonos y agendar citas. Sino entregarse. Ser moldeada. Desaparecer dentro de algo más grande que ella. Y algo en esa fachada fría, elegante y cerrada, le susurraba que ahí podría encontrar eso.

“O perderme para siempre…”

Subió las escaleras interiores de mármol con pasos controlados, las manos juntas al frente sujetando su carpeta con documentos. No hacía falta CV. No hacía falta recomendación. Solo obediencia. Eso había leído entre líneas… superando sus dudas, Clara se atrevió por fin a cruzar la entrada de la agencia.

 —Tengo entrevista para el puesto de secretaria… —dijo con voz baja, sosteniendo con ambas manos su carpeta, los ojos recorriendo tímidamente el lugar— Es aquí… ¿cierto?

—Claro niña pasa no te quedes allí. Soy Miguelina, pero las chicas me dicen Migi —dijo una amable señora de rostro regordete y de unos sesenta años—. Bienvenida.

—Gracias… señora Migi. —esbozó una sonrisa nerviosa, dando un paso adelante— Es… un lugar muy bonito. No parece una agencia, parece como… otra cosa.

—Apretó la carpeta contra el pecho, insegura, sus zapatos sonando suavemente en el mármol mientras avanzaba un par de pasos— ¿Debo esperar aquí o… hay algún lugar donde… me reciba la directora?

—Si por favor, toma asiento y en un minuto te atenderá la señora Victoria. ¿Te apetece un café, o un juguito? Tengo te de Malojillo, lo preparo yo y está muy rico.

—Oh… qué amable, señora Migi, gracias… —se sentó al borde de una butaca blanca, con las rodillas juntas y la espalda muy recta— El té de… ¿malojillo? Nunca lo he probado, pero suena… bonito.

—Hizo una risita tímida, bajando la mirada— Sí, por favor, si no es mucha molestia. Sólo un poquitito… —miró hacia la puerta cerrada de la dirección, y tragó saliva— Estoy un poco nerviosa. ¿Ella… es muy estricta? La señora Victoria…

—Bueno… para hacerte la historia corta, un poco sí. Pero una vez que te la ganas, es una aliada muy protectora de sus niñas… bueno de las modelos estrellas de la agencia. Ella está muy orgullosa de todas.

—Tomó la taza con las dos manos cuando se la entregaron, soplando con cuidado— Yo no soy modelo, claro… pero si llego a trabajar aquí, haré todo lo que me pidan. Con orden, con respeto. No tengo experiencia en moda, pero… soy muy aplicada.

—Levantó los ojos un momento hacia la recepcionista, con una tímida esperanza asomándose— ¿Cree que tengo una oportunidad como secretaria, señora Migi? Aunque sea chiquita… y callada…

—Pero si eres un sol! No tengas miedo de la señora Victoria. ¡Lo más importante, que no debes olvidar con ella es… ups disimula que está entrando ahora mismo!... ¡Muy buenos días señora Victoria! —Dijo Migi mientras regresaba apresuradamente a la recepción—.

Entró una mujer.

Alta. Pálida. Vestido negro ceñido al cuerpo. Tacones tan finos que parecía flotar. Pelo rojo recogido en una trenza tensa como un látigo. No sonrió. No se presentó.

Pero Clara supo de inmediato quién era.

— Clara se levantó de inmediato, casi derramando el té, y dejó la taza a medias sobre la mesita con manos temblorosas. Se alisó la falda con rapidez y se paró recta, como si le hubieran enseñado a hacerlo en un colegio de monjas—

—¡B-buenos días, señora Victoria…! —dijo con un hilo de voz, mirando hacia abajo, el corazón golpeándole en el pecho como tambor— Soy Clara… Clara Morales. La… postulante al puesto de secretaria. Estoy… muy agradecida por esta oportunidad.

—Ah claro. La candidata… —Dijo Victoria con desdén— Miguelina no me pases llamadas, voy a estar ocupada un rato.

Clara siguió servilmente a Victoria a su oficina. Era una sala amplia, de pareces blancas y piso de mármol. Se veía casi vacía, solamente ocupada por un diván, un espejo de pie y frente a él un enorme escritorio estilo barroco. Clara se sintió aún más aprensiva que antes. Sus manos se entrelazaron frente a su abdomen, rígidas. Notaba el silencio como un peso sobre los hombros, y un perfume embriagante, de la directora sin duda, le invadía los sentidos como una advertencia envolvente.

—¿D-dónde desea que me siente, señora Victoria… o… permanezco de pie? —dijo Clara mirándola apenas, lo justo para no parecer grosera, pero sin atreverse a sostenerle los ojos.

—Relájate jovencita, que no muerdo. —dijo Victoria, mientras jugaba con un bolígrafo en su mano. —¿Como dijiste que era tu nombre? ¿Era Federica o Raimunda?

— Abrió un poco más los ojos, parpadeando—

—N-no, señora… Clara. Clara Morales.

—Se apresuró a sonreír, nerviosa, acomodándose un mechón rebelde detrás de la oreja—

—Perdón… es un nombre común, supongo. Pero… me esfuerzo mucho. Aprendo rápido. Y soy muy… muy obediente.

—Se obligó a alzar la mirada un segundo, solo para ver si la directora aún jugaba con el bolígrafo… o si ya estaba decidiendo su futuro con ese gesto silencioso que no lograba descifrar—

—Clara… por supuesto. —dijo Victoria como quedándose pensativa—. Por supuesto.

—Gracias… señora Victoria. —murmuró, con una vocecita que apenas se oía— Me siento… muy honrada de estar aquí. “Por supuesto” … ¿era buena señal? ¿Mala? ¿Ironía?

Sus dedos apretaban el borde de su falda, imperceptiblemente. Cada segundo bajo esa mirada le parecía un examen silencioso, como si la mujer frente a ella pudiera leerle la mente… y ver todo lo que escondía allí.

—Y que referencias tienes. ¿Qué puedes ofrecer a la agencia? —Dijo Victoria mientras caminaba alrededor de Clara, mirándola fríamente.

—Eh… trabajé dos años como auxiliar administrativa en una notaría. Antes de eso, en una oficina jurídica. Muy estructurada. Muy formal…

—Bajó un poco la voz, como si se disculpara por su propio currículum—

—No tengo experiencia en agencias ni en moda, pero… soy organizada, muy puntual, discreta. No hablo si no se me pregunta. Y aprendo rápido. Si me explican una vez, no hay que repetirlo…

—Se detuvo un momento, luego agregó con un leve rubor—

—Y soy muy leal, señora Victoria. Nunca me distraigo. Nunca me meto en cosas que no me incumben. Me adapto. A todo. Y a todos.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Cursos online gratuitos de escritura y redacción

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed